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Héroes cotidianos, el hombre que daba la mano flácidamente.
Mucho se dice que hoy en día ya no quedan héroes, en un mundo en el que el activismo político se hace vía twitter y en el que ni se decapitan reyes ni nada, que si Roberspierre levantara la cabeza se avergonzaría en grado sumo, la figura del héroe con mayúsculas tiende a desaparecer, cierto. Pero que tienda no quiere decir que no haya excepciones, sí señores, sí señoras, hoy tengo el gran honor de presentaros a Flácido, un tipo capaz de rozar lo extraordinario. No te digo más, un día fue a comprar el pan.
Impactante, pero dejemos que sea él mismo quien nos cuente su aventura, querido Flácido, déjeme estrechar flácidamente su mano, todo un honor conocerle, qué digo honor, es la culminación de mi vida, tras esto puedo morir tranquilo.
«Quita quita, no exageres, pues sí, estaba yo un día en casa, me levanté tras dormir 13 horas, claro, dormir 13 horas cansa, así que me fui al sofá a descansar un poquito, la siesta mañanera típica de las 12 del mediodía, y es difícil ¿eh? Porque ahí estaba la parienta dando el coñazo con sus vicios y hobbies, la aspiradora, la lavadora, no hay cosa que más me joda, ni descansar a uno le dejan, coño, que se ponga a hacer sus aficiones sin molestar, ¿acaso molesto yo con las mías salvo por esos suaves y melódicos ronquiditos?».