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Faber, morir tal como vivió.
No sé si sabrás que este año es el centenario del comienzo de la «gran guerra», la Primera Guerra Mundial de la que me he ocupado en numerosas ocasiones siempre con excelente criterio, sabéis también que el ciclismo es mi deporte favorito, pues eso, como quiero hacer una entrada así en plan recordatorio de esa contienda militar pues he decidido mezclar la guerra con el ciclismo, esto sería así como ampliar un tema ya esbozado en esta entrada, se trata de recordar a alguno de los ciclistas muertos en combate.
Fueron muchos, algunos famosos, Emile Engel, Carlos Oriana, Lucien Petit-Breton, Emile Friol… Estos fueron los famosos, los que eran estrellas, a saber cuántos más del montón perecieron, imposible saberlo, alguno incluso volvió, como Philippe Thys, belga, ganador de dos Tours a principio de los años diez y que tras la guerra volvió para volver a ganarlo en 1920. Mas cuando se habla de ciclistas muertos en el frente de la «gran guerra» es inevitable que surjan dos nombres, Octave Lapize y François Faber.
LLamando a las puertas del cielo.
En los últimos años nos han ido sorprendiendo las noticias de la muerte del joven Frederick Nolf en Qatar, de Wouter Weylandt en el Giro, de Xavier Tondo entrenando, de la de Nolf nunca sabremos las causas ya que los padres se negaron a la posibilidad de la autopsia, sin duda traumática fue también la muerte de Frank Vandenbroucke, uno de los juguetes rotos del ciclismo, gran promesa otrora y luego estrella entre fugaz e intermitente, pero siempre con la genialidad de su lado.
Evidentemente no han sido ni los primeros ni lamentablemente serán los últimos en fallecer sobre la bici, bien compitiendo, bien entrenando, la lista sería enorme, mas el objeto de esta entrada es recordar ciclistas que murieron en circunstancias digamos «anormales».
Sin duda una de las muertes en el ciclismo que más suele grabarse en la memoria es cuando sucede en carrera, la más famosa de la historia sin duda es la del británico Tom Simpson, subiendo Mont Ventoux, aunque no fue la primera del Tour, tal dudoso honor le corresponde a un español, Francisco Cepeda, bajando Galibier en 1935, pero después otros nombres se han sumado a la lista, quién no recuerda entre otros a Fabio Casartelli en el Tour del 95, a Manuel Sanroma en la Volta del 99 o a Andrei Kivilev en la París-Niza de 2003, incluso ruteros que hicieron sus pinos en pista, como Isaac Gálvez, no se libraron del maldito destino, muriendo en Gante en el 2006 en plena competición. Por cierto, el ciclista que involuntariamente causó la muerte de Gálvez, Dimitri de Fauw, se suicidó poco después incapaz de vivir con esa tragedia en la cabeza.
La de Simpson tiene doble lectura por supuesto, cierto es que murió en carrera, pero no fue por accidente alguno, sino por causa de las drogas, quizá fue el primer gran toque de atención sobre los peligros del doping, Jean-Pierre Monséré cierra este capítulo, no porque su muerte sea más importante, sino por la manera en la que sucedió, más bien por el maillot que llevaba en ese momento, el arcoiris, quizá con él comenzó eso que se llama «La maldición del maillot arcoíris» , apenas unos meses antes había ganado el Mundial de ruta, conmoción también tuvo la noticia porque el belga estaba considerado como una de las más firmes promesas del ciclismo de la época, promesa y realidad vamos.
Lo lógico y natural es que el ciclista muera en la vejez, de enfermedades varias, como Jaques Anquetil, muerto de cáncer de estómago en el 87, eso, la enfermedad, es lo que se supone que debe de acabar con nuestros días, aunque sea algo como la malaria en el caso de Fausto Coppi y circularan rumores acerca de un posible envenenamiento.
Los accidentes forman parte de nuestra vida con asiduidad, el tráfico siega muchas vidas año tras año, los ciclistas no pueden ser ajenos a esto, ya sea en plena flor de la vida, como Alberto Fernández o Ricardo Otxoa o ya retirados, como Jean Robic.
De accidente de tráfico murió también el campeón suizo Hugo koblet, aunque aquí se especula con la posibilidad de que no se tratara realmente de un accidente, sino de un suicidio, suicidio fue también el trágico final de otro gran campeón, Luis Ocaña.
Dos hombres y un mismo destino, trágico destino, Marco Pantani y José María Jiménez, ambos grandes escaladores, ambos murieron en circunstancias poco claras, no es vida fácil la del ciclista y eso en ocasiones conlleva una muerte temprana.
Los tiempos más remotos nos traen quizá la muerte del ciclismo más extraña, Ottavio Bottecchia, quien eso sí, sin plena confirmación, parece que murió a pedradas a manos de un agricultor francés.
Tampoco se han librado los sufridos corredores de la épica de la muerte en combate, François Faber, el luxemburgués que no quiso ser francés dio sin embargo su vida por el país galo, en 1915, al servicio en la legión extranjera, no fue el único, dos años después Octave Lapize se le unió en el dudoso honor, pero este tenía algo más de pedigrí, sirvió y murió en la aviación francesa.
Otros dos nombres más a sumar dentro de esas muertes de ciclistas que se alejan de lo «normal», Michel Bon y Jean-Pierre Ducasse, ambos franceses y compañeros en el equipo Sonolor-Lejeune de 1969, equipo en el que entre otros militaba un belga de nombre Lucien y apellido Van Impe
Ambos tenían 24 años cuando dejaron este mundo, un 18 de febrero de ese 1969, Ducasse era un ciclista de cierto nivel, había sido por ejemplo segundo en la Vuelta a España dos años atrás, por detrás de otro grande, Jan Janssen además de haber sido a su edad dos veces ya campeón nacional de ciclocross, Bon era más nuevo que su compañero en el campo profesional y apenas había hecho nada destacado.
Ese fatídico 18 de febrero ambos se encontraban en su habitación, dentro del hotel de concentración de su equipo, en Villeneuve-Loubet, por causa de una pérdida de gas por parte de un aparato calefactor.
Curiosamente uno de los mecánicos del equipo, de nombre Lucien Goudermon se había librado por los pelos de morir a causa de otra fuga de gas.
Acabamos con las faldas, que también han supuesto muertes en el ciclismo, 1935, Henri Pélissier muere disparado por su compañera sentimental, aunque para trágica, para romántica, la muerte de René Pottier, el primero de nuestros protagonistas en morir en 1907, ¿la razón?, suicidio, por amor, porque el amor mueve la vida, y en ocasiones, las menos afortunadamente, mueve la muerte.
Dragonland protagoniza la postdata, suecos ellos, veteranillos ya, no es que hayan conseguido gran repercusión, pero tienen su encanto, hacen un power bastante conseguido, elementos épicos, bastante melodía, rapidez en algunos momentos, de ellos este bonito tema: «Beethoven`s Nightmare»