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Posts Tagged ‘Segunda Guerra Mundial’

«Fury», la recurrente decepción.

Antes de nada, «Black Sails», una de las últimas series de Starz, pocas veces vas a agradecerme más una recomendación televisiva, consigue el primer capítulo y disfruta de los primeros 15 minutos, de lo mejorcito que uno recuerda en la tele, un abordaje de un barco pirata que vaya, mola, cuando acabe el abordaje lo quitas y lo asas, es la manera más barata de conseguir tostón asado que puedes lograr.

En su lugar échale una ojeada a «Silicon Valley», comedia de la HBO, gamberra y que sí, tiene alguna escena de partirte la caja, no triunfará porque dicen «polla» y eso en España no mola, mola más que el prota de turno diga «pene», aunque en la calle ni dios diga «pene». Pero no es de series de televisión de lo que te hablaré hoy, sino de cine, del superestreno del momento, la última de Brad Pitt, «Fury», a quien alguien con dos pelotas descomunales como paelleras de concurso interpueblos se le ocurrió la genial idea de titular aquí «Corazones de Acero».

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Pilecki, el ejemplo de lo que viene a ser ir de Guatemala a Guatepeor.

Uno la verdad, reconozcámoslo, no es muy ducho en historia, hay cosas que no las comprendo, tendrán su explicación, seguro, pero no logro entenderla.
Lees al respecto claro, pero lo malo es que no te queda claro, voy a hablarte durante unos momentos de Witold Pilecki, aunque en realidad él da igual, será tan solo el ejemplo que ilustre, que ponga nombre, a lo que les pasó a millones de polacos durante y tras la Segunda Guerra Mundial.

Pero antes, como entradilla, un ejemplo, un símil de esos, tú imagina, me contratas para defenderte del matón del colegio, con nombre y apellidos, Matón Del Colegio. Yo estoy ahí todo el día detrás tuyo, pero el que viene a ahostiarte es Abusón Del Patio, de los Del Patio de toda la vida, ¿qué debería hacer?.
Puedes pensar que defenderte, no tienes ni pajolera idea, qué va, al revés, animarle. «Pero qué bien le destrozas los dientes», «da gusto verte patearle los huevos», «qué arte rompiendo las rodillas». ¿Cabrón?, no no, porque te dije que te defendería del primero, no dije nada del segundo.

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Este también se merece el monumento.

Hablaba yo un día con Almita acerca de monumentos, de sí alguien en vida los merece, cosas, como el ejemplo que ponía era Iker Casillas uno fue a lo fácil, comentando que fuera aparte de estar vivo, y por muchos años, para mí tampoco merecería el monumento, como no lo merecería ningún deportista, a ver, a no ser que hayas conseguido cotas extraordinarias que nadie jamás hubiera logrado, desde luego no es el caso de Casillas por muy buen portero que sea, arrimando el ascua a la sardina y por poner un ejemplo de alguien que sí lo mereciera, Eddie Merckx, pero lo dicho, es que el palmarés de Merckx no lo tiene nadie, ni de lejos.

Ponía yo un ejemplo, Albert Richter, cuya historia sí que merece un monumento, pero ya no por sus logros deportivos, sino por su vida, por su manera de vivirla y por cómo la perdió por mantenerse fiel a sus ideales, víctima de la GESTAPO, bien, hoy te voy a contar una historia que quizá conozcas, pero que viene al pelo, otro ciclista que, en mi parecer, también merece un monumento, pero tampoco por sus logros en la carretera, sino por unos actos más que curiosos.

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Solo quedó Tanya.

Esta entrada va a ser larga, encima la alargo más por un prólogo, una recomendación, «Sinsuenyo» lo dice y lo que diga para mí va a misa, además, «me suena» 😀 en realidad lo conozco y le mando un abrazo de los gordos, «Balongo», no te pierdas el apartado de los oscar, acojonante.

«The Walking Dead», dos hombres huyen de los zombis, uno, en un acto reprochable, dispara al otro dejándolo a expensas de ser devorado vivo, con el objetivo de entretenerlos lo suficiente para salvar él el pellejo, hijoputismo, pero también instinto de supervivencia.

No te voy a hablar de series de televisión, voy a hablarte de uno de los capítulos más vergonzosos que la humanidad ha vivido en su extensa historia, el llamado «Sitio de Leningrado», 900 días y alrededor de un millón de personas muertas, dicen que el ser humano aprende de sus errores, que patatín y patatán, jamás antes, nunca, y mira que han pasado siglos, imperios, guerras y destrucción, se alcanzaron las cotas de inmoralidad y vergüenza que vivimos en el Siglo XX, este es un más que claro ejemplo, nunca antes, jamás, la población civil sufrió tanto las consecuencias de una guerra, y si alguien tiene experiencia de cómo es peor el remedio que la enfermedad ese fue el pueblo soviético en la segunda guerra mundial.

Septiembre de 1941, Hitler en plena invasión de la URSS, sus ejércitos penetran como un cuchillo en la mantequilla, llegan a Leningrado, actual e histórica San Petersburgo, las huestes de Stalin habían preparado el ataque en la ciudad, no caería en manos nazis, o era defendida o era destruida, el que dentro hubieran millones de civiles era lo de menos, mas los nazis, viendo la costosidad de tomar la plaza tomaron una decisión, sitiarla, menos costoso, el resultado, el que todos sabemos, 900 días de horror.

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Una tierna y dulce historia de guerra.

Os Voy a hablar de historia, de guerra, pero ojo, será algo especial, diferente, porque sí, os hablaré de una batalla, de la Segunda Guerra Mundial, pero no de tácticas militares, heroísmos, tiros y demás, no no, qué va, es una historia bonita, de naturaleza, de las que podréis contar a vuestros nietos.

Isla Ramree, enero de 1945, ahí se disputó una batalla, larga, dos meses, como te decía en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, claro, nadie se imagina que en Asia además de los estadounidenses alguien más combatiera al imperio japonés, pero sí, el Reino Unido, el todavía imperio británico (muchas tropas indias combatieron aquí) también tuvo sus acciones, a la batalla, con muy buen criterio, se la llamó «Batalla de la Isla Ramree», dentro de la llamada «Campaña de Birmania».
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La guerra de invierno.

Hay varias frases referentes a la historia que vaya, no dejan de tener su gracia, una por ejemplo, «la historia la escriben los vencedores», que se lo digan a los de Esparta, que si bien ganaron apenas cultivaron las letras y su historia nos viene de fuentes atenienses (sus enemigos), o Vietnam, contada por Estados Unidos, que vaya, que sepamos no ganó.

Otra, «todas las guerras son estúpidas», cambia «estúpidas» por «absurdas» o similares, claro, son frases que quedan bien, nos puede el pacifismo, poner la otra mejilla, para desmontar ese mito os voy a hablar hoy de una guerra, duró poco, quedó eclipsada en la historia, pero que vaya, es claro ejemplo de que una guerra es, en ocasiones, la única posibilidad de sobrevivir, os voy a hablar de la guerra de invierno, un conflicto que enfrentó en el invierno de 1939-1940, en plena segunda guerra mundial, a Finlandia y la Unión Soviética.

No voy a contarte que si la octava división entró por no sé qué sitio y tal, me la suda, intentaré que te pongas en situación nada más, nada de estrategias militares.

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El cine te debe una, cabronazo.

Hay personajes históricos que inspiran películas, la gran mayoría son héroes, militares o civiles, gente que durante su vida o bien hizo cosas extraordinarias (porque por llevar vidas como la mía nadie te recuerda), o la literatura, la leyenda, o vete a saber qué, hace que una vida mediana se convierta por arte de magia en una vida meritoria, hay también veces en las que el retratado en el cine es una figura histórica de esas a las que te gustaría ahostiar, pero con la espalda bien cubierta, porque en el fondo te dan miedo, son como la suegra, la odias, pero llega el domingo y vas a su casa como un corderito y le dices lo ricos que están los garbanzos.

Hay, claro, muchos personajes históricos a los que el cine les debe una, héroes como Albert Richter, de quien ya hablamos, hablé mejor dicho, o Von Lettow, pero también personajes siniestros con una historia siniestra, como el protagonista de este post, Maks Luburic.

Luburic

II Guerra Mundial, la Alemania Nazi controla media Europa, siembra el terror en sus campos de trabajo, de concentración y exterminio, pero es que además esto es como el colega chungo que no quieres para tus hijos, contagia de su fiebre exterminadora cuantas tierras conquista, casos se dieron por ejemplo en los ahora países bálticos, y casos se dieron en los Balcanes, en su momento ya hablamos que en la anterior guerra mundial los Balcanes fueron, aparte de casus belli, escenarios de alguna de las grandes vergüenzas del siglo, bien, cuando en los años 90 la guerra sacudió la zona y se desató el odio amontonado quizá no se entendió que ese odio llevaba ahí decenas y decenas, por no decir centenares, de años, entre otras cosas gracias a gente como Ante Pavelic.

El Ante Pavelic este gobernó un estado títere de la Alemania hitleriana, Estado Independiente de Croacia lo llamaron, nacionalista croata el tipo tenía una larga historia detrás suyo, asesinatos incluidos, cuando aprovechó la invasión de su tierra por las tropas alemanas e italianas para hacerse cargo del gobierno de esa nueva nación, que reprodujo el modelo de estado italiano y alemán, y claro, reprodujo también la limpieza étnica y los asesinatos masivos, ahí entra nuestro prota, Luburic, Maks el carnicero.

El tipo dirigió el campo de concentración de Jasenovac, el mayor campo de exterminio de la zona, donde serbios sobre todo, pero también judíos, comunistas, eslovenos, musulmanes y enemigos políticos fueron masacrados, el número, pues como en las manifas, según quien los cuente desde unas cuantas decenas de miles hasta prácticamente un millón de personas, en todo caso una cifra que se podría calcular en un «ni pa tí ni pa mí» en 500.000 personas, ya sea dentro del campo propiamente dicho o en los alrededores, donde se dio pasaporte a muchos.

Por dar algún ejemplo de la barbarie sufrida allí, había la costumbre, entre los guardias, de según llegaban prisioneros, ir rebanándoles el cuello, ganando la competición obviamente quien más degollaba, un tal Petar Brzica tenía el record con más de 1.300 prisioneros con el cuello rajado en un sólo día, otra costumbre era arrojar a los prisioneros a hogueras, para que ardieran vivos, homenaje sin duda a la quema de brujas medieval, echarlos al río para que se ahogaran (pasaban de un extremo a otro sin despeinarse) o romperles el cráneo con un martillo, a las mujeres obviamente se las violaba antes de darles el destino elegido, eso sí, cuando se recibía la visita de periodistas extranjeros, o de la cruz roja, todo era distinto, comentan también que se despedazaban los cadáveres, incluso se ofrecían en carnicerías cercanas pedazos de carne humana, se echaba sal a las heridas de los presos, metían clavos ardiendo entre la carne y las uñas, empalaron niños… puede, seguro, que muchos de estos actos sean más cosas de la leyenda negra que la Ustasha, el movimiento, policía secreta carcelarios croatas, dejó entre la población civil, en cualquier caso con que se cumplieran la mitad ya sería un horror inconcebible.

Hay que decir también que las milicias chetniks pro-serbias tampoco es que fueran hermanitas de la caridad, enemigos acérrimos de la Ustasha torturaron, violaron y asesinaron a miles de hombres, mujeres y niños croatas, de cualquier forma valga esto como siempre, para entender el odio mutuo, nunca para justificarlo.

Maks visitó los campos alemanes, concretamente Auschwitz, para hacerse una idea de cómo se hacían estas cosas, pero hasta los propios enviados nazis que visitaron el campo se refirieron a él como «epítome del horror» o «uno de los campos más horribles, solo comparable al infierno de Dante», sobre el director del campo dijeron lindezas como “sádico extremo” y de “enfermo mental”, cuando el campo estaba a punto de ser liberado Vjekoslav (Maks) Luburic mandó asesinar a los prisioneros que quedaban y dinamitar el campo, huyendo a salvar el pellejo, y tras pasar por varios países europeos llegó a España, curiosamente como su «jefe», Pavelic, se ve que en aquella época la España de Franco no tenía gran pega en acoger a gente de esta calaña.

Y ahí comienza la segunda parte de la historia, en la que asoma Ilija Stanic y donde asoma el nombre de Vicente Pérez García, este último fue el elegido por Luburic para establecerse en Valencia, se casó, fue padre y esposo amante, dueño de una imprenta, aun con su nombre español siguió en la política, usando su imprenta para dar cancha a sus ideas, en esa imprenta comenzó a trabajar Stanic, este era un agente secreto de la Yugoslavia de Tito, los servicios secretos localizaron a Luburic y le enviaron para darle papeleta, se dice que le envenenó usando café, que nunca fue detenido y que regresó como un héroe a su país, más menos como los armenios que persiguieron y cazaron a varios turcos responsables del genocidio de su pueblo en la I Guerra Mundial.

Pero he aquí que en esta historia incluso el final es bastante menos heroico de lo que se cuenta, Francesc Bayarri es un periodista valenciano que dijo haber encontrado, años después de 1969 (cuando murió Luburic) a Stanic, en la entrevista que este concedió a Bayarri la historia cambia respecto a la versión dada por Yugoslavia, “Cita a Sarajevo” es la novela donde se cuenta esta nueva versión de los hechos, según esta Stanic no mató al asesino croata, que sólo fue un colaborador, da dos nombres como brazos ejecutores, Nikola y Vladimir, de los que nunca se ha sabido nada, que realmente no fueron motivos políticos los que le impulsaron a hacerlo, que incluso llegó a admirar a Luburic, que si lo hizo fue por agravios que este tuvo en el pasado con su padre.

Realmente es imposible saber cuál es la verdad, puede que Stanic no la contara tras tantos años a un periodista extranjero por vete a saber qué motivos, en cualquier caso no me digas tú que esta historia no da para una película, trágica si, pero ahora con tantas secuelas, remakes y similares este es un auténtico guión presto a ser llevado a la gran pantalla.

Posdata, Sirenia, ya han salido, el tema: «The Other Side»:

«The Pacific», lo que pudo ser y no fue.

Cuando Steven Spielberg y Tom Hanks pensaron en hacer «The Pacific» debieron de tener en mente su anterior aventura juntos en una serie bélica, «Hermanos de Sangre», sabían que si hacían algo parecido cambiando el escenario las comparaciones, que de todas maneras eran esperables, iban a ser obligadas, así que decidieron un cambio de estilo, con un presupuesto de lujo presentaron la serie en 2010.

Para llevar a buen puerto la serie contaban con la ayuda, entre otros, de uno de los directores más injustamente ignorados del momento, Tim Van Patten, algún día habría que recordar el curriculum de este hombre, actor, director, productor, en «The Pacific» ejerció de los dos últimos roles, como referencia tomaron varias novelas, con dos de ellas como principales, «Helmet for My Pillow» de Robert Leckie (James Badge Dale en la serie) y «With the Old Breed» por Eugene Sledge (Joseph Mazzello), ambos autores son los personajes principales de la serie junto a John Basilone, este interpretado por Jon Seda, un habitual de HBO, presente en «OZ» y «Treme».

Ese es el principal error, lo que le hace desmerecer respecto a «Hermanos de Sangre», mientras que en aquella seguíamos a un grupo de soldados, siempre el mismo grupo, aquí seguimos a tres personajes que ni siquiera llegaron a coincidir en el frente, acaparan el protagonismo con tres historias practicamente sin conexión alguna, los secundarios pierden peso, quedando desdibujados, otro error, se nota cierto maniqueismo a la hora de contar la historia, los americanos son unos guerreros implacables, parece que juegan con la play matando japos, estos son idiotas del culo que parecen más preocupados en correr a pillar las balas con su pecho que de otra cosa, en un capítulo se nos deja claro que los pobres yankis las pasaban putas en una isla porque no tenían apenas agua potable ni suministros, en una isla rodeada por su marina si ellos estaban así ni qué decir cómo estarían los japoneses, claro que esto es algo en lo que el cine y la tele yanki caen continuamente si exceptuamos cosas como «Cartas desde Iwo Jima».

Más cosas que no me gustaron, en una miniserie bélica, de diez capítulos, dedicar practicamente tres o cuatro a los amoríos es excesivo, es como si pagas una mariscada y hay casi la misma lechuga que percebes, que metas un capítulo digamos que para descansar de tanta matanza pues vale, también el las guerras habrá sitio para la jodienda, pero se pasan.

Así pues, entre que se nos cuentan tres historias sin conexión y que se nos mete mucha paja (en plan fino, que no se masturba aquí ni Dios, que es de Spielberg), hay mucha desigualdad entre los capítulos, en toda serie los hay mejores y peores, importantes y de relleno, pero aquí directamente te ofrecen choped y jabugo.

Porque sí, hay jabugo, donde más luce «The Pacific» es sin duda en las batallas, se nota la pasta invertida, cruda como nunca antes se ha visto en la tele, incluida «Hermanos de Sangre», Iwo Jima queda muy desdibujada y Guadalcanal lo muestran más como videojuego que como otra cosa, pero Peleliu por ejemplo es todo un espectáculo en tres entregas.

Mención aparte para el capítulo dedicado a Okinawa, sin duda lo mejor que he visto en mi vida en la tele cuando se trata de mostrar una batalla, simplemente acojonante, duro, muy duro, aquí la gloria deja paso a las miserias de la guerra, plasmando que no sólo los militares participan en ella, sin duda debió de ser el colofón de la serie, pero metieron un capítulo final dedicado al regreso a casa de los protas, que vamos, sobra como la suegra los domingos.

Así pues, es buena, pero irregular, tiene momentos muy buenos con otros en los que ahostiarías a alguien por cómo pierden el tiempo en chorradas en vez de mostrar lo que mayormente buscas en una serie bélica, tiros, como todo lo relacionado con Tito Spielberg es un producto familiar, es decir, hay muertos, sangre, cuerpos desmembrados pero nada de sexo explícito, para que lo puedan ver los niños tranquilamente.

Postdata, Helloween venía de un par de discos más bien mediocres, sobre todo esa tercera parte del «Keeper» casi avergonzante, así que cuando publicaron «Gambling with the Devil» las espectativas no eran muchas, resulta que sin embargo les salió un LP realmente bueno, potable, recuperando la garra de antaño, variado pero casi sin relleno, de entre el album sin duda el temazo, al menos para mí, es este «Final Fortune».

«Hermanos de Sangre», la familia Easy.

Año 1998, Steven Spielberg rueda con Tom Hanks «Salvar al Soldado Ryan», la película tuvo gran éxito, tanto comercial como en la crítica, a Spielberg debió de gustarle tanto que nada más acabar la peli comenzó a planear una serie de televisión, «Band of Brothers».

Hermanos de Sangre

Teniendo claro que la serie versaría sobre el famoso desembarco de Normandía Spielberg tomó una novela de Stephen Ambrose, biógrafo de Dwight D. Eisenhower y Richard Nixon, le convenció para que firmara en el equipo de producción, hizo lo mismo con Hanks, que además dirigió un capítulo y escribió el guión de otro, y metió en vereda a la HBO, que por entonces tenía ya un gran éxito en forma de «OZ» es curioso, si hay un canal con el que me extrañaría ver a Spielberg ese es HBO, pero la vida es así.

La serie se tituló en cristianés «Hermanos de Sangre», que no es exactamente la traducción literal del título original, pero si sirve de consuelo en algún pais sudamericano lo titularon «Hermandad en la trinchera», cuando no aparece trinchera alguna (se equivocaron de guerra qué le vamos a hacer), tuvo diez capítulos y se estrenó en 2001, curiosamente dos días antes de los famosos atentados de Nueva York, su éxito fue bastante claro, tanto de críticas, como de público como en el tema premios.

Lo que nos cuenta es la historia de la Compañía «Easy», integrante de un regimiento al servicio de la 101 aerotransportada (la del famoso Ryan de la peli), desde su entrenamiento, hasta su traslado a Inglaterra, pasando por su participación en el día D, diversas acciones militares de mayor o menos enjundia, sus encuentros con el horror nazi, con la pomposidad nazi y su disolución, cada capítulo a grandes rasgos es dedicado a un hecho concreto y visto desde la perspectiva de un personaje diferente.

¿Cómo se nos cuenta la historia?, pues a grandes rasgos bien, algún capítulo (en especial el dirigico por Hanks) baja el nivel, pero la serie es de gran factura, espectacular, entretenida, con momentos para la sonrisa, para la emoción e incluso para el drama, consigue que en poco tiempo te identifiques con los miembros de la compañía, que te pongas en su lugar, cae en los tópicos del cine yanki sobre la SGM, los aliados son soldados de primera capaces de tomar un bunker defendido por 100 ogros armados con 200 ametralladoras con un par de tirachinas, cuando pierden es porque la superoridad tanto en número como en armamento de los alemanes era brutal.

En realidad Alemania se pasó en inferioridad numérica toda la guerra, combatiendo en varios frentes y cuando sucedió la invasión de Normandía su presencia en las costas era muy inferior a la de los aliados, pero queda mal ensalzar en demasía a un ejército, el alemán, muy eficaz pero bajo el mando de Hitler.

Aun así tampoco es la típica serie que muestra a todos los aliados como héroes y a todos los alemanes como hijosdeputa sin sentimientos, es más, apenas reparas en estos detalles porque la acción te deja poco tiempo para pensarlos.

El reparto está encabezado por Damian Lewis («Homeland»), quizá el actor más conocido de todos junto al ex-Friends David Schwimmer, aunque el papel de este es secundario, tampoco es que haya protagonistas claros, como curiosidad mencionar a Kirk Acevedo, que rodó la serie mientras su personaje en «OZ» se fugaba de la cárcel, también sale Michael Fassbender, con presencia en «300» o «Malditos Bastardos», en general todo el reparto está bien, tampoco es que sea la serie que más requiera de grandes interpretaciones.

Los efectos especiales y tal pues no desmerecen, se nota que no hay grandes escenas de batalla con miles de extras, pero en general están rodadas con tino, disimulando las carencias, metiéndote de lleno en los tiroteos, explotándote las bombas a tus flancos, ejemplo, cuando nada más llegar a suelo francés tienen que asaltar un nido de ametralladoras.

La serie dicen que tiene bastantes errores, pero luego te pones a verlos y la verdad es que la mayoría de los que se le achacan son del tipo que si se dice que Fulanito tras la guerra fue pintor de coches y en realidad lo era de furgonetas, en todo caso recordemos que hablamos de una serie de ficción basada en un hecho histórico, no es un documental.

Para mí sin duda es la serie bélica por excelencia, que será complicado de superar, me quedo con los dos primeros y los dos últimos episodios, por motivos distintos, pero los más redondos sin duda, es de las de grabar o comprar en DVD porque aguanta más de un visionado.

Unia significó para Sonata Arctica (estamos en la postdata obviamente) un cambio de estilo, criticado, el disco en general no gustó a los fans de la banda, los temas eran «raros», como hechos a pedazos, sin que hubiera continuidad en ellos, realmente a mí fue un disco que me gustó, desde luego mucho más que el siguiente, incluye el que es para mí una de sus mejores canciones, «It won’t Fade»

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