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Los excesos de Schindler.
No me gustan las risas enlatadas de las «Sit-com», creo que el hombre (en genérico) tiene la suficiente capacidad como para saber si algo es gracioso o no, al menos lo que es seguro es que sabe si lo que escucha o ve le resulta gracioso a él, me toca la moral (y los cojones, pero no es este un blog para malhablados) que me hagan notar que lo que estoy viendo es gracioso. No voy a hablarte de comedia, voy a contarte sobre Spielberg, sobre «La Lista de Schindler».
No te voy a negar que para mí el tito Spielberg hace tiempo que perdió la magia, sus últimas pelis me parecen una sucesión de truños, «War Horse» sería ejemplo de peli suya entretenida, pero insustancial e insultante para sus primeros títulos, «Lincoln» sería ejemplo de peli con sustancia, seria y sin tufo a Walt Disney, pero aburrida hasta hacerte añorar hacer cola en una sucursal bancaria para pagar el IBI. Cuando hice la entrada dedicada a «El Pianista» yo mismo hice unas pequeñas comparaciones entre esta y «La Lista de Schindler», a estos matices diferenciadores dedicaré la entrada.
Lo relativo de una masacre.
Carlos es uno de los personajes (sin segundas, suelo tomar a todo nick de internet más como eso, personajes que gente real) más interesantes que me he topado en este mundo de los blogs, cabrón, mucho, sincero, atípico, suele caer mal incluso me atrevería a decir, quizá por eso me guste tanto, fuera aparte su personalidad es un tipo que escribe bien, para qué negarlo, es de esos que uno mira con disimulada envidia, es también un duro conversador, incansable, no te dará la razón y si te la da quizá debas preocuparte.
En la entrada que dediqué a esa maravilla de peli llamada «El Pianista» surgió un debate acerca de atrocidades pasadas y recientes, yo mantengo que cualquier matanza, masacre, como la de los nazis, o las de Stalin en esa misma época, son peores en comparación con cualquiera de las sucedidas en siglos anteriores, esta entrada intentará servir para argumentarlo, otra cosa es que lo consiga.
«El Pianista», el horror del Gueto de Varsovia.
Cuando vi «El Pianista» por primera vez, al empezar a verla me refiero, las miradas sin querer se me iban a «La Lista de Schindler», quizá la peli más famosa que tratara del holocausto judío, las comparaciones con todas las pelis que trataran el tema a posteriori resultaban inevitables, de hecho cuando la he vuelto a ver he sufrido de esa manía tan humana que es comparar, siempre comparo ambas, cuando veo una me acuerdo de la otra y viceversa, cierto es que no es necesario hacerlo, pero lo dicho, resulta inevitable, la cosa es que a día de hoy no sabría con cuál de ambas quedarme.
Nunca he sido fan de Roman Polanski, tampoco he sido nunca fan de Adrien Brody, mas debo reconocer que en esta peli ambos están de sobresaliente. «El Pianista» no es más que relatar las vivencias de Wladyslaw Szpilman, un pianista judío que realmente existió y en cuyas memorias está libremente basada la historia, durante la Segunda Guerra Mundial, es una historia de supervivencia pura y dura, sobre todo esto, dura, si lo que normalmente nos cuenta el cine acerca del asesinato masivo de millones de judíos es el tema de los campos de trabajo, concentración y exterminio aquí se nos relata la misma historia de asesinatos y humillaciones pero desde el punto de vista de los judíos polacos que sufrieron en el Gueto de Varsovia.
El Ángel del Gueto de Varsovia.
En la entrada dedicada a John Rabe y en sus comentarios resultó inevitable cierto debate, apareció la figura, entre otras, de Oskar Schindler, famoso tras la peli de tito Spielberg, gran peli para mí, aunque uno nunca sabe si caso de tener que elegir elegiría esa o «El Pianista», bien, sin entrar en detalles el tema es que de esos comentarios surgió el nombre de Irena Sendler, de cuyos actos prometí contar al liante de santorales Triste Sina.
Y de ella irá esta entrada, nada habrá de divertido porque la historia de Sendler de divertida tiene poco, sí mucho de heroica, de desinteresada, sí de llevar sus ideales a su máxima expresión, se habla de ella como «enfermera católica», mira, no es por tocar las narices, de hecho cuando hablé de Bartali ya dejé claro que tanto él como la organización para la que trabajaba eran católicos, pero hay muchas dudas acerca de la religiosidad de Irena, de sus ideas, desde luego no era religiosa, más bien parece que militaba en el socialismo de la época, en todo caso lo importante no era lo que pensaba, sino lo que hizo.