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Una anécdota medieval, o no tan anécdota.
Año 1200, fácil de recordar, el papa, Inocencio III, actúa sobre Francia, les deja sin misas y sin relojes en los campanarios de las iglesias, hoy en día ambas cosas no pasarían de ser una nadería, pero en esa época la cosa era bastante grave, hasta el punto de que muy a su pesar el rey galo, Felipe Augusto, se divorció de su mujer, Inés de Méranie, no volviéndose a casar nunca más. Para muchos este asunto fue el detonante del gran poder que la iglesia católica llegó a alcanzar en siglos sucesivos.
Pero, ¿qué pasó? Pues lo dicho, un asunto que no pasaría de ser una anecdotilla hasta con cierta gracia de no ser por las repercusiones que tuvo, para explicar la cosa como se merece debemos irnos unos años atrás, hasta 1193. Tenemos a Felipe II «El Augusto», uno de los monarcas más famosos de la Edad Media, coetáneo de Ricardo Corazón de León, que no era de León por cierto, sino inglés, Felipe fue uno de esos reyes que fueron a las cruzadas y tal. Un tipo simpático y amable con su pueblo, vaya los judíos estaban supercontentos con él, su primera acción como gobernante fue echarlos a todos del país y quitarles todas sus posesiones para dárselos a sus leales nobles.
Tamar de Georgia, un monstruo de mujer.
Vamos con una nueva entrega de esa apasionante serie de entradas dedicadas a las mujeres que marcaron historia, hoy toca Tamar, o Tamara, reina de Georgia, nos situaremos pues en Georgia, actual república ahí en Cáucaso, Edad Media, siglos XII y XIII, santa canonizada por la iglesia ortodoxa georgiana nada menos, esta vez gracias a que Merikeit es fiel seguidora de Friker Jiménez tenemos la posibilidad de conocer la verdadera historia de esta mujer, dejemos pues paso a la fantástica entrevista que Merikeit le hizo recientemente.
Buenas, soy Merikeit Flanagan, no sé si os habéis fijado alguna vez, todos los que hablan con muertos en las pelis se apellidan Flanagan, no falla, hoy con nosotros el espíritu de Tamara de Georgia, a quien saludamos efusivamente, querida Tamara, háblanos primero de eso, de tus comienzos, seguro que como tantas otras que han aparecido en este grandioso blog digno de mi líder empezarías de puta y tal.
El origen de la democracia.
Es curioso esto de internet, es su gran grandeza además, tú estás leyendo sobre algo, en este caso leyendo cosas para una entrada, poniendo los pies en polvorosa y sin querer vas de un lado a otro y acabas descubriendo una curiosidad de las que vaya, te llaman la atención.
Voy a hablarte de democracia, de su origen, de cuál fue la primera democracia digamos plena, a ver, es impepinable que su origen está en la antigua Grecia, en Atenas más concretamente, que luego los romanos usaron la república como forma de estado, pero no nos engañemos, se votaba, cierto, pero desde luego no votaba todo el mundo ni podía presentarse a las elecciones todo el mundo.
Eran democracias «de aquella manera», en realidad todas lo son, pero vaya, soy de quienes piensan que no se ha inventado otra forma de gobierno mejor, si tenemos políticos corruptos es culpa nuestra, si en vez de manifestarnos, cosa que se la trae más floja que a mí una crisis sentimental entre la puta Dora y el anormal de su mono, echáramos del gobierno mediante el voto a la mínima corruptela a quien lo ocupara en cada momento se cuidarían muy mucho de mangonear, pero como «yo no voto porque no vale para nada» o «para que no ganen los otros voto a estos a pesar de todo porque al final todos son iguales» pues macho, no te arrasques la sarna, que no debería picarte.
El Robin Hood de Ridley Scott.
Hay una costumbre muy fea en el mundo del cine, en el de las críticas de cine, es pillar una peli que no te gusta demasiado y ponerla a parir, hablando de sus defectos, de la incapacidad de su director, de la inexpresividad de sus actores, todo esto mientras esa panda de inútiles triunfa y se forra y el crítico las pasa putas para llegar a fin de mes, suele hablar, ese crítico amargado, de la sencillez del argumento, de que cualquier niño pariría algo mejor, no dándose cuenta de que si realmente fuera tan fácil hacerlo gilipollas es de no asombrar al mundo con sus geniales ideas en vez de soltar bilis envidiosa.
Pero para qué negarlo, más envidioso y nulo que yo pocos, por lo que paso a continuación a intentar destrozar una peli, de 2010, «Robin Hood» se llama, de Ridley Scott, autor de la afamada «Gladiator», peli que también compartió con él el prota de esta, Rusell Crowe, aquí el papel de la churri es para Cate Blanchett y en el resto de reparto pues contar solamente como curiosidad que hace de cura el Mark Addy de «Game of Thrones».
Tú asesina que yo vivo de cojones.
La verdad es que hay personajes en la historia interesantes, Aitor, en esa entrada dedicada a la orden del temple, sugirió un nombre, Hassan ibn Sabbah, la vida y milagros de este hombre la verdad que es un caramelo para cualquier gran historiador, imagina entonces lo que es para un historiador pequeñito, pequeñito, enclenque, feo y gafoso, un caramelo no, más bien es como dos pezones de los de Samantha Fox en sus mejores tiempos.
Vamos pues a dedicar unos minutos a este hombre, famoso por fundar una secta, si, una secta en toda regla, los hashshashín o secta de los asesinos, este término, «asesino», viene directamente de ese vocablo, «hashshashín», en teoría era un reformador de la fe musulmana, pero en la práctica era más bien un vividor de cojones, un tipo con más cara que espalda, espalda de las de tipo Tarzán, de las amplias, no de las mías que apenas tiene mérito.