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«Frozen» y la animación.
Uno va poco al cine la verdad, los pocos días que suele ser medianamente barato son entre semana y ahí no tienes tiempo, lo tienes el sábado, el sábado vas con las dos niñas, entras con una de ellas y dejas a la otra en pago, luego la molestia de entrar a la jaula de las niñas empeñadas y batirte el cobre con el guardián para rescatarla, que si llegas a casa con una sola la parienta se cabrea, y coño, que siempre dejo a la pequeña, entiendo que a la mayor la haya cogido cariño, pero, ¿a la enana?, si tiene 7 años por dios, no hay tiempo en 7 años para encariñarte de ella.
Ya no es la entrada, ocho pavos, si es en 3D más, es que más vale que vayas bien surtido porque vamos con los precios de la tienda de chuches, estaba yo en la última vez ahí sentado y a la mayor se la antoja una cocacola, salgo, la pido, «tres euros cincuenta caballero» me dice el pavo, me bajo los pantalones, «por dios caballero, recato y pudor», «ni recato ni hostias, por ese precio espero que al menos me la chupen«. Mas no es de los precios del cine de lo que quisiera hablarte, no, es de «Frozen», es del cine infantil, de las pelis de dibujos.