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Madre, no hay más que una.
Hace un tiempo dediqué una entradita de estas a la figura de mi padre, claro, obligado era hacerla a mi madre, si hay una frase cierta es esa de «no hay nada más sagrado que una madre», sin duda, debe de haber algún tipo de vínculo por ahí, inexplicable, que nos hace adorar a esa mujer, la que nos dio la vida, la que nos crió.
Yo soy el pequeño de todos los hermanos, así que cuando quise tener uso de razón ya veía a mi madre viejecina, digo vieja sí, reitero que lo de «mayor» es una chorrada como un templo, nada tiene de malo envejecer, de hecho es lo que casi todo el mundo desea, cansada, siempre cansada, además, para cuando quiso ver a sus hijos pequeños más o menos independientes (y con eso me refiero a ocho añitos) ya era abuela, toda una vida dedicada a criar renacuajos y renacuajas (bueno, renacuajas sólo a una, mi santísima hermana).
Todos sacamos cosas de nuestra madre, yo también claro, mi madre es de las que llegan con tiempo a todas las citas, cuando digo con tiempo me refiero a mucho tiempo, el cole lo teníamos a escasos 5 minutos, pero siempre salíamos media hora antes, «por si acaso», claro, eso en primavera hasta estaba bien, jugabas un rato antes de entrar, pero en invierno resultaba algo incómodo, mi padre solía decir que cuando mi madre se quedaba embarazada ya se iba para el hospital, a pillar sitio para parir, esa es una de las cosas que más claramente he heredado de ella, aunque no siempre claro, me acuerdo el día de mi boda, con toda la familia esperando para ir a la iglesia y yo con mi hermano tomando pacharanes, esa cara que puso es de las que no se olvidan.
Mi madre creo que se vio siempre superada por sus hijos, una panda de cabrones en general, lo intentaba, tenía la zapatilla desgastada de zumbarnos el culo de pequeños, daba igual, si hay algo que tengo grabado a fuego son dos frases suyas, frases que incluso hoy se las repito para hacerla reír, «esto ya es mear fuera del tiesto», que tiene su miga a la hora de comprenderla y ojo, la mítica, «me tenéis harta y tupida»…. a ver, harta, harta vale, es entendible, pero… ¿tupida?, ¿qué coño era «tupida»?, la cosa es que daba igual, tú escuchabas la palabra «tupida» y salías por patas, a ver si pillaba a otro antes que a ti, eso era sinónimo de zapatillazo.
Fue poco a la escuela, pero coño, cómo aprovechó la cosa, esas listas de la compra con las «azanahorias» y los «guevos», pero sobre todo, esas matemáticas, raíces cuadradas y pijadas de esas no, pero a sumar, restar, dividir y multiplicar no la ganaba nadie, administradora genial, todo era «para el mes que viene», nunca pasamos hambre, cosa inexplicable, una familia tan numerosa con un sueldo más bien escaso, gracias a mi madre claro, ropa heredada, remendada, el peluquero era un extraño, para qué si estaba ella, en un plis nos cortaba el pelo a todos, vergüenza pasabas cuando ibas con ella a comprar muebles, ahí siempre regateando con el vendedor, siempre le sacaba algo, unas sillas, una mesa, unas sartenes, lo que fuera, la cosa era sacar algo. Todos hemos oído, o eso creo, alguna vez lo del vaso de la nocilla, ibas tú a ponerte el bocata, «Ama, se ha acabado la nocilla», venía ella, «anda quita», qué arte arrebañando, sacaba pa tres bocatas, esas cosas sí, no son mitos, son ciertas y sólo una madre es capaz de hacerlas.
Previsora, maniática a veces, había que ser dignos, siempre guardaba un pijama nuevo a cada uno por si nos pasaba algo y había que ir al hospital, acojonante, mira que le decíamos que eso es de gafes, yo creo que porque tenía poco sitio en casa, que si no nos compraba un ataúd a cada uno, no fuera a ser que la palmáramos y tuvieran que enterrarnos empapelados con cartones. Esa es otra, luego dicen que una madre no trabaja, los cojones, como empapelaba la tía, ahí en la mesa de la cocina encolando, encajando las juntas, papel que se pudiera luego repintar claro, que no estábamos para derroches, esas imágenes de mi madre dándole a la brocha me vienen a la cabeza cada vez que llamo a un pintor, cómo cambia la vida coño.
Realmente lo extraño es que no estuviera siempre cansada, eso era dedicación, claro, a veces no podía, no podía porque eran demasiadas cosas, y nosotros sí, muy cabrones, si nos decían en el cole que el vino era malo había que comprobarlo, mi hermano con cinco años lo hizo, se trincó un litro así por las buenas, al hospital, mas el muy guindilla se escapó, si es que el que no le diera un infarto con tanto stress es algo inexplicable, sólo así se pueden perdonar sus pequeños errores, como cuando me puse malo y el médico me dio un medicamento, «cada ocho horas señora», cada ocho horas me daba un jarabe apestoso, «no me gusta amatxu», «te lo tomas y punto, que me tenéis harta y tupida», ¿malo?, malo no, malísimo me puse, porque no era jarabe, era una especie de pomada para darme por el cuerpo, da igual, a una madre esas cosillas se le perdonan siempre.
Eso sí, ser el pequeño tiene sus ventajas, creces, tus hermanos van emigrando, te quedas sólo, es la polla, cuando más me ha mimado mi madre ha sido ya de mayor, comías, te levantabas de la mesa, besito a tu madre «bueno, me voy a echar la partida», «vale hijo pásalo bien», hay cosas que las cuento y nadie se las cree, como que con veintimuchos años mi madre me llevaba el colacao a la cama para que pudiera desayunar rápido y volver a dormir, coño, eso era vida, alguna vez se lo he sugerido a la parienta y no, no es lo mismo, si ya te digo, madre sólo hay una.
Helloween, sólo los más grandes pueden «posdatear» a la más grande, «In The Middle Of A Heartbeat»
Mi papá me mima.
Dicen que los homenajes, pararte a pensar en alguien en retrospectiva, es para cuando alguien se muere, si lo haces con la figura paterna pues bueno, tiene un pase si es en el día del padre, pues no, no es el día del padre, ni mi padre está muerto, ojala dure muchos años más, pero hoy quiero acordarme de él, no sé por qué, tampoco hace falta una razón concreta digo yo.
Claro, ahora, que soy padre, me doy cuenta de lo complicado que es, de lo que significa, de lo que se siente, la perspectiva , hace meses cada una de mis hijas me regaló algo para el día del padre, la peque, como aun no sabe leer ni escribir hizo un dibujo ahí en plan guapo, con plastilina, témperas y todo lo que pilló, ahí estaba ella todo orgullosa, al verlo la mayor se quedó así como con cara de decepción, ella tan sólo me había hecho una pequeña postalita, ponía «has sido un buen padre, felicidades», qué coño sabrán ellas, qué sabrá la niña que lo único que quiero en esta vida de ellas es precisamente eso, que piensen que he sido buen padre, qué decir tiene que uno hasta soltó la lagrimilla al leer esas palabras, orgullo vamos.
¿Y el mío?, ¿fue un buen padre?, pues al menos poco usual, claro, ahora entiendes muchas cosas, cosas que antes se te escapaban, mi padre fue de esos que pisó la escuela lo justo, con apenas 20 años ya estaba casado, con un crío y trabajando como un cabrón, a partir de ahí venga críos, me imagino la cara que pondría al decirle mi madre que estaba otro en camino, «dónde coño le voy a meter», un piso (que aun existe y donde siguen viviendo) de menos de 50 metros cuadrados, hasta cinco hermanos (y otro que murió nada más nacer), para volverse loco, mis primeros recuerdos de mi padre son verle llegar de trabajar, sentarse, mi madre nos obligaba a los hermanos más pequeños a ponerle la mesa, la comida, entonces me tocaba los huevos claro, yo no era un criado, luego entiendes el motivo, por una parte era una manera que tenía mi madre de hacernos agradecerle su esfuerzo diario y por otra luego entiendes que entre lo cansado que llegaba el pobre hombre y el ver cómo dos de sus hijos le atendían ese era su momento del día, sin duda, ese y la siesta que se cascaba luego.
Santa paciencia tenía el hombre, ahí subiendo al monte cada dos por tres con la prole, nos llevaba cada día algo para asar, patatas, chorizo si había mucha suerte, daba igual, la cosa era hacer fuego, él cogía, nos llevaba a una cueva o algo, se sentaba y se la sudaba luego lo que hiciéramos, libertad absoluta, quizá otro nos hubiera enseñado a diferenciar los árboles, las plantas, sabiduría popular, él no, el nos daba las cerillas, una hoja de periódico y ala, a fumarse el farias, «que los más mayores cuiden de los pequeños», ese era su lema, y sí, ya lo creo que los mayores enseñaban, demasiado quizá.
Mi padre era amante de la tranquilidad, lo entiendo claro, con cinco hijos en un espacio tan reducido un poco de calma debía ser gloria, uno de los recuerdos que más han perdurado es el estar llorando, llegar él, siempre con esa tranquilidad, preguntarme el por qué lloraba, yo ahí haciéndome de rogar, «¿qué te pasa hijo?», «nada aita», y zas, hostion, «ala, ahora ya tienes motivo para llorar», evidentemente para la próxima que te pillaba llorando ya tenías pensados varios motivos por si alguno no le convencía, tampoco te creas que mi padre era muy de darnos hostias, según él las necesarias, lo malo es que alguna vez sí que era necesario claro, nada de psicología infantil, una vez nos cazó a un hermano y a mí haciendo fuego en su habitación, encima entre nosotros y la puerta (la típica travesura infantil vamos) y mientras mi madre se puso como una loca a chillarnos fue él y toma, sendos hostiones, efectivo, nunca volvimos a hacer fogatas en casa (con él dentro vamos).
Amante de la jerarquía, de la responsabilidad, mi hermano mayor, más que un hermano era un segundo padre. Cierto día nos cogió a dos hermanos (en realidad siempre los mismos, los dos más pequeños), llenos de roña en la calle, no recuerdo qué hicimos para ensuciarnos tanto, pero sí las consecuencias, a la bañera los dos juntos y mi hermano mayor limpiándonos con un nanas, un estropajo de esos como de metal, que coño, dolía, «os vais a enterar cabrones», entró mi padre en casa, nos miró, miró a mi hermano, suspiró y pasó de largo, pero coño, justo en ese momento ni llorabas, y eso que motivo tenías, por si las moscas.
Tú pensarás que menudo ogro de padre, pues no, porque tenía cosas muy buenas, entre otras que para lo bueno tampoco era un padre al uso, mi primera borrachera me la pillé con él, caminata de monte, los dos solos, él con la bota de vino, descanso, «echa un trago hijo», la marcha continúa, otro descanso, para cuando llegué a casa tenía un pedal acojonante, pedal evidente, para mi madre al menos, no lo sé, porque nunca hablé del tema, pero seguro que esa noche mi padre no arrimó cebolleta, no se llora sin motivo, las trastadas traen consecuencias y la vida está llena de peligros, que en la medida de lo posible intentaré no evitarte para que experimentes sus consecuencias, muy protector no era no.
Aprendimos a usar un cuchillo haciéndonos cortes, a encender un fuego quemándonos, a no quejarnos, al menos no por tonterías, de él saqué el levantarme todavía hoy en el metro para cederle el sitio a un anciano, él nos hacía levantar siempre en el autobús para esas cosas, cuando alguien necesita ayuda para pasar una puerta con un coche de niño o una silla de ruedas siempre se la abro yo, es instinto adquirido, mi padre siempre nos obligaba a ello, sus sistema era claro, muchos hijos para una sola madre, porque él estaba siempre trabajando, había que portarse lo mejor posible, por las buenas o las malas, ser solidarios, ayudarnos, como era un peón aprendimos también el enorme valor de cada pequeña cosa, no se te ocurría tirar un cacho de pan, a estirar cada juguete hasta que se rompía y luego a reutilizarlos como sea, hace poco le hice a mis hijas unas pistolas con dos pinzas, flipaban, esos eran nuestros juguetes, un sofá abandonado un lujo, menudos tirachinas sacabas de ahí.
Hoy le miro, con sus nietos, curioso, siempre le suelo decir que estos le mean encima y él contento, «cosa tuya educarlas» me dice, él a mimarlas, qué quieres que te diga, yo le adoro, no se mete en tu vida, siempre te pide permiso para darte un consejo, cuando le llamas siempre está disponible, cuando ha estado enfermo y tú has pasado una noche con él en el hospital su cara es todo agradecimiento, su mirada te emociona coño, siempre intentando molestar lo menos posible, ni un puto reproche, nunca, el más mínimo detalle con él le hace feliz, mínimo para ti claro, como la tarjeta de mi hija, ahora sé que cuando nos mira lo que siente es orgullo, lo que yo siento por mis hijas, lo que intento simplemente es hacerle saber que yo también le miro con orgullo, sí, fue un gran padre, hostias incluidas.
Freedom Call para la posdata, un grupo que me encanta, si te digo que es un grupo que me encanta y te digo que este «The Darkness» es mi tema favorito de ellos comprenderás cuánto me gusta. Cada vez que te pongo un tema es como si me desnudara, te muestro mis gustos, pues con este es como si te enseñara hasta la cicatriz de la vasectomía (por cierto, adivina quién me acompañó cuando me operé, sí, mi padre), si alguna vez te has preguntado qué música me apasiona… pues eso, temas como este.
He llamado a mi padre y me ha dicho que te recuerde lo del día 19: