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«Vikings», Ragnar Lothbrok al rescate del tedio.
Sales de trabajar, llegas a la marquesina de la parada del autobús, está rota, llueve y te mojas, hace frío, graniza, luego nieva, luego todo junto, nieva, graniza y llueve, luego todo junto y además con viento, a lo lejos ves venir una ancianita dispuesta a contarte su operación de cadera, mostrando cicatriz. Está claro que en una situación asín esperas con ansia la llegada del autobús ¿no? Pues asín esperaba yo la llegada de la segunda temporada de «Vikings», la serie de vikingos por antonomasia (ojo que he ido al diccionario a ver si era adecuado o no «antonomasia»).
Hablamos, seguro que lo sabes, de una serie que Michael Hirst parió para History Channel, no tengo datos exactos de audiencias y tal, pero deben ser buenas porque ha sido renovada para una tercera entrega, a mí la verdad es que me flipa, la primera temporada, salvando un primer episodio algo coñazo, fue un exceso de violencia y sexo, sexo a veces muy violento, con una panda de vikingos grillados ahí asaltando pueblos ingleses asesinando por doquier, un espectáculo. El tema recurrente, el rigor histérico 🙂 pues cumple, no es excesivamente criticada por los que saben vaya.
«Vikingos», la serie.
Hay momentos en la vida de un hombre que se esperan con ganas, ese que piensas es uno, desde luego, el primer coche, imprescindible para lograr lo anterior, cuando una de tus grandes aficiones es ver series y otra leer y ver documentales de historia pues el que se estrene una serie como «Vikings» es, desde luego, un momento esperado, mejorable propuesta solo caso de haber incluido a, por ejemplo, Blind Guardian en la banda sonora. «Vikingos» es una serie producida por el Canal Historia, he leído por ahí que la primera serie de ficción del canal, mentira, de una ya te hablé en este blog, «Hatfields & McCoys».
Tiene, a la cabeza, como creador, o «Showrunner» que dicen los guiris, a Michael Hirst, el de «Los Tudor», «Los Borgia» o el truñete llamado «Camelot». Esto es importante, se supone que viniendo de un canal tan prestigioso, con un antecedente como la anterior serie, bastante buena, y con un especialista como Hirst, en series de ficción histórica el resultado final tiene que ser de garantías.
El reparto, Travis Fimmel, Clive Standen (Que sale en el truñaco mencionado anteriormente), el reconocido Gabriel Byrne, y por citar a alguno conocidillo en el resto del casting pues Jessalyn Gilsig o Donal Logue («Hijos de la Anarquía»). Curiosamente tenía yo pendientes de ver un par de documentales acerca de los vikingos, pero vaya, que la entrada de hoy será sobre la serie, decir que esta primera temporada tiene 9 capítulos y que ya ha sido renovada para una segunda, que tendrá 10.
«Camelot», indiferencia.
Si esto de las series fuera como las comidas (hablamos de gastronomía, no empecemos a pensar de más), “Camelot” sería como un filete ruso, gusta a casi todo el mundo, es sencillote, no gran cosa, pero comestible.
“Camelot” es una seré coproducida entre otras por la cadena Starz, responsable de «Spartacus» o “Los Pilares de la Tierra”, lleva el sello de Michael Hirts, creador entre otras de «Los Tudor», «The Borgias»
o la peli “Elizabeth, la Edad de Oro”, bien pudiera tratarse de una mezcla de todas ellas, es lo que tiene el filete ruso, que es a base de carne picada y puedes echarle ternera, buey, pollo, pavo, cerdo y hasta cobaya.
La cosa no llega a ser la bacanal de «Spartacus», pero sigue teniendo su tensión sexual, no se trata por lo tanto de una serie que filmaría Spielberg.
La historia se basa en el Rey Arturo, Merlín, Morgana, claro, al tratar sobre una leyenda tienes la ventaja de poder interpretar la historia como te salga de los witos, cada vez que la leyenda artúrica se lleva a la gran o pequeña pantalla sale algo que no tiene nada que ver con lo anterior, en este caso nos presentan a los protas todos más jóvenes y guapos de lo que nos los podríamos imaginar, enseñando por cierto bastante pechuga y bastante posadera, lo cual siempre es de agradecer.
El tema es que el resultado te deja indiferente, incluso a ratos te aburre, son más, eso sí, los momentos en los que flipas, por lo predecible de algunas escenas y lo increible de otras, increible en el sentido literal de que no te las crees de ninguna manera, ejemplo, la mala, (una bella Eva Green, por ponerle cara la chica de “El Reino de los Cielos), mala y bruja, pero con un buen par de aldabas eso sí, coge la apariencia de la mamá de Arturito, nadie obviamente se da cuenta, la mamá (Claire Forlani, muy perjudicada por la edad para mi gusto), se escapa, va a Camelot, la que se supone que es la capital del reino, un castillo donde al parecer puedes entrar como te salga de los huevos, sin encontrarte a nadie en las puertas ni dentro, bueno no, se encuentra con alguien, ¿adivinais quién?, sí, la bruja mala que ha tomado su cuerpo, escenas como estas son las que echan a perder la serie, y está plagada de ellas.
El reparto pues eso, entre que hay gente como Jamie Campbell Bower, insufrible como Arturo, Tamsin Egerton, casi tan repelente como Ginebra, que de lo mejor que tenía, James Purefoy (aunque algo sobreactuado), se lo cepillan al segundo capítulo y que Joseph Fiennes, en teoría la gran base del asunto apenas luce pues te encuentras que tampoco por ahí vamos bien.
Y eso que la cosa comienza bastante bien, los dos primeros episodios pues eso, dan el pego, entretienen, hay hasta algo de acción, pero luego se pasa demasiado de “yo te quiero, no yo más, que no tontín yo más” entre Arturo y Ginebra, las maldades de Morgana que insoportablemente no llegan ni a buen ni a mal puerto nunca, con lo que acabas hasta las narices de ella también y las desventuras de los caballeros paladines del Rey, todos bastante sosos.
Lo mejor del tema es que no habrá más temporadas, problemas de agenda de los actores principales ha sido la excusa, para mí es que han recapacitado y se han dado cuenta que para seguir con esto mejor comenzar algo nuevo.
Por cierto, una de las cosas que más me hizo ver que esto de «Camelot» no era sino algo trillado es el triángulo amoroso, cuando en el cine o la tele se da un triángulo amoroso suelen darse dos opciones, una, el antagonista del prota es malo, morirá a manos del guapo y apuesto prota, segunda, el antagonista amoroso es bueno, encima amigo del prota, date por jodido, morirás igual, y casi seguro intentando salvar al guapo, encima eso que se suele decir cuando la está palmando, «cuídala», no hombre, sé original y dile, «por favor fóllatela por mí, que casi ni me ha dado tiempo capullo».
Gamma Ray para la postdata, grupo veterano, fundado por Kay Hansen, ex de Helloween, siguiendo la estela de los calabazas keeperianas, «Insurrection» es un tema relativamente reciente, pero tiene un aire a clásico de los buenos.
«Los Tudor», de verdad, no es tan mala.
Toca hoy hablar de «The Tudors», en cristianés «Los Tudor», serie producida entre otras por Showtime, cadena responsable entre otras de la exitosa «Dexter», sale de la pluma de Michael Hirst, auténtico especialista en cosas de época medieval, es responsable de «Elizabeth, la Edad de Oro», «The Borgias» o «Camelot».
Entre que la historia que cuenta es más o menos de las conocidas y que la han pasado por La Primera el argumento es conocido, la vida en la corte del Rey Enrique VIII de Inglaterra, sus polvos con diversas cortesanas, sus esposas, las seis, su consejo, sus políticas, sus aventuras con la Iglesia de Roma, básicamente eso es, al contrario de lo que sucede en series como «Roma» aquí el pueblo llano practicamente ni aparece o lo hace como meras excusas.
El reparto eso sí es de campanillas, Jonathan Rhys-Meyers, Sam Neill, Maria Doyle Kennedy (que fue la única premiada del reparto y aparece también en la anteriormente citada «Dexter»), Joely Richardson o Peter O’Toole son los nombres quizá más reconocibles del plantel.
Mucho se ha criticado a esta serie por su falta de rigor histórico, seamos serios, pocas lo tienen, incluso la antes citada «Roma» es un cúmulo de falsedades históricas, eso sí, es mucho más verosímil, cierto, «Los Tudor» peca de poner al frente de los personajes a actores y actrices mucho más jóvenes y guapos de lo que eran en realidad, hago aqui referencia a «Las seis esposas de Enrique VIII», serie de los primeros setenta donde sí, Keith Michell borda el papel de Enrique tanto físicamente, donde parece un calco, como en el carácter del Rey, eso sí, las esposas por ejemplo en esta serie aunque se parecen mucho más a los retratos son mostradas en pantalla mucho más subjetivamente que en «Los Tudor».
Tiene la serie personajes realmente atractivos, como el Cardenal Wolsey (Sam Neill), protagonista de una de las escenas, al final de la primera temporada, más redondas de la serie, Tomás MoroTomás Moro (Jeremy Northam), perfecto ejemplo de cómo mostrar en pantalla los horrores y sufrimientos que causa y padece un hombre haciendo lo que cree correcto o Thomas Cromwell (James Frain, uno de los vampiros de «True Blood»), para mí el Personaje, con mayúsculas.
Otro gran acierto son las diversas ejecuciones, muchas de ellas fieles a más no poder a cómo sucedieron, las de Ana Bolena, Catalina Howard o Cromwell sirvan como ejemplo, esta última realmente espectacular, sí, la serie rebosa de violencia, sangre y crudeza, no es para niños, si a eso le sumamos que nos hartamos a ver culos y tetillas pues tampoco para Spielberg y su público familiar.
Vamos ahora con lo que no me gustó, alguna de las tramas desaparecen sin más, sin que siquiera haya una referencia que las de salida, por ejemplo, el Papa le pide al Rey Francis de Francia que invada Inglaterra, nada se sabe más ni de la invasión, ni del Papa ni del pobre Rey Francés, la historia del Cardenal Pole y de Francis Bryan, uno intentando tomar el poder en Inglaterra y el otro persiguiéndole por media Europa de repente desaparece, también los personajes claro, sin más. Otra cosa, más bien detalle, que chirría es la presencia de personajes que aportan bien poco como los de Anthony Knivert o el último embajador francés, con el agravante de que encima en sus respectivas temporadas aparecen en los títulos de crédito, cuando otros, como el embajador español, con presencia permanente no.
La serie tiene altibajos, la primera temporada, con el enamoramiento del Rey y Ana Bolena se hace un poco pesada con tanto «te quiero, no, yo a tí más», la segunda para mí es la mejor de todas, quizá porque cambiamos el amor por ejecuciones, la tercera y la cuarta tienen mucho relleno pero no están mal, eso sí, contando conque entre ellas se pierden algunas tramas como ya dije antes, al abarcar tantos años sólo los personajes de Enrique y Charles Brandon (Henry Cavill) aguantan, aunque hay sorpresa final.
En fin, que si bien no puede ser tomada como una lección de historia sí que entretiene lo bastante como para verla y quizá gracias a ella interesarse por una dinastía, Los Tudor, que dio varios de los reyes más famosos de la pérfida, Enrique, su hijo Eduardo, que definitivamente rompió con el Catolicismo e instauró la Iglesia Anglicana, María, Bloody Mary, que volvió al Catolicismo a base de quemar gente, y Elizabeth, La Reina Virgen, que volvió a retomar el camino anglicano, tiene interés y la historia se cierra, podría haber seguido con los reinados de los hijos, pero decidieron tomar la vida del Papa Alejandro y sus cabrones hijos.
Para la postdata algo grande, Mercenary es una banda danesa que mezcla varios estilos, entre el power y el death melódico, me une a ellos una relación especial, de sus discos hay muchos temas que no trago ni don un litro de Absolute y otros que me apasionan, como este Isolation (The Loneliness In December), que seguramente entraría entre los 15 o 20 temas de mi vida, canción realmente potente, evocadora, cautivadora.