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«Ni quito ni pongo rey».
La frase del título pues eso, es de esas de común uso, no me lo negarás, «yo nunca la he usado», porque eres feo, feo e inculto, yo cuando vienen mis niñas ahí discutiendo por chorraditas, que si mi hermana me ha arrancado una pierna, que si mi hermana ha criado zombis y me los está mandando a traición comiéndome un brazo, siempre les digo «eh, niñas, que estoy viendo ciclismo, yo ni quito ni pongo rey». En realidad la frase esconde un doble sentido, porque es de esas frases que se suelen usar como diciendo que alguien se mantiene imparcial cuando en el fondo está tomando partido. Ello es así porque en realidad la frase tiene un añadido: «ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor».
Y sí, esta frase tiene un origen histórico muy claro y concreto, se dijo al final de una cruenta guerra civil en el Reino de Castilla, en el Siglo XIV, guerra que enfrentó a dos hermanos, Pedro y Enrique, hermanastros por más señas, Pedro es ese al que le apodan «El Cruel», más que nada porque la más famosa fuente sobre su vida nos viene de la mano de un tal Pedro López de Ayala, ferviente seguidor de Enrique de Trastámara, futuro Enrique II de Castilla, los partidarios de Pedro sin embargo le llamaron «El Justiciero». ¿Cruel? ¿Justiciero? Bueno, Pedro la verdad es que no se andaba con chiquitas, unas cuántas muertes hay que apuntarle.