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San Remo, lluvia, nieve y sorpresa.
Si algo caracteriza a las llamadas clásicas de primavera es que alguna de ellas se disputan en invierno, y en la mayoría suele hacer un tiempo más propio del invierno que otra cosa, y encima es lo que nos mola, estás tú ahí en casa, deseando que nieve, que llueva, que granice si hace falta, si se quejan los ciclistas piensas para ti, «nenazas, acojonados, ya no se hacen ciclistas como antes coño, mindunguis, pichafrías» y en estas que te llaman para salir a tomar un café y respondes, «uff, es que está chispeando y yo me resfrío enseguida, mejor para la semana que viene a ver si hace calorcito ya que debemos estar a 15 grados».
Voy a hablarte de la Milán-San Remo, primer monumento de la temporada, ¿que qué es un monumento?, pues son las clásicas más importantes del calendario, ¿qué es una clásica?, pues una carrera de un día con cierto prestigio, suelen ser carreras añejas, que datan de principios de siglo XX o incluso finales del XIX, son cinco, a saber, esta, el Tour de Flandes y la París-Roubaix (las mejores, las de pavé), la Lieja-Bastoña-Lieja que ya es de cotas y eso, pero sin piedra, y a final de temporada Il Lombardia, que es el nuevo nombre del Giro de Lombardía de toda la santa vida.
Roubaix, el infierno que te lleva al Olimpo.
Pues estos días, como ya te he dicho, son un auténtico gozo para el aficionado ciclista, repleto de grandes citas, así será el resto del mes, esta semana se ha disputado la Vuelta al País Vasco, carrera siempre nerviosa, carrera siempre emocionante, sin mucha dureza, la justa, en píldoras, ratonera, con trampas allá por donde pasa, sorpresas en forma de rampas cortas pero de pendientes imposibles. Allí ganó Samuel Sánchez, ciclista que, aunque asturiano, ha ligado toda su carrera ciclista a Euskaltel-Euskadi , por lo que se puede hablar de victoria local, victoria además a lo grande, ganando la última etapa, una crono igual de ratonera o más que el resto de la carrera, victoria emotiva sin duda.
Pero sin duda la cita ineludible es la París-Roubaix, «El Infierno del norte» como se la conoce, la carrera más exigente del calendario de clásicas, con pavés hay muchas, pero ninguna con tantos tramos y tan duros como esta, si llueve esto es un verdadero ejercicio de épica sobre pedales, si no llueve el polvo hace su trabajo, maquina destrozahombres, caídas, accidentes, pinchazos, espectacular como ninguna, este carrera siempre nos muestra imágenes para el recuerdo, alguna de ellas acompañarán esta entrada, para que te hagas una idea de lo que supone correr por estas carreteras.
No se me ocurre mejor forma que mostrarte estas imágenes para transmitirte la dureza de la París-Roubaix, carrera prácticamente llana, sin rampas, sin muros, cuya única dificultad es pasar estos tramos de pavés, cada entrada en uno de ellos supone un ejercicio de supervivencia, sí que te puedo asegurar que para mí ver esta prueba es como para un cinéfilo ver «El Padrino».
Ninguna otra prueba tiene tantos kilómetros (51) que transcurran por ese machacahombres llamado pavés, pavés en muchos casos cuya existencia data de tiempos de la Revolución Francesa, son muchos, pero encima mal conservados, desgastados por el tiempo, el tiempo referido a años, el tiempo referido a lluvia, viento, nieve, tierra además que sufrió como pocas la Gran Guerra (el sobrenombre del infierno del norte viene de esa época, y se refiere al escenario de la carrera y no a ella misma), tiene pues incrustada en sí misma la épica, el heroísmo, no hay carrera que más filias y fobias despierte dentro del pelotón que esta, muchos la aman, viven por ella, para ella, otros la odian, alguno prácticamente se dedica a correr Roubaix, muchos la han corrido obligados, hay que ser de otra pasta para dominar el bosque de Arenberg, Mons-en-Pévèle, Le Carrefour de l’Arbre, los más míticos y duros de los tramos
adoquinados.
Este año sin duda la prueba estaba condicionada por la ausencia de Fabian Cancellara, que hace dos años dio una auténtica exhibición aquí, el ciclismo moderno está huérfano de grandes gestas, de pequeñas gestas, de intentos de mínimas gestas, repleto de miedos, de temores, de conformismos, encontrábanos además con la circunstancia de que el gran favorito, Tom Boonen, estaba en estado de gracia, él y su equipo, como además a Boonen le da igual el romper la carrera o no, puesto que al sprint pocos son capaces de mojarle la oreja lo presumible era una carrera controlada. Más controlada incluso si teníamos en cuenta que uno de sus principales rivales, Thor Hushovd, basa siempre sus opciones en eso, en llegar delante sin más, para jugársela también al sprint, para rematarlo teníamos que el equipo del noruego era la otra gran escuadra a priori, pocas opciones de una carrera loca teníamos, más bien el control absoluto, pero siempre queda la cosa de que cuanto menos esperes de algo más agradeces lo poco que luego te ofrezca.
Antes de contaros acerca de la carrera en sí quisiera, como prólogo, hablaros de Frédéric Guesdon, un ciclista francés, este es de los que aman Roubaix, camino de los 42 años, aún en activo, su plan era claro, alargar su carrera hasta aquí, hasta la París-Roubaix, la carrera que ya ganara en el año 1997, «su carrera», allá por enero se fracturó la cadera en el Tour Down Under, daba igual, él cumpliría su parte, se recuperó a tiempo, contrarreloj para llegar a su meta, correr por última vez el infierno, pero el infierno no es romántico, no entiende de amores, es cruel, es amargo, tomó la salida, tuvo su ocasión de despedirse de su amada, pero su amada le devolvió el gesto de la manera más indigna, mandándole al suelo, así paga Roubaix a sus enamorados, con sangre, sudor y lágrimas.
No fue el único, claro, si algo premia la París-Roubaix es la supervivencia, la selección clara, primero los débiles, luego pinchazos, caídas, accidentes, tropezones, cada paso de pavés una aventura nueva, mantenerse sobre la bici un milagro, se preveía algo aburrido, se preveía poco movimiento, ya te dije, luego la realidad nos suele sorprender, y vaya si lo hizo, de aburrida nada, carrera rápida como pocas veces se recuerda, ni un instante de tranquilidad, porque no eran segundos espadas quienes atacaban, eran Flecha, Ballan, Chavanel, la creme de la creme, a todo esto vuelve el pasado.
Hace dos años en este escenario, y previamente en Flandes, Fabian Cancellara ganó, hizo el mítico doblete de las piedras, lo hizo a lo campeón, desde lejos, como exige la entrada en la leyenda, Boonen ganando hoy entraba dentro de los mitos, si no lo estaba ya, su temporada era redonda, había ganado casi todo lo disputado, pero la sombra del suizo era alargada, así que el belga fue a la taquilla y solicitó entrada VIP.
Arranca Tom, arranca con él media Bélgica, rabia, a cada bote sobre el pavés sufre, pero más sufren sus seguidores, incapaces, rotos, encima aparece la temida lluvia, no en forma copiosa, pero sí lo suficiente como para formar el traidor barrillo, para humedecer aun más el verdín sobre la piedra, para hacer una trampa de cada curva, a Boonen le daba igual, exhibición grandiosa, qué campeón, los últimos kilómetros eternos, sufriendo al ver su cara, poderío, fuerza, descomunal fuerza, pero también sufrimiento, resoplidos, fatiga, extenuación, yo rezando a todos los Dioses ciclistas, «que no pinche, por lo que más queráis, que no pinche ahora, no sería justo», puta Roubaix que no mima a sus hijos, eterno sinvivir, hasta que él mira a cámara, saca la mano y extiende cuatro dedos, te lanza su sonrisa, «nadie me quitará el cuarto, tú tranquilo».
Y con su ánimo me sereno, me dedico a disfrutar, a verle entrar en el mítico velódromo de Roubaix, dar la vuelta de los campeones, ganar, detrás llegan otros, da igual, en días como hoy sólo hay ojos para uno, en Flandes Tom Boonen ganó, en Roubaix Tom Boonen pedaleó para ganarse la gloria, para entrar en el Olimpo.
Guns N’ Roses, míticos, tras muchos muchos años de espera a finales de 2008 publicaron por fin un nuevo trabajo «Chinese Democracy», sin la gran mayoría de sus miembros de antaño y sin demasiado éxito, de hecho te puedo contar que el disco para mí significó una gran decepción, no me llamó ni la más mínima atención, eso sí, cuando Axel se pone a cantar al amor se sale, dentro del álbum una balada, «This I Love», acojonante, preciosa, perfecta.
De Ronde, la poesía ciclista, Boonen, el mito.
La primavera la sangre altera, eso dicen, al aficionado ciclista sin duda alguna, en primavera tenemos todos los años problemas familiares, llega el domingo, hacen planes, te miran, tú ahí disimulando, hasta que tienes que recordarles que no, que estos domingos los tenemos marcados a fuego, que nos la suda ir al monte, a comer donde sea, ¿quieres echar un polvo?, le preguntas a la parienta, «pues es lo único que me haría renunciar a ver el Tour de Flandes», hombre, siendo sinceros tampoco renunciarías mucho, en un anuncio da tiempo a echarlo y hasta a fumar.
El Tour de Flandes, qué decirte de esta carrera, una de las dos que más me gustan, la otra el domingo que viene, la París-Roubaix
, sí, el Giro es duro, emocionante, nos brinda siempre imágenes espectaculares, esos puertacos con nieve en las cunetas, ese sterrato de hace un par de años, el Tour también, esa agonía de los puertos alpinos, con el calor sofocante, pero en serio, no sé qué tienen estas carreras que hacen que te enamores de ellas irremediablemente.
¿Por qué es poesía?, porque el Tour de Flandes nos ofrece muchas de mas más bellas estampas, ese sufrimiento extremo de los ciclistas subiendo los muros adoquinados, rodeados de miles de entusiastas espectadores en las cunetas, es quizá de las carreras más bonitas estéticamente hablando, más duras, más míticas, ayuda mucho el que se celebre en el país que más ama al ciclismo, Bélgica, y dentro de él en la región más ciclista por naturaleza, Flandes, si te digo que a lo largo del recorrido se reúnen más de cuatro millones de personas viendo el espectáculo quizá creas que te exagero, pues no, incluso hay fuentes que sitúan en cinco millones la cifra, realmente espectacular.
Una cosa te iba a comentar, los aficionados ciclistas somos gente rara, amantes de la tradición, cualquier pequeño cambio nos irrita, este año más, han quitado el Kapelmuur, uno de los muros más duros y espectaculares de la carrera, gran polémica, en el fondo da igual, sigue siendo igual de dura que siempre, o incluso más, además este año, al contrario de los anteriores, se preveía un duelo más que igualado entre Fabian Cancellara y el belga Tom Boonen, pensar en otro ganador aparte de ellos parecía complicado, Sylvain Chavanel, Peter Sagan (ojo con este chaval), Ballan, Hushovd.. poco más a priori.
Pero todo se fue al garete, el esperado duelo se quebró, demasiado pronto, porque Cancellara, muy lejos de meta aún, se va al suelo, se retira, (se ha roto la clavícula por tres sitios el colega) es una característica de este tipo de carreras, no hay segunda oportunidad, no hay lugar para la recuperación, si te caes o te levantas enseguida o te despides. Esto cambiaba todo, porque la baza de Boonen era endurecer la carrera sí, pero si se llegaba al sprint pues casi mejor, el único a priori capaz de reventar el pelotón era precisamente Cancellara.
Y sin Cancellara Flandes es menos Flandes, como lo es menos con sol y buen tiempo, aun así un ataque el italiano Alessandro Ballan, y las continuas caídas y accidentes hicieron la selección, una parte final llena de emoción, con varios grupitos persiguiéndose, Boonen, Ballan y Pozzato al frente, Sagan y compañía a la caza, todo en unos pocos segundos, pocos segundos a que a estas alturas parecen horas, «compañía», porque en realidad era Sagan, qué pedazo de ciclista, qué 22 añitos, qué futuro mito del ciclismo, hacía muchos años que no vivíamos una explosión como la del eslovaco.
Meta, el triunfo entre tres, entre tres perros viejos, entre tres especialistas, entre tres muy conocedores de sus rivales, estrategia pura, cuando me quedo sin uñas comienzo con las de mi perrita, a pesar de su dulce mirada, que te jodan, hay que servir a tu amo, ya te crecerán, gana Boonen, entra en la gloria, no por su triunfo de este año, porque Flandes es tan puta que la gloria se la reserva a gente como Cancellara hace dos años, victorias eso sí, anualmente, y con esta Tom Boonen suma tres, consagrándose como uno de los mitos de nuestros tiempos, tras un par de años duros vuelve por sus fueros, era el gran favorito y sólo el suizo podía hacerle sombra, Boonen además suma y suma esta primavera, pletórico, ha ganado casi todo lo que ha corrido, me parece que ya sabemos el ciclista a seguir el próximo domingo, porque además tiene un equipo, ahora sí, a la altura. Pero ojo, que al contrario que Flandes Roubaix no necesita mal tiempo, es dura y selectiva se den las condiciones metereológicas que se den, ya os contaré.
Bonito tema para la posdata, agradable de escuchar sin duda, Sirenia, «Fallen Angel»
La Maldición del maillot arcoíris.
El ciclismo es tierra de tópicos como pocos deportes, uno de ellos es sin duda esa frase de «la maldición del maillot arcoíris» que se refiere a la poca o nula fortuna que suele acompañar a los ciclistas que logran este por otra parte preciado jersey.
Bien, estos son algunos aquellos casos que mi memoria me dice que pueden ajustarse a la citada maldición, no tiene por qué ser la cosa trágica, habrá casos y casos.
Abro con Harm Ottenbros campeón de 1969, con el maillot ya en su cuerpo al año siguiente se pegó la gran hostia en Flandes, rompiéndose la muñeca, para sumar decir que su equipo fue suspendido esa misma temporada por mor de las leyes antitabaco.
Pero creo que pocas cosas peores saldrán en esta entrada que lo sucedido al sucesor de Ottenbros, Jean-Pierre «Jempi» Monseré que también sufrió un accidente en carrera, preparando San Remo, pero con peores resultados, murió, de él ya hablamos en otra ocasión pero es obligada su presencia también aquí.
Mas parece que la mala suerte que acompaña a este maillot traspasa a quien lo porta, 2006, Paolo Bettini se impone en Salzburgo, apenas una semana después su hermano Saurio muere con poco más de 40 años en un accidente de circulación.
En el ’87 Stephen Roche ganó Giro, Tour y mundial. Cuando en el ’88 se le esperaba en esas carreteras, vestido de arco iris, para ganar con una pierna sola en cualquier sitio al que se presentara, resulta que lesiones, problemas de salud y demás, impidieron que jamás se volviera a ver a un Roche ni siquiera parecido a aquél que deslumbró aquél año.
Otro par de casos, Dhaenens y Bugno, el danés pasa por ser quizá uno de los Campeones del mundo más grises de la historia, se enfundó el maillot en 1990, no volvió a ganar nada.
Bugno ganó en 1991, el siguiente año en teoría iba a ser el suyo, preparó a conciencia el Tour, pero fracasó, tan solo maquilló el fracaso volviendo a ganar el Mundial.
La cosa es que tentar dos veces la suerte fue demasiado hasta para él, en el 93 fracaso nuevamente tanto en el Giro como en el Tour, y esta vez ya no pudo ni acabar el Mundial, dentro de una temporada que se pasó casi en blanco.
Armstrong ganó siete Tours después de ser Campeón del Mundo sí, pero antes tuvo que pagar también la maldición, con un cáncer nada menos, Camenzind, Brochard, Vainsteins o Ballan prácticamente desaparecieron del mapa después de enfundarse el maillot del orgullo gay y qué decir de Boonen, a quien parece que le está mirando un tuerto.
Delain son holandeses, los protagonistas de la postdata de hoy salieron del abandono de Martijn Westerholt de Within Temptation, el estilo es parecido, quizá no llegue al nivel de Within, entre otras cosas porque Charlotte Wessels no es Sharon, no obstante como Westerholt es un tío con cierto recorrido consiguieron para sus discos bastantes colaboraciones, siendo la de el Nightwish Marco Hietala.
Para mí, cuando surgieron, me resultaron una agradable sorpresa, su música realmente me gustó, así que esperaba su «April Rain» con verdaderas ganas, para mí el bajonazo fue considerable, pero aun mantengo esperanzas de que corrijan el rumbo, de ese disco el tema que le da título: