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El Mahdi sudanés.
Gracias a películas como «Las Cuatro Plumas», que a pesar del nombre no es gay, hemos conocido un poquito así por encima la historia colonial inglesa en el norte de África, en Sudán más concretamente, hoy voy a hablaros de un tipo de esa época, que se proclamó a sí mismo como el Mahdi, una especie de profeta, un Jesucristo vaya, que creó un vasto mas efímero imperio, que le echó un poco de jeta al asunto y que participó, aunque en la segunda mitad un poco involuntariamente, en una versión mejorada del «ojo por ojo y diente por diente».
Hablamos por supuesto de Muhammad Ahmad, líder religioso sudanés, figura importantísima en la segunda mitad del Siglo XIX. Joven, muy joven, apenas superada la veintena, ya tenía su propia orden religiosa, los llamados Sammanujah, era de los durillos no te creas, para mí que era vasco puesto que predicaba una vida de total abstinencia de vicios varios, qué decir del sexo, así somos los vascos, no es que no mojemos por incapaces, no, es por elección propia.
La carga de la brigada ligera, y heroica por supuesto.
Que el cine manipula la historia, la cambia a su antojo y necesidades, es algo que a estas alturas me da que todo el mundo sabe, líbreme el señor de ser un talibán en el asunto, en este blog he dedicado muchas entradas al tema del rigor, de la falta de rigor casi siempre, de las pelis históricas respecto a los hechos históricos en los que se basa, casi siempre desde un punto de vista meramente curioso, en plan anécdota, luego entramos en el terreno subjetivo claro, yo diferencio entre aquellas pelis, o series, que sí, cambian la realidad de lo sucedido, pero manteniendo en gran parte su esencia y fidelidad, se cambia en aras de facilitar un guion, eliminando personajes, haciendo a los protas más guapos y para meter alguno que en realidad no existió.
Ejemplos, la grandísima «Roma» o la injustamente vilipendiada «Los Tudor» en la tele o, en el cine, «El Reino de los Cielos» o «Black Hawk Derribado» en el cine. Ejemplos de lo contrario, de mearse en la historia, con un ánimo encima que huele mal, intencionadamente y en pos de glorificar quien sabe por qué motivos, pues claros claros: «Murieron con las Botas Puestas», «El Patriota» o «El Álamo», aunque ninguna de ellas llega ni por asomo a lo que para mí es la mayor follada a la historia en la ídem del cine, «Cromwell», peli de 1970.
La carnicera de Nueva Orleans.
«Al mus y al follar no me gana nadie», «soy un líder de opinión». Con tan solo esas dos frases ya te habrás hecho una idea de lo que soy, de quién aun no, pero de qué seguro, un fantasma. Mas no un fantasma cualquiera, soy el espíritu de Delphine LaLaurie, ¿que no sabes quién soy?, lo sabrás seguro, resulta que el estreno de la tercera temporada de «American Horror Story», titulada «Coven» ha roto todos los records de audiencias de su canal, irá, va, sobre brujas, pero entre otros personajes incluyen uno, inspirado en mí cuando estaba viva, no he visto la serie aun pero por si la ves que sepas que a nada que me muestren con un mínimo de humanidad estarán pasándose varios pueblos.
Bruja no sé si lo era, pero puta un buen rato, Nueva Orleans me vio nacer y vivir, al menos durante unos años, era yo una miembra, sí, miembra de la alta sociedad de la ciudad, poseedora, como tantos, de esclavos, no dejaba de ser Nueva Orleans un estado del sur y por lo tanto estado esclavista por naturaleza, todo en mi vida iba de maravilla hasta que en el año 1834 se produce un incendio en mi mansión y los bomberos de la época encuentran varios esclavos encadenados.
El auténtico último samurai.
Bien, ya hacía tiempo, creo recordar que desde que le metí caña por enésima vez a Mel Gibson, que no hablaba de cine e historia, todo junto, de cine hablé, maravillosamente además, con un criterio y un arte que te cagas, de historia qué decir, si soy referente mundial en el asunto, pero esto es como el bacon y el queso, por separado vale, pero juntos… Juntos son un manjar. Para retomar estos bocatas de bacon queso elegiremos «El Último Samurai», la peli dirigida por Edward Zwick en 2003 y que tiene como reclamo la presencia de Tom «sonrisitas» Cruise, Ken Watanabe («Cartas desde Iwo Jima») es el otro prota.
A ver, es complicado hablar de errores históricos en una cinta como esta, que en este aspecto recuerda mucho a «Gladiator». Lo que hacen es directamente tomar un momento histórico, imperio romano allí, siglo XIX japonés aquí, e inventarse una historia, tomando como referencia la época, algún nombre, algún suceso, pero principalmente son historias inventadas en las que es imposible hacer comparación alguna entre la verdadera historia y la que cuenta la peli, porque de hacer eso con decir que no acierta en nada acabamos.
«Deadwood», Swearengen y compañía.
Bienvenidos a la frontera, a la fiebre del oro, bienvenidos a Deadwood, tiene ley, pero eso sí, peculiar.
«Deadwood» es otra de las pequeñas joyas que la HBO ha dejado para la televisión, creada por David Milch se emitió entre los años 2004 y 2006, tres temporadas, los costes de producción y las bajas audiencias le dieron finiquito, por lo que es otra de las muchas series acabadas prematuramente, sin un final acorde a su calidad.
La serie narra las aventuras y desventuras de Deadwood, ciudad real, durante la época de la fiebre del oro, cuando aun no era siquiera parte de los Estados Unidos, estamos pues ante un western, como Deadwood es una ciudad real hay imágenes de la época, hay que decir que los productores de la serie clavaron con todo lujo de detalles la ambientación, aquí las calles tienen barro, el caos es total, la gente luce ropas desgarradas, raídas, están sucios, pisan mierda de caballo, es el primer punto a favor de «Deadwood», el apartado técnico, de vestuario, de ambientación, es sobresaliente.
La historia como tal no existe, más bien la idea es revivir ciertos hechos históricos, mezclándolos con otros muchos inventados, mezclar personajes reales con otros inventados y contarnos sus vidas, su día a día, claro que como siempre pasa hay unos más protagonistas que otros, Seth Bullock (Timothy Olyphant «Justified»), Al Swearengen (Ian McShane «Kings»), Wild Bill Hickok (Keith Carradine «Dexter»), Sol Star (John Hawkes), Calamity Jane (Robin Weigert), Wyatt Earp (Gale Harold), EB Farnum (William Sanderson «True Blood»), Charlie Utter (Dayton Callie «Sons of Anarchy»), y George Hearst (Gerald McRaney «Jericho») son algunos de los personajes basados en gente que realmente vivió en algún momento en la ciudad, algunos tienen una presencia breve, otros están a lo largo de toda la serie, entre los acontecimientos históricos está por ejemplo la muerte de Hickok, perfectamente recreada, casi al detalle.
Junto a ellos personajes que o bien no se tiene constancia que existieran o están basados en gente que existió pero ya sin mantener su nombre, por lo que se varía bastante su personalidad, el reparto como suele pasar en estas series HBO es extenso y por citar a algunos tenemos por ejemplo a Molly Parker, joven veterana de la tele, Powers Boothe, Paula Malcomson (otra habitual de las series americanas), Kim Dickens («Treme») o Anna Gunn («Breaking Bad»), hay muchos más y casi todos perfectos, sin duda el casting es otro acierto.
La serie es, como acostumbra su canal padre, violenta, no apta para menores, no escatima ni sangre, ni podredumbre, ni palabras malsonantes, ni sexo, no es desde luego el tipo de serie que Spielberg enseñaría a sus nietos, si los tiene, los personajes mean, follan, hacen y reciben mamadas, pegan tiros, se ahostian, se emborrachan, se vuelven a pegar de hostias y hacen las paces yendo al putetxe, los hay más y menos cabrones, quizá sea esa, el de esteriotipar demasiado a algunos, una de las pegas, de las pocas pegas, los hay rectos, caballeros hasta el final y los hay hijosdeputa de cuidado, aquí el papel de George Hearst quizá sea el ejemplo más indicado.
El ritmo tampoco es que sea su fuerte, se toman tiempo para contarnos las historias, a veces se te hace pesada, a personajes como el de Juanita Calamidad hasta le pegarías un tiro, hablamos de cualquier manera de una serie premiada tanto en «aldabas de oro» como en los «emmys», durante un tiempo se especuló con la posibilidad de acabar la serie con un par de telefilmes, estilo a lo que sucedió con «Firefly», pero tal idea tampoco llegó a buen puerto.
«Deadwood» es una serie coral, muy coral, pero sin embargo cualquiera que la haya visto y piense en ella tiene un nombre en la memoria, Al Swearengen, pocas veces un personaje y el actor que le da vida, McShane, se come la pantalla tanto que oscurece al resto del reparto, Swearengen existió realmente y tuvo su «Gem», su saloon puticlub, él es quien realmente manda en la ciudad, aunque no tenga puesto alguno, él es quien decide quién y cómo muere, él y sus secuaces, un cabrón de tomo y lomo, pero acabas adorándole, es ver cualquier escena suya y te pegas a la pantalla, ya ni decir cuando coincide en pantalla con Mr. Wu (Keone Young), te descojonas.
Fue tanto su peso que cuando le buscaron un malvado que hiciera el rol de rival no pudo mantener el tipo y tuvieron que echar mano del anteriormente citado Hearst, ese al menos aguanta el tipo, su lenguaje soez acaba por ganarte por entero, sólo por él ya merece la pena ver la serie.
En definitiva, a pesar de ser una serie inacabada merece mucho la pena verla, pasarás buen rato sin duda, eso sí, quítate prejuicios, no tiene nada que ver con cualquier serie o peli del género que hayas visto, es más cruda, más real, más sincera, en definitiva las señas de identidad de HBO.
Postdata, Lacuna Coil, italianos, de ellos simplemente decir que cuentan con la bella Cristina Scabbia a las voces, bella no, preciosa, me pone todo lleno de amor cada vez que la veo, veteranitos ya, de ellos este «Our Truth»