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«Breaking The Chain», comenzamos con los ochenta.
En el anterior capítulo dedicado a la historia del dopaje nos quedamos en el bochornoso y surrealista asunto de Pollentier y demás, hoy nos adentramos ya en los ochenta, década que marca el comienzo del despiporre padre, no es que los ciclistas de repente comenzaran a doparse masivamente, ya lo hacían, lo que cambió es que los controles antidoping comenzaron a dar sus primeros frutos, y sobre todo que empezó la moda de las confesiones. Esto resulta siempre curioso, nadie en mitad de su carrera, y sin ser cazado, reconoce ni hostias, siempre se hace cuando ya nada tienes que perder, años después, pero en fin, al lío.
«Caso Festina», sí, es de finales de los noventa, pero es aprovechable, el fisio del equipo era un tal Willy Voet, uno espera de un fisio eso, cuidados físicos, masajitos y tal, Voet fue el tipo que propició todo el escándalo del equipo Festina al ser detenido en la frontera francobelga con un cargamento de productos que distaban mucho de ser usados normalmente por un fisio, anfetaminas, narcóticos, EPO, hormonas del crecimiento, testosterona etc etc, peo como digo a eso ya llegaremos, es por situar a este hombre. Hombre que tiempo después cantó de lo lindo en un libro llamado «Prikken en slikken», traducido al inglés como eso, «Breaking The Chain».
De cómo el ciclista aprendió de los errores del pasado.
Toca nuevamente ese tremendo e interesante serial dedicado a la historia del doping, la verdad es que no tiene mucho sentido seguir, el motivo del asunto era evidenciar que el doping estuvo generalizado toda la vida, que el escudarse en «no he dado positivo en la vida» es como decir que Lucia Lapiedra es virgen porque nunca ha tenido hijos, di que siguiendo el mismo ejemplo hay muchos ciclistas que incluso en el paritorio se empeñan en decir que ha sido el espíritu santo quien les metió la droga en el colacao.
Pero qué le vamos a hacer, una vez puestos, y aunque el asunto de los positivos tardíos del Tour 98 creo que abrieron los ojos definitivamente a una verdad que algunos mantuvimos durante años siendo tachados de enfangadores e hijosdeputa, la cosa es que me apetece seguir, sé positivamente que a la mayoría de la gente que sigue este blog este asunto se la pela, recomiendo al respecto releer la primera parte de esta entrada.
Sexo y rock and roll, no sé, pero drogas… doping en los 60.
Una de las principales servidumbres de ser un líder de opinión es que no hacen más que pararte por la calle con cualquier excusa, pedirte la hora, lamerte la calva, robarte la cartera.. y pedirte luego que hables sobre tal o cual tema, el doping, la historia del doping en el ciclismo, es el que más me suelen pedir además, puede que te parezca mentira, pero así es, qué le vamos a hacer, albricias, toca ciclismo y dopaje, puedes tomarte el día libre.
La última vez que hablé sobre el tema, para luego dejarlo y centrarme en el exhaustivo análisis de la temporada de competición, fue para hablar de la década de los 50, toca ahora la de los 60, aun queda mucho para llegar a la gran bacanal que supusieron los 80 y los 90, mas teniendo en cuenta que por entonces la lucha antidoping estaba en pañales pues eso, que tenemos varios casos curiosos a la par que interesantes, huelga decir que por cada caso que te cuente hay varios muy parecidos, pero por eso mismo los obvio, si son muy similares con contarte uno sobra.
«Operación Tuerto», con dos cojones.
Este soy yo, para qué engañarnos, voy a hablarte de la Operación Puerto meses después de que se produjera el juicio, de hecho cuando escribo esto aun no se sabe el fallo, da igual, se intuye, si la petición máxima de pena no llega a dos años pues eso, que para qué tanta alforja. Voy a hablarte de la «OP», como te decía, pero no de su génesis y desarrollo, sino de su lado oscuro, de España y de cómo son nuestros dirigentes, nuestra prensa, de cómo somos el puto hazmerreír del mundo, y bien merecido además.
Y va a ser largo, por eso soy yo, porque llegado a este punto podría intentar resumir la cosa, pero me la pela, si total, no lo vas a leer, al menos me desahogo con un par de cojones que se dice, porque en este caso, más allá del juicio, hay cosas que cabrean, que cabrean de lo lindo, a ver, que duermo igual, que no me corto las venas, ni las arterias, pero me cabrean, hasta el punto de que durante un minuto una vez se me quitaron las ganas de follar, también es cierto que estaba viendo una misa, pero seguro que algo también tiene que ver la «OP».
Coppi y la década de los 50.
Vamos con una nueva entrega de la historia del
doping en el ciclismo, sí, hacía tiempo, afortunadamente añadirías, vale, pues vuelve mañana qué sé yo, en realidad una vez dejado claro en anteriores entregas que esto del dopaje en el ciclismo es más viejo que mear de pie ahora voy a centrarme en exclusiva en los casos en los que no medió positivo alguno. Evidentemente los controles nacieron mucho después del doping y más evidentemente han ido también evolucionando, pero la cosa es demostrar que cuando alguien exculpa a un ciclista, en este caso o deportista en general, con la falacia de que «no ha dado nunca positivo» en realidad está haciendo un monólogo, por pequeño que sea, del humor más descacharrante que existe.
Uno de los grandes mitos del ciclismo, Fausto Coppi, «la bomba», así llamaba a lo que admitió en una entrevista en el año 49 que usaba recurrentemente, más bien «cuando era necesario», y hablo literalmente, a lo que añadió, «es decir, casi siempre», se refería a una mezcla de sustancias usada en la guerra, en las tripulaciones de los submarinos y que tras la contienda encontró clientela entre los deportistas profesionales.
Primeros escándalos del doping ciclista en el Siglo XX.
A partir de hoy y hasta septiembre-octubre lo siento, pero este será un blog más que nada de ciclismo, en fin, habrá de todo claro, y todo de primera como siempre, pero ya te digo, entre historietas de doping, como hoy, y la pila de carreras que desde ya me van a ocupar es más que probable que casi la mitad de las entradas sean de bicis, en fin, tú mismo, misma, mismito o mismita.
Bien, nueva entrega de la historia del doping en el ciclismo, pero antes un pequeño prólogo, para evidenciar una vez más que esto del doping tiene sus pegas y que pedir barra libre pues eso, que hay que hacerlo sabiendo casos como el de Graziano Gasparre, un exciclista italiano que a sus treintaypocos años tiene cáncer, según él mismo propiciado por el dopaje sistemático al que se sometió en sus tiempos de ciclista debutante en el Mapei de Lefevere, evidentemente sin dar positivo, no quisiera dejar tampoco pasar las declaraciones de Alberto Contador, quien ante el fallo del «caso Armstrong» declaró en su día esto.
Claro, ante las repercusiones que semejantes declaraciones tuvieron, ante la imposibilidad de desdecirse, echarle la culpa al mensajero y tal, salta ahora conque lo dijo en plan irónico y que si ha sido juzgado y sancionado pues bien sancionado está, él no, claro, él ha sido juzgado y sancionado con más pruebas incluso que Armstrong y para nada, él inocente, es que es acojonante lo tuyo macho.
De manzanos, pitis y operetas portuarias.
Bien mi querido Alter, va la primera, el resto leerlo, además, en la primera de las entradas dedicadas al doping en el ciclismo, concretando un poco, hablaré del caso quizá más conocido en España, el chivatazo de Jesús Manzano, el cómo a raíz de esto surgió la «Operación Puerto» y el caso más vergonzoso del ciclismo español reciente, Alejandro Valverde.
Marzo de 2004, una entrevista suya en el diario «AS» hace tambalearse al ciclismo español, por primera vez un ciclista hablaba claro, sin eufemismos, sin historias de cómo se dopaba en su carrera, dio datos, métodos, nombres, detalles, fue echado a los leones, es lo que te decía un poco en las consideraciones previas, la falacia, atacar al comunicador si no puedes rebatir el mensaje.
Unas innecesarias consideraciones previas.
Bien, a partir de ya mismo dispóngome a empezar una serie de entradas, no sé cuántas, depende del material existente, sobre alguno de los métodos de dopaje, en el ciclismo, que es el deporte en el que más o menos me puedo navegar con cierta destreza, digo que no se cuántas porque tampoco es plan de aburrir sin más, si veo que dos casos son muy similares pues te contaré uno tan solo, para repetir siempre lo mismo ya tengo a la parienta, «no me toques el culo, eres un vago, ya me lo decía mi madre» y esas cosas.
Hace unos días, aunque hayan pasado meses, cosas de que desde que escribo esto hasta que lo leerás pasarán eso, unos meses, en la entrada sobre la Vuelta le prometí a Alterfines contarle sobre los trejemanejes del doping en el ciclismo, pero antes debo hacer esas consideraciones del título, y te diré el por qué.
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Qué envidia tienen de nuestros gloriosos deportistas.
Bueno, acaba aquí, con esta entrada, ese intento absurdo por caerte mal, he de decirte una cosa, cuando escribo esto no sé de la eficacia de este intento porque no sé cómo habrán salido los otros post de este objetivo, el machista asqueroso, el de la peli desconocida y el de la entrada sin chispa de humor, bien, en todo caso creo que este sí que por sí sólo podría lograr la meta.
Porque voy a hacer algo que hacía meses que no hacía, la entrada de turno de barra de bar, creo recordar que la última fue aquella de los políticos, pero ahora en vez de hablar de esa especie a quien todos odiamos lo haré de otros a los que veneramos, a los deportistas, pero no a ellos directamente, sino a nosotros, bueno, a todos menos a mí que soy perfecto.