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Posts Tagged ‘París-Roubaix’

Roubaix, cómo te lo diría yo que lo entendieras.

Llegó la París-Roubaix, «LA carrera», no se me ocurre mejor ejemplo, la eyaculación, es el mejor momento del coito, para los incultos lo traduzco, «cuando te corres, el mejor momento del polvo», pero sabes que es el último puesto que somos hombres y eso de los besitos y abrazos nos sobra. La París-Roubaix es la gran cita de las pruebas de pavé del norte, pero también la última, luego vienen las Árdenas, el Giro y demás, pero ya las grandes clásicas así de piedras pues no, que no están.

Es para mí la carrera más dura del mundo, una carrera que el ciclista ama u odia, no hay término medio, la carrera donde sólo una raza especial de ciclistas puede optar al triunfo, los colgados, la carrera donde durante años más ciclistas obligados han ido, se pedían voluntarios y todo el mundo haciéndose una de orejas. Mira la imagen, impresiona, Flandes es una carrera preciosa, pero esta le gana, ¿por qué?, porque esta, sin tener ni el más mínimo desnivel, sin muros, sin cuestas, tiene algo que le hace ser la «machacahombres», sus adoquines, más separados, en peor estado, la imagen es esclarecedora, esclarecedor también es el canguelo que les ha entrado a los favoritos del próximo Tour de Francia, que tendrá una etapa en la que figurarán algunos de estos tramos de pavé de Roubaix, no todos ni los más duros, sin ser todos y sin ser los más duros están eso, acojonados, hazte una idea.

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Testiculinas, ausencias y exhibiciones.

Pues esta semana recién acabada estuvo uno entretenido con dos carreras ciclistas, hubo más, lo sé, sé también que tú eso ya lo sabes, que estás muy pendiente de la actualidad pedalera, pero a mí me entretuvieron estas dos, la Vuelta al País Vasco y la París-Roubaix, de ambas te voy a hablar, primero y de pasada te diré una frase: ‘I have not seen men with balls’, traduce si quieres pero se entiende, no la he dicho yo, y eso que sé inglés, sino Lefevere, el madamás del equipo belga Quick Step, dirigida a sus propios ciclistas por su labor en una carrera de las previas a Roubaix, el GP Scheldeprijs, viene a cuento de algo que se lleva viendo en el ciclismo desde hace años y que en esta semana también.

Pero nada, empecemos por Euskadi, tiempo de perros, lluvia, granizo, viento y hasta nieve, un recorrido similar al de los últimos años pero que eso, debido al mal tiempo se hizo duro como un nabo enviagrado, para que te hagas una idea, la mitad del pelotón ni acabó la carrera. Sky sigue dando miedo, el equipo británico salía con dos ciclistas menos que el resto, pero se la suda, controlaron la carrera como quisieron, humillando casi, joder, Kyrienka se pasó una etapa entera tirando del pelotón, y eso que faltaban los en teoría hombres fuerte, que qué será la cosa cuando estén estos, aun así no ganaron.

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Roubaix, el infierno que te lleva al Olimpo.

Pues estos días, como ya te he dicho, son un auténtico gozo para el aficionado ciclista, repleto de grandes citas, así será el resto del mes, esta semana se ha disputado la Vuelta al País Vasco, carrera siempre nerviosa, carrera siempre emocionante, sin mucha dureza, la justa, en píldoras, ratonera, con trampas allá por donde pasa, sorpresas en forma de rampas cortas pero de pendientes imposibles. Allí ganó Samuel Sánchez, ciclista que, aunque asturiano, ha ligado toda su carrera ciclista a Euskaltel-Euskadi , por lo que se puede hablar de victoria local, victoria además a lo grande, ganando la última etapa, una crono igual de ratonera o más que el resto de la carrera, victoria emotiva sin duda.

Imagen Roubaix
Pero sin duda la cita ineludible es la París-Roubaix, «El Infierno del norte» como se la conoce, la carrera más exigente del calendario de clásicas, con pavés hay muchas, pero ninguna con tantos tramos y tan duros como esta, si llueve esto es un verdadero ejercicio de épica sobre pedales, si no llueve el polvo hace su trabajo, maquina destrozahombres, caídas, accidentes, pinchazos, espectacular como ninguna, este carrera siempre nos muestra imágenes para el recuerdo, alguna de ellas acompañarán esta entrada, para que te hagas una idea de lo que supone correr por estas carreteras.

No se me ocurre mejor forma que mostrarte estas imágenes para transmitirte la dureza de la París-Roubaix, carrera prácticamente llana, sin rampas, sin muros, cuya única dificultad es pasar estos tramos de pavés, cada entrada en uno de ellos supone un ejercicio de supervivencia, sí que te puedo asegurar que para mí ver esta prueba es como para un cinéfilo ver «El Padrino».

Ninguna otra prueba tiene tantos kilómetros (51) que transcurran por ese machacahombres llamado pavés, pavés en muchos casos cuya existencia data de tiempos de la Revolución Francesa, son muchos, pero encima mal conservados, desgastados por el tiempo, el tiempo referido a años, el tiempo referido a lluvia, viento, nieve, tierra además que sufrió como pocas la Gran Guerra (el sobrenombre del infierno del norte viene de esa época, y se refiere al escenario de la carrera y no a ella misma), tiene pues incrustada en sí misma la épica, el heroísmo, no hay carrera que más filias y fobias despierte dentro del pelotón que esta, muchos la aman, viven por ella, para ella, otros la odian, alguno prácticamente se dedica a correr Roubaix, muchos la han corrido obligados, hay que ser de otra pasta para dominar el bosque de Arenberg, Mons-en-Pévèle, Le Carrefour de l’Arbre, los más míticos y duros de los tramos
adoquinados.

Imagen Roubaix Este año sin duda la prueba estaba condicionada por la ausencia de Fabian Cancellara, que hace dos años dio una auténtica exhibición aquí, el ciclismo moderno está huérfano de grandes gestas, de pequeñas gestas, de intentos de mínimas gestas, repleto de miedos, de temores, de conformismos, encontrábanos además con la circunstancia de que el gran favorito, Tom Boonen, estaba en estado de gracia, él y su equipo, como además a Boonen le da igual el romper la carrera o no, puesto que al sprint pocos son capaces de mojarle la oreja lo presumible era una carrera controlada. Más controlada incluso si teníamos en cuenta que uno de sus principales rivales, Thor Hushovd, basa siempre sus opciones en eso, en llegar delante sin más, para jugársela también al sprint, para rematarlo teníamos que el equipo del noruego era la otra gran escuadra a priori, pocas opciones de una carrera loca teníamos, más bien el control absoluto, pero siempre queda la cosa de que cuanto menos esperes de algo más agradeces lo poco que luego te ofrezca.

Antes de contaros acerca de la carrera en sí quisiera, como prólogo, hablaros de Frédéric Guesdon, un ciclista francés, este es de los que aman Roubaix, camino de los 42 años, aún en activo, su plan era claro, alargar su carrera hasta aquí, hasta la París-Roubaix, la carrera que ya ganara en el año 1997, «su carrera», allá por enero se fracturó la cadera en el Tour Down Under, daba igual, él cumpliría su parte, se recuperó a tiempo, contrarreloj para llegar a su meta, correr por última vez el infierno, pero el infierno no es romántico, no entiende de amores, es cruel, es amargo, tomó la salida, tuvo su ocasión de despedirse de su amada, pero su amada le devolvió el gesto de la manera más indigna, mandándole al suelo, así paga Roubaix a sus enamorados, con sangre, sudor y lágrimas.Imagen Roubaix

No fue el único, claro, si algo premia la París-Roubaix es la supervivencia, la selección clara, primero los débiles, luego pinchazos, caídas, accidentes, tropezones, cada paso de pavés una aventura nueva, mantenerse sobre la bici un milagro, se preveía algo aburrido, se preveía poco movimiento, ya te dije, luego la realidad nos suele sorprender, y vaya si lo hizo, de aburrida nada, carrera rápida como pocas veces se recuerda, ni un instante de tranquilidad, porque no eran segundos espadas quienes atacaban, eran Flecha, Ballan, Chavanel, la creme de la creme, a todo esto vuelve el pasado.

Hace dos años en este escenario, y previamente en Flandes, Fabian Cancellara ganó, hizo el mítico doblete de las piedras, lo hizo a lo campeón, desde lejos, como exige la entrada en la leyenda, Boonen ganando hoy entraba dentro de los mitos, si no lo estaba ya, su temporada era redonda, había ganado casi todo lo disputado, pero la sombra del suizo era alargada, así que el belga fue a la taquilla y solicitó entrada VIP.

Arranca Tom, arranca con él media Bélgica, rabia, a cada bote sobre el pavés sufre, pero más sufren sus seguidores, incapaces, rotos, encima aparece la temida lluvia, no en forma copiosa, pero sí lo suficiente como para formar el traidor barrillo, para humedecer aun más el verdín sobre la piedra, para hacer una trampa de cada curva, a Boonen le daba igual, exhibición grandiosa, qué campeón, los últimos kilómetros eternos, sufriendo al ver su cara, poderío, fuerza, descomunal fuerza, pero también sufrimiento, resoplidos, fatiga, extenuación, yo rezando a todos los Dioses ciclistas, «que no pinche, por lo que más queráis, que no pinche ahora, no sería justo», puta Roubaix que no mima a sus hijos, eterno sinvivir, hasta que él mira a cámara, saca la mano y extiende cuatro dedos, te lanza su sonrisa, «nadie me quitará el cuarto, tú tranquilo».

Y con su ánimo me sereno, me dedico a disfrutar, a verle entrar en el mítico velódromo de Roubaix, dar la vuelta de los campeones, ganar, detrás llegan otros, da igual, en días como hoy sólo hay ojos para uno, en Flandes Tom Boonen ganó, en Roubaix Tom Boonen pedaleó para ganarse la gloria, para entrar en el Olimpo.

Boonen

Guns N’ Roses, míticos, tras muchos muchos años de espera a finales de 2008 publicaron por fin un nuevo trabajo «Chinese Democracy», sin la gran mayoría de sus miembros de antaño y sin demasiado éxito, de hecho te puedo contar que el disco para mí significó una gran decepción, no me llamó ni la más mínima atención, eso sí, cuando Axel se pone a cantar al amor se sale, dentro del álbum una balada, «This I Love», acojonante, preciosa, perfecta.

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