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Posts Tagged ‘Defectos’

La gloriosa despedida: «Flanagan se divorcia».

Flanagan queda con su gran amigo Flácido para contarle la última desgracia, se divorcia, no hay arreglo, toman un par de cañas mientras comentan la injusticia del asunto, «joder Flácido, que me dice que se quiere divorciar, le digo que vale, que echemos un polvo y no quería». «No me jodas, qué sería de una entrada de este blog sin sexo gratuito», «eso la dije, y entró en razón, pero sin más, no le puso mucho interés».

Flácido se fijó que tanto su nombre como el de Flanagan empezaban por «FL», tampoco tiene mayor importancia te dirás, pues no, pero no deja de ser curioso, preguntó a su amigo los motivos por los cuáles Merikeit había decidido poner fin a su matrimonio, un matrimonio que parecía de acero, de diamante, indestructible a lo largo de los dos días que había durado.

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Cosas que me tocan los cojones.

En sentido figurado claro, cosas que hacen los demás, claro. No sé si has reparado alguna vez en que somos perfectos todos de narices, cuando hablamos de estos temas, de defectillos, siempre son de los demás, ¿vecinos tocapelotas? Todos tenemos, pero nadie se reconocerá como un vecino tocapelotas, ansioso espero que alguien, en este mundillo internetero, haga una entrada de blog tipo «hola, soy el típico vecino tocahuevos que pone la música alta y se pasa por el forro del anteprepucio las quejas de los demás, subiendo incluso el volumen».

En el tema de la pareja es igual, si reconocemos alguna manía será de esas que en el fondo son chorraditas, «tengo la manía de tenerlo todo superlimpio», es el otro el que tiene la manía de tirarse pedos en la ducha o mearse en la cama, o al revés, que es también habitual. Siempre es el otro, eso me toca los cojones ¿ves? En mi caso debo decir que no es así ni de lejos, yo también tengo manías, y gordas, me gusta tenerlo todo superlimpio por ejemplo, ¿ella? Alguna tiene, pero menos graves.

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Sobrevive al matrimonio, cuidadín que tienen mala baba.

No falla, es salir un sábado de fiesta, entrar en cualquier discoteca, pub, bingo o putetxe y siempre pasa lo mismo, la música cesa, las bolas cesan de dar vueltas y los palos de empujar y todos y todas se abalanzan sobre mí suplicando una nueva y sabia lección sobre el matrimonio y la convivencia en pareja, sí, es duro ser un referente intelectual y moral, encima que no lo pedí, el día que se repartían virtudes en el óvulo yo pedí ser un superdotado, pero coño, de nabo, no de lidereza de opinión.

Mas uno no puede luchar contra su destino por lo que dispóngome en los siguientes minutos a dar algún consejillo a los mozuelos en edad casadera y/o tengan pensado malvivir en pareja, con su novia digo, vivir con tu madre es otra cosa, un chollo además, algo que no agradeces hasta que lo pierdes.

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Mi lado femenino tomó el control.

Soy el lado femenino de Dessjuest, todos los hombres tienen alguno, qué hombre no ha hecho alguna vez cosas habituales de mujeres como hacer más de dos maniobras para aparcar el coche o bajar la tapa del váter cuando acabas de mear. Normalmente es difícil asomar la cabeza de entre la cantidad de cosas que pueblan la cabeza de este señor, pero a veces no puedo resistirme.

Ojo con el notas, dice que de joven le compra un regalo a la novia, según él algo «para que esté más guapa», y tras tenerla varios días en vilo pensando en qué será, si una cadenita, una pulsera, un anillo con un pedruscazo va y le suelta una depiladora. Pilla ella, a quien no conozco pues por entonces aun no tenía lado femenino el orangután este y se lo tira a la cabeza. ¿Qué sociedad estamos montando?, es escandaloso, a que sí, a que no hace falta pensar mucho para darse cuenta de que en esa situación alguien no actuó como debería haber actuado.

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Lo mejor que hemos podido.

«Reina, te voy a echar el mejor polvo de tu vida, vas a suplicarme que pare, vas a tener que pillar la calculadora para contar los orgasmos que vas a tener, vete programando el DVD porque no te va a dar tiempo a ver la trilogía del señor de los anillos, ni los títulos de crédito de la última, que ya duran, yo iría pillando el bote de nivea porque hasta hinchazones vas a tener de tanto metesaca, vas a mojarte tanto que como no pongas una botella de litro y medio en la mesilla te vas a deshidratar, voy a bajarte las bragas, en ese momento abandona toda esperanza de piedad, vas a recibir bien de lo tuyo».

Minuto y poco después, sin llegar a quitar las sucintas braguitas siquiera nuestro protagonista pronuncia una frase que es quizá de las frases más estúpidas que se pueden pronunciar, no, no es «no sé cómo me ha podido pasar», es «uy, pues lo he hecho lo mejor que he podido».

Curiosa frase que nos sirve como excusa de todo, de nuestras incapacidades, de nuestros errores provocados, a la tipa la dejamos con una sensación «trailer de cine», se piensa que va a ser esto la hostia y resulta que porque de casualidad, y temiéndose lo peor, se llevó unas palomitas junto con el agua, que si no bien pudiera haber sido un momento para olvidar, menos mal que encima ni había apagado la tele y ya está viendo a los orcos.

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Esos jodidos pesimistas.

Dicen que un pesimista es un optimista bien informado, que si la botella medio llena, medio vacía, ¿cómo la ves?, pues si la estás llenando medio llena, si la estás vaciando medio vacía, yo siempre pensé que el ser humano tiene algo de exceso de dramatizar, que nos mola dar pena vaya, qué vieja y ruin táctica la de dar pena, «es que ayer se me murió la abuela», para ligar en la disco, que te abracen y consuelen y tú ya aprovechas y pillas cacho, yo jamás usaría una táctica tan sucia, bueno, alguna vez pero ya en plan último recurso, mas no me funcionaba demasiado, «hermosa damisela, ayer se me acabó el colacao y tuve que desayunar leche sola, déjame abrazarte para que me consueles y así apoyarme en ese par de melones que están pidiendo a gritos ser devorados», y no te jode que la tipa me soltó una hostia.

Pero sí, a la peña le mola dar pena, somos de contarnos desgracias, que si tengo piedras en el riñón, que si me han echado del trabajo, que si mañana me caso, si te fijas nadie cuenta en el bar que a la noche echó un polvazo de campeonato, no, lo bueno se calla, se cuenta lo malo, nos mola deprimirnos y entristecernos, pensar que nos va todo fatal, ser pesimistas en definitiva.

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La increíble historia del hombre que daba la mano flácidamente (segunda temporada).

Hace bien poco os conté de la historia esta del hombre que daba la mano flácidamente, en realidad solo conté el título, ante la avalancha de peticiones para desarrollar la historia me dispongo ahora a eso, a darle debida continuación. ¿Cómo?, pues explicando el por qué del título, al hombre este le decían que daba la mano flácidamente porque daba la mano flácidamente.

Bien, otro día seguimos con esa bonita historia, yo prefiero así, sin agobiar, ahora, te adelanto que la historia merece la pena, la de cosas que hace el cabrón, una historia vibrante como pocas, pero como aun no sé ni qué escribir no puedo concretar, ¿que cómo sé que le pasarán un montón de cosas interesantes?, porque a un hombre que da la mano flácidamente le tienen que pasar en la vida cosas espectaculares.

Vale, no llores, que sí, que te la cuento, aquí tienes la increíble historia del hombre que daba la mano flácidamente.

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El vil egoísmo.

Hace un tiempo dediqué mis grandiosas palabras para hacer algo de luz sobre las exageraciones que suelen verse recurrentemente, ahí emergió la figura, entre otros, del fantasma, pero no el fantasma en plan espíritu, sino el de «a mí a jugar al mus y al follar no me gana nadie», bien, apareció también la figura del egoísta, del que solo mira para sí mismo, bien, es que mira, quería volver sobre el tema, porque uno la verdad, está harto.

Es que no hay Dios que les aguante, siempre mirándose el ombligo, siempre «yo, yo y yo», cómo me jode tanto interés en esta vida, coño es como la vieja que vas tú con tu conjuntivitis, más cerca de la muerte que de otro sitio y te da la chapa conque su marido está agonizando, haciéndose notar, coño, a mí también me pasan cosas graves señora, su marido además ya estaba fuera de garantía, es que queremos que nos duren las cosas para siempre, a mí también se me acaba el gas del mechero y no voy por ahí gimoteando ni haciendo de menos a pobres enfermos.
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Si con esto no consigo caerte mal ya lo dejo por imposible……

Empieza la operación «caerte mal», unas cuantas entradas pensadas y escritas con ese fin, ¿por qué?, ni puta idea, encima empiezo fuerte, ¿te acuerdas de que te he hablado muchas veces de una próxima entrada asquerosamente machista?, ¿asquerosa incluso para mí?, pues esta es.

¿Sabes el chiste del cazador y el oso?, ¿no?, pues se trata, resumiendo la cosa, de lo siguiente, un cazador, quiere cazar un oso, a diario va, lo intenta, falla, el oso le coge y le da por culo, día tras día, hasta que llega un momento en el que el oso le dice mientras está ahí hurgando en la carbonera del cazador, «me parece que tú aquí no vienes a cazar osos», ¿qué tiene que ver esto con lo que te voy a contar?, pues verás.

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Una entrada plasta.

Esto va a ser complicado, normalmente no suelo hablar, escribir vamos, demasiado en serio, así que cuando uno se pone corre el riesgo de desviarse y contar paridas, intentaré que no sea así, ya que aunque lo que te voy a contar pueda parecer una chorrada para mí es un problemón. ¿Ves?, ahora tenía la tentación de poner que el problema era mi tremendo nabo y la dificultad para encontrarle acomodo, es lo que tiene poseer una mente enferma.

Pero no, mira, a veces, me acuerdo de Juan, por ejemplo, o de Plared, se me dice, o se intuye que dicen, que peco de modestia, realmente no es así, sé que tengo mis virtudes, por una vez te hablaré de ellas, no de mis defectos que normalmente quedan plasmados en todo lo que escribo, soy un tío simpático, de los que se abren a la gente. Para que te hagas una idea, donde vivo ahora llevo relativamente poco viviendo, nada más mudarme ya me hablaba con medio pueblo, sobre todo soy muy bueno para los críos, no hay cosa que más me guste que ir por la calle y escuchar una vocecita llamándome, darme la vuelta y ver la cara de la niñita de turno con una amplia sonrisa corriendo hacia mí, esos momentos son impagables. Uno es niñero, qué le vamos a hacer, cuántas veces me he visto en el parque jugando con mis niñas y acabar rodeado de enanos y enanas, hasta a mi casa me he llegado a llevar cinco niños extra, con sus cinco lloreras cuando han venido a recogerles.
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