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Posts Tagged ‘David Simon’

La muerte de Omar Little.

Bien, en este comienzo de año la verdad es que la cosa se va a tornar muy histórica, tras esta van a ir tres entradas dedicadas, o encargadas si lo prefieres, una de los templarios para Inma, otra de rescate de princesas para Logoferoz y una batallita cubanabatallita cubana para el amigo Javier Montenegro, contando que alguna más de historia está ya programada pues eso, que en una temporada os daré el coñazo con el tema.

Valga para cuando escaseen claro, pero, mientras llega el momento voy a dedicarme un tiempo a mí y a mi despistado lector, aquel a quien dedicaba mis entradas cuando era este un blog mucho más anónimo de lo que es ahora. Voy a hablar de lo que me gusta, series, voy a hablar de la serie que más me gusta, «The Wire» y de un personaje de quien ya te hablé cuando te conté acerca de esas calles de Baltimore que tan bien desnudan David Simon y Ed Burns, los creadores de la serie, Omar Little, el «agente libre» gay.

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«The Wire», la escuela.

David Simon, con la ayuda de Ed Burns, hizo con «The Wire» todo un retrato social, pesimista, descarnado, a lo largo de sus cinco temporadas desnudó la policía, las calles, la política, el puerto y el periodismo de Baltimore, pena que no siguiera, también hincó sus dientes al sistema educativo, lo hizo a partir de la cuarta temporada y dejando algo para la quinta, aunque prácticamente sólo en esta cuarta entrega se ocupa del tema en profundidad, aunque las interactuaciones entre los personajes son constantes y el resto de las tramas no sólo no se paran sino que se entremezclan con estas podemos decir que para contarnos el estado de la educación de la ciudad usó cuatro chavales, dos policías y un profesor.

Chicos the wire

En la imagen los chavales, cuatro amigos más o menos avenidos y con muy distinto pasado, presente y futuro, empezando por el coletitas, Namond Brice (Julito McCullum), hijo de Wee-Bey Brice, un «soldado» encarcelado de la banda de Barksdale, Namond tiene en apariencia la vida más sencilla y acomodada de todos, dinero, caprichos y una madre que no se mete demasiado en su vida, aparentemente es un gallito más, un chico de la calle con los genes de uno de los mayores asesinos de Baltimore, pero en cuanto se escarba en él nos encontramos a un chaval con muchas cualidades, pero sin duda no la de pelear en las esquinas ni mucho menos ser algo parecido a lo que fue su progenitor.

Randy Wagstaff, (Maestro Harrell), vive en un centro de acogida, ingenioso, buscavidas, el típico que te vende cualquier cosa en el cole por un precio justo, tiene también una especial habilidad para meterse en líos y buscarse problemas, le sigue en la foto Michael Lee (Tristan Wilds), uno de esos personajes que la verdad, dejan huella, con un padre desaparecido, una madre drogadicta y un hermano pequeño del que ejerce casi como padre, este tiene su peculiar código moral y una historia que la verdad, evoluciona sorprendentemente y acaba simplemente de manera genial.

Acabamos con «Dukie» Weems (Jermaine Crawford), el más «tirado» con diferencia del resto, con toda su familia presa de las drogas o el alcohol, un deshecho social en toda regla, es además motivo de burla recurrente entre sus compañeros por su vestimenta raída y su mal olor corporal, aun así, sobre todo Michael, sus amigos intentan darle algo de apoyo.

Evidentemente durante su historia en la serie los cruces argumentales con las bandas de traficantes, con sus compañeros y profesores de colegio, con la policía e incluso con los candidatos a la alcaldía son constantes, pero por no alargarme en exceso, que al final sé que lo haré, mencionar tres pequeñas historias, la primera la protagoniza «Prez» Pryzbylewski, (Jim True-Frost), que ya ha aparecido en estas historias de «The Wire», este era el policía enchufado, bastante inútil aparentemente pero con alguna que otra cualidad que resultó muy productiva, en una de sus recurrentes cagadas es expulsado del cuerpo y acaba como profesor del colegio donde estudian los chicos, si esto fuera una producción hollywoodiense les enseñaría a bailar, a cantar jotas, a hacer poesías y acabaría la serie en un gran concurso que ellos ganarían a los guapos chicos ricos, pero no, porque esto es del sello Simon, aquí «Prez» lucha por encontrar su sitio, intenta cambiar el sistema, sistema del todo ilógico basado en lo mismo que basa el trabajo policial y el resto de cosas de una ciudad, los números, esos que nos venden en elecciones para que nos contentemos y veamos lo bien que va todo, si hace falta dedicar las clases a que se aprendan de memoria las preguntas del examen se hace, no importa que los chicos aprendan, importa que el número de aprobados sea suficiente como para lograr los suficientes fondos que mantengan en pie el colegio, «Prez» sí, encuentra su sitio, madura, en cierta forma es de los personajes que mejor destino tienen en la serie, pero al final sus intentos por cambiar el sistema se dan de bruces con la realidad y acaba «institucionalizado».

«Bunny» Colvin (Robert Wisdom), miembro de la jefatura policial, también acaba fuera del cuerpo aunque por motivos muy distintos a los que propiciaron la expulsión del anterior, tras probar algún trabajo sin demasiada suerte acaba en el colegio como parte de un programa para lograr sacar de las calles a estos jóvenes chavales, nuevamente la realidad impide el final esperanzador que todo espectador busca en la ficción, pero sí que logra quizá el momento más optimista de toda la serie, su relación con uno de nuestros cuatro chicos es de las pocas que tienen un final feliz.

Todo lo contrario que le sucede a Ellis Carver (Seth Gilliam), uno de esos escasos polis eficientes que se mantiene en el cuerpo, como se ha mamado más calle que nadie sabe de los problemas que tienen los jóvenes de las esquinas, consciente también del futuro que le espera a uno de nuestros chavales lucha como un poseso por librarle de él, pero nuevamente vemos que el sistema está dispuesto de forma que pone más trabas de lo que ayuda, y no basta con querer arreglar algo para lograrlo, ni mucho menos.

Al final nuestros cuatro chavales acabarán de forma muy muy distinta, como en la vida real vamos, muchas de las estrellas de la NBA salieron de las calles, muchos actores (incluidos alguno de los que salen en «The Wire») también salen de las mismas, algunos tienen éxito en sus vidas, pero no nos engañemos, en la vida real quien nace en la miseria sigue en ella toda su vida, lo importante es tan sólo intentar no verlos, no saber de ellos, sí, Simon encontró en esta historia escolar una de las pocas en las que darnos algo de optimismo, pero también nos mostró el lado más oscuro de un sistema donde todos somos parte responsable de su fracaso, el mensaje está claro, no importa solucionar los problemas, sólo maquillarlos, pero ojo, como dije antes sí, los que mandan son los responsables del maquillaje, pero somos nosotros los que pedimos eso, los que nos contentamos con eso, esta historia de la escuela de Baltimore nos vuelve a mostrar con dureza la triste realidad.

Yo, sin apartarme del lado «denuncia social» que tan bien nos enseña Simon me quedo con el homenaje que este hace al final de la serie con dos de los personajes más míticos de la misma, «Bubbles» y «Omar Little«, usando para ello dos escenas, no demasiado extensas, pero emotivas, usa dos de los críos al efecto, mostrando como al final esto es cíclico, todos acaban teniendo sus sitio y todos los sitios son ocupados, porque como suelen decir muchos de los personajes todos están deseando hacer «trabajo policial de verdad», «periodismo de verdad», «educación de verdad» y «política de verdad», manda narices que esta utopía nos la tenga que mostrar una serie de ficción, lo único que acaba siendo de verdad es la pobreza, la indigencia, las drogas omnipresentes y la desesperanza que se lleva por delante generaciones enteras, da igual que encarcelemos un traficante, un corrupto, que rehabilitemos un drogadicto, siempre habrá quien tome el relevo.

Helloween para acabar, ocupando la posdata, el tema, «My Life For One More Day»

La política y «The Wire»

Ya hablamos en su momento de «The Wire», hablé también de su comisaría y de las calles de Baltimore, hoy le toca el turno a la política.

The Wire, politica

El tema de la política en la serie aparece en meros esbozos en las dos primeras temporadas, aparece a lo grande en la tercera (a mi juicio la temporada más redonda de
«The Wire»), y ya no deja la serie hasta que esta finaliza, ya te he contado que esta serie me parece la mejor de la historia de la televisión, David Simon realmente parió algo muy grande, capaz de mezclar realismo, acción, grandes personajes, retrato social y muchas otras cosas como nunca antes se había hecho, pero sin duda también en la serie hay mucho de denuncia, denuncia al sistema, a la sociedad actual, a las corrupciones, es quizá cuando Simon nos muestra la política cuando tira más a la parte de crítica y denuncia, aunque lo haga de una manera superinteligente y con gran clase.

Porque si cuando retrataba a la policía y retrataba a las calles también metía mucho de denuncia social al menos perfilaba personajes que a su manera no dejaban de tener cierta moralidad, aquí ya esta escasea, escasea en prácticamente todos los niveles, y cuando no escasea el mensaje es todavía peor, durante las dos primeras temporadas sólo asoma el tema al mezclarse en una investigación sobre drogas el senador ‘Clay’ Davis (Isiah Whitlock, Jr.), también, aunque sin poner rostros, en las presiones que reciben los mandos policiales, Burrell, Rawls, Valchek y demás, todos ellos más preocupados por cumplir cifras como sea para lograr sus respectivos ascensos que de otra cosa, tras presentarnos la lucha bandas y el puerto de la ciudad llegamos a la tercera temporada, llegamos al ayuntamiento de Baltimore.

Ahí tenemos al alcalde, Clarence Royce (Glynn Turman), corrupto, putero, el típico alcalde que la pantalla suele mostrar cuando quiere que nos llegue lo peor de la política, lo único que importa es lo que llegue al votante, la imagen, los números, bajo el paraguas de la integridad y la moralidad, del trabajo por y para el pueblo, del servicio a la comunidad, de lo que siempre nos cuentan los políticos de todo el mundo, encontramos la mayor de las bajezas morales, detrás de él dos concejales para controlar la labor policial, ‘Tony’ Gray (Christopher Mann) y al gran protagonista de la historia esta, ‘Tommy’ Carcetti (Aidan Gillen de «Game of Thrones), estos están en la comisión de control policial y son los que exigen los números de detenciones y resoluciones de casos, disminución de violencia etc. a la policía, digo números porque eso es lo que importa, las estadísticas, si un asesinato no se denuncia ya no es un asesinato.

Resulta que el concejal Carcetti es blanco, blanco en una de esas ciudades de mayoría negra, su gran anhelo es ser alcalde, su gran virtud que realmente quiere arreglar las cosas, es un tío íntegro, comprometido con el pueblo, pero no cara a la galería, como el senador o el actual alcalde, no, este realmente quiere servir a sus ciudadanos, su gran problema, ese, que es blanco, como le responde su asesora de campaña cuando él le pregunta el por qué no puede ser alcalde, «simplemente porque tienes el color equivocado», así que nuestro íntegro candidato empieza a hacer pequeñas triquiñuelas para lograr su objetivo, como mentir a su colega y amigo Gray (este sí, negro) para que se presente y así dividir en lo posible el voto de esta comunidad.

Pequeñas cosas, necesarias como mal menor en pos de una meta tan altruista y generosa como es la suya, lo consigue, gana las primarias y gana las elecciones (esto último parecía cantado) y ahí comienza la gran crítica de Simon, la genial crítica de Simon, cuántas veces hemos oído eso de que «el poder corrompe», aquí no hay excepciones, pero la manera de contarnos la carrera de Carcetti al frente del ayuntamiento, el cómo sus metas al llegar se diluyen y acaba siendo casi una imagen de su antecesor es algo digno de ser recordado y digno de ser visto, porque te lo cuenta de una manera en la que no sólo entiendes los actos de Carcetti sino que incluso le disculpas, le comprendes, casi te dices que «no le queda más remedio».

No es el único íntegro que sale en esta historia, tenemos a Cedric Daniels (Lance Reddick, «Fringe» ), al que ya vimos en la comisaría, él fue el elegido para comandar la nueva división de crímenes especiales de la policía, con su pasado oscuro sí, pero honrado y trabajador, preocupado por resolver los casos (aunque al principio tuviera sus reparos ante las presiones que recibe de arriba), es más o menos el alma gemela de Carcetti, este obviamente se fija en él y logra darle la responsabilidad máxima, aunque sea compartida con algún hombre más o menos de paja, de la policía de Baltimore cuando llega a la alcaldía, este, al contrario que Caretti no cambia, o no lo hace suficientemente, su destino evidencia una realidad deprimente, o vives para el sistema o no tienes cabida en él.

Debo comentar algo acerca del senador Davis, resulta que Daniels está liado con Rhonda Pearlman (Deirdre Lovejoy), durante tiempo ésta, apoyada por un costoso trabajo policial, logra cimentar un caso de corrupción contra el senador, resuelto de una manera en la que Simon nos escupe a la cara, nos escupe dejándonos claro que por mucho que critiquemos el sistema político al final somos tan gilipollas que nos lo creemos, nos encanta que los políticos nos engañen y nos mientan, mientras repartan alguna migaja, migaja que no deja de salir de nuestro bolsillo, esta historia, la del juicio del senador, es de lo mejor de la serie, sin duda.

En este tema, la política, es donde Simon se muestra más «rabioso», quizá porque de todo lo que trata en «The Wire» es sin duda lo que menos le gusta, crítico habitual del sistema y de cómo este lucha contra la droga, sistema que definió como «equivocada, destructiva y deshumanizante», pero toda esta rabia y todo el buen hacer de David Simon ha dado como resultado también cosas curiosas, como la historia de Jón Gnarr, excomediante y puesto como alcalde de Reykjavik por los votantes de la ciudad como muestra de su desapego a la política tradicional, una de las primeras medidas anunciadas por Jón fue dejar claro que no haría pacto alguno con alguien que no se hubiera visto las cinco temporadas de «The Wire», tal excentricidad aparente lo deja de ser cuando ves la serie, cuando te das cuenta de lo que es, todo un tratado sociológico de la corrupción humana, una serie de ficción que muestra la realidad mejor que cualquier documental.

Antes de acabar me gustaría avisarte, si no me sentiría culpable, de que aquí, en esta entrada, hay multitud de «spoilers», ya sé que estas cosas se avisan antes, pero si te lo aviso no lo lees, discúlpame, al final comparado con los políticos esto no es nada, pequeñeces.

Ahora sí, posdata, Helloween, «Kill It», de «Gambling with the Devil»:

Las calles de Baltimore.

Tras gozarla al ver el trailer de la segunda temporada de «Game of Thrones vamos de nuevo con una de las pocas series que a mi juicio supera a la de Winterfall.

En su momento hablé de la policía de «The Wire», una atípica comisaría, atípica para lo que nos suele enseñar el cine y la televisión, porque sin duda debe ser esta, la de la poli de Baltimore, la más típica policía de la pantalla, pues hoy hablaré un poco de «los rivales» de estos, los trapichas, delincuentes, asesinos y demás moradores de las calles de Baltimore.

Calles The Wire

Tal y como pasa con el resto de la serie la seña de identidad de la serie de David Simon a la hora de mostrarnos las calles de la ciudad es sin duda la credibilidad, no obstante muchos de los personajes están interpretados por gente de la calle, estando el casting en general cubierto de actores y actrices no muy conocidos pero grandiosos en su labor, a lo largo de las cinco temporadas de la serie pues son muchos los personajes que desfilan por las torres, las casas baratas, «Hamsterdam» y demás escenarios, desde los cabecillas de turno del tráfico de drogas hasta los muchachos que van a la escuela mientras buscan su lugar en la vida, pasando por los yonkis, los soldados de las bandas, buscavidas varios y hasta un particular Robin Hood.

Avon Barksdale (Wood Harris) y ‘Stringer’ Bell (Idris Elba, «Luther») son los líderes de una de las bandas que controla el tráfico de droga de la ciudad, el primero «tradicional», todo un gangster a la antigua usanza, luchando por cada esquina con las bandas rivales sin concesión alguna, el segundo con una mentalidad más moderna, intentando entrar en nuevos negocios y hasta estudiando técnicas comerciales y empresariales para adaptarlas al «negocio», con ellos viviremos una lucha de mentalidades, de maneras de entender la vida incluso, hay un momento en el que una frase de Avon refleja las diferencias entre ambos: “Yo no soy un empresario de traje como tú. Soy sólo un gángster, supongo. Y quiero mis esquinas”.

Marlo Stanfield (Jamie Hector, «Heroes»), será su rival más directo, expeditivo, duro, su metodología es sencilla, controlar mediante el miedo, la disidencia se paga con la muerte, la sospecha de la traición se paga con la muerte, el mero indicio de colaboración con el enemigo o la policía se paga con la muerte, es su precio mínimo, para ello cuenta con dos armas, «Snoop», la poco femenina y temible sicaria interpretada por Felicia «Snoop» Pearson, del que toma nombre y apodo, y Chris Partlow («The Good Wife»), segundo de Marlo y brazo ejecutor del mismo.

«Bubbles» (un genial Andre Royo) encarna a un yonki más, colaborador ocasional de la policía y más preocupado de conseguir su dosis que de otra cosa, a lo largo de la serie seremos testigos del peso que irá ganando en la trama, su personaje se convertirá en el referente de la lucha por escapar del infierno de las drogas, la última temporada tiene una escena, saliendo él de un sótano, que es realmente emocionante por su significado.

Pero sin duda el gran personaje ya no sólo de las calles, sino de la serie entera, es Omar Little, Michael K. Williams («Boardwalk Empire»), un delincuente realmente peculiar, gay, bien educado, con un peculiar sentido de la moral, él, casi en solitario, trae en jaque a los cabecillas locales del tráfico de droga, robándoles todo lo que puede en cuanto se le presenta la ocasión, su presencia causa el terror, su tarareo de «The Farmer in the Dell» siempre precede a su gabardina y su aparatosa escopeta causando un efecto que en alguna ocasión hace que no sea necesario casi ni hablar para lograr el botín, este tiene muchas escenas inolvidables, su testimonio en un juicio para joder a sus enemigos, una conversación con el detective «Bunk» y una cacería junto a otro de los grandes, aunque este breve, personaje de la serie, el Hermano Mouzone.

El éxito de «The Wire» en mostrar las calles y violencia de Baltimore radica en el empeño de David Simon y Ed Burns de hacerlo lo más real posible, Simon trabajó en un periódico local y sabía de antemano de qué hablaba, pero es que para preparar la serie no dudaron en bajar a las cloacas de la ciudad, asesorándose por personajes luego trasladados a la pantalla, muchos interpretados por ellos mismos, los habitantes de los suburbios de la ciudad se convirtieron así casi en guionistas y protagonistas de la serie, dándole un realismo nunca antes tan conseguido, consiguieron hacer de algo, en principio tan banal, manido y tratado como la droga y su tráfico algo realmente grande, complejo, entretenido y de nivel, inolvidable, con unas interpretaciones fuera de lo común, unos guiones inteligentes, profundos y sinceros, todo un retrato de una ciudad empobrecida, real, áspera, cruda, haciéndote entender a los personajes, haciéndote sentir parte de sus vidas.

Es difícil volver a ver una serie que refleje la realidad tan fielmente, que tenga unos personajes tan reales, empezando por un detalle estremecedor, la juventud de los protagonistas de las calles, esto por sí sólo habla del terrible destino que la droga causa, es complicado llegar a viejo estés en la parte de la pirámide en la que estés, si estás arriba alguien te tumbará tarde o temprano, si estás en medio alguien te acabará pasando viejas o recientes facturas y si estás abajo directamente acabarás con algún mal chute o simplemente en el lugar equivocado, todo tiene fecha de caducidad.

Within Temptation, la banda holandesa bandera del metal gótico más comercial, con la preciosa voz de Sharon como reclamo, para ellos es la posdata con un tema que ya tiene algún tiempo, «Memories»:

«Generation Kill», de críos jugando a la guerra.

Tres ideas, primera, «El Señor de las Moscas», gran novela para mí la de William Golding, se le ha dado varias interpretaciones, para mí sin duda la más acertada es que el ser humano es primitivo por naturaleza y es la cultura la que nos hace civilizados, unos seres tan a priori inocentes como los críos, sin nadie a su alrededor que les diga lo que está bien o mal, pueden llegar a ser todos unos perfectos hijosdeputa.

Dos, estamos hartos de escuchar noticias de profesores de secundaria agredidos por sus alumnos, hay incluso videos vergonzantes al respecto, hoy en día ya la disciplina brilla por su ausencia, qué decir ya del respeto, en vez de personas a veces parece que la sociedad, los padres vaya, estamos criando monstruos.

Tres, que duda cabe que un hombre de 20 años hace apenas un siglo o incluso menos era un hombre, muchos a esa edad eran ya padres independizados, la vida era más dura y pasabas de la niñez a la edad adulta sin pasar apenas por la adolescencia, hoy en día con 20 años eres un crío, hasta pasados los 30 es raro que tengas responsabilidades en la vida, con lo de injusta que tiene toda generalización claro.

Bien, todo esto es a cuenta de «Generation Kill»

Hablamos de una miniserie de la HBO, siete capítulos estrenados en 2008, muchos, al estrenarse, esperaban una especie de «Hermanos de Sangre» cambiando el escenario y la época, de la II Guerra Mundial a la Guerra de Irak, grave error, porque si en aquella era Spielberg el máximo responsable aquí tenemos como creadores a David Simon, Ed Burns y Evan Wright, los dos primeros como creadores y el último como fuente primaria del argumento, este está basado en una novela suya, Simon y Burns son a su vez responsables de «The Wire», la más real, apasionante, cruda y desnuda foto sobre la sociedad actual jamás rodada para la tele, estaba claro por lo tanto que aquí de épica poco, de heroísmo menos, «Generation Kill» iba a ser quizá lo más realista que sobre la invasión y derrota del régimen de Sadam nos podemos encontrar.

La historia habla de eso, de un grupo de marines formando parte de la invasión norteamericana de Irak en 2003, se centra tan sólo en las vivencias de un batallón, el comandado por Stephen «Padrino» Ferrando, (interpretado por Chance Kelly y llamado así por su peculiar tono de voz), y más concretamente en un pelotón y dentro de él en un vehículo, en el que estaba como invitado un periodista de la revista «Rolling Stones», Evan Wright, sí, el autor de la novela, interpretado por Lee Tergesen («OZ»), junto a él los combatientes del Humbee, entre ellos quizá el personaje más relevante de la historia, Brad ‘Iceman’ Colbert, Alexander Skarsgård («True Blood»), obviamente acompañados de una serie de personajes singulares, Josh Ray Person (James Ransone), cantarín chofer, Nathaniel Fick (Stark Sands), el capitán McGraw, apodado ‘Capitán América’ (Eric Nenninger), un auténtico inútil integral y loco peligroso, el típico que a pesar de saber que inútil e imbécil llevan tilde se empeña en ir acentuándolas constantemente, y un largo etcétera de soldados, suboficiales y oficiales a cada cual más peculiar.

La serie está acompañada de una peculiar banda sonora, conformada por algunos de los éxitos comerciales de la época, pero que en su gran mayoría no aparecen tal cual, sino en las voces de la soldadesca.

A ver, esto se trata casi de un documental dramatizado, es, como es norma en HBO, realista al máximo, creíble al extremo, crítica, no esperemos ver grandes batallas, más bien la rutina de unos chicos metidos en la guerra, chicos que no son hermanitas de la caridad, chicos, que son eso, chicos, por eso el previo de la entrada, ahora ya los soldados cuando van a la guerra no son hombres, son niños, niños a los que se les da un arma y se les dice que hay que matar enemigos, estos se dedican con gran celo al asunto, sin importarles demasiado los daños colaterales, como dije antes aquí heroísmo poco, ejemplo el siguiente, en boca de uno de esos marines:

10 de noviembre de 1975…nací en medio del cráter de una bomba. Mi madre fue un M-16 y mi padre era el diablo. Cada momento que sigo vivo es una amenaza adicional contra tu vida. Como concertina, orino napalm y puedo dispararle a una pulga en el trasero a 300 metros. Viajo por el mundo destruyendo a los anti-norteamericanos donde sea, por el amor de mamá, por Chevrolet, el béisbol y la tarta de manzana. Soy un gruñón, soy el sucio, apestoso, sudoroso, dulce y hermoso hijo de perra que ha mantenido al lobo a raya durante los últimos 255 años. Soy un marine de los Estados Unidos. Somos como soldados, hablamos como marineros y podemos patearle el trasero a esos dos. Le robamos el águila a la Fuerza Aérea, la soga al Ejército, y el ancla a la Marina y en el séptimo día cuando Dios descansó recorrimos su perímetro y le quitamos el trabajo desde entonces. Guerrero de día, amante de noche, ebrio por convicción, marine por gracia de Dios. Semper fidelis”.

La gran pega de «Generation Kill» puede ser que sí, siendo realista al extremo, te puede llegar a aburrir en ocasiones, porque la acción no es su punto fuerte, sobre todo si llegas a ella pensando que es una serie bélica más, no muestra la guerra tal y como la esperamos, sino como es realmente.

Casi al final de la serie el pelotón recibe la orden de quitarse los uniformes NBQ, los que en teoría les protegía de los ataques químicos de Sadam, las famosas armas de destrucción masiva por las que se supone que se inició la invasión, ante tal orden el periodista pregunta que si no son necesarios qué coño hacen allí, un soldado le responde: -«Lo importante es que podemos matar, capullo de mierda«. Es quizá una frase que refleja bien lo que sucedió esos días, porque fueron escasos días.

Quizá Simon aprovechó esta serie para dar rienda suelta a todas sus críticas sobre el ejército y la sociedad de su país, muestra verdades envenenadas constantemente, utiliza los diálogos con una ironía extrema, no hay discursos grandilocuentes sino palabras soeces, soldados que esconden su miedo en una permanente agresividad, obsesionados por el sexo y obsesionados por matar, que es en definitiva lo que se les mandó.

Ojo, que no sólo se dibuja así a os chavalitos, cuando muestra las acciones de los reservistas, que se supone que es gente ya más talludita, llegan a hacer buenos a los marines, esos, los reservistas, son quizá los que más peor parados quedan.

En definitiva, es quizá la versión más real de la guerra emitida jamás en la tele, quizá por eso no sea ni vibrante, ni emocionante, es como si metieras una cámara oculta en los cascos de los soldados y emitieras lo recibido, para mí es algo que se debiera ver de todas todas, recomendable.

Europe nos suena a todos, míticos estos suecos, pero quizá lo que no sea de dominio público es que siguen tocando hoy en día, mucho más maduros, sin las pintas de antaño pero dando guerra, publicando discos y dando conciertos, «Always the Pretenders» es uno de sus temas de la etapa más actual de la banda.

Y no es por discutir.

Yo no digo que no se puedan cometer faltas de ortografía, que se puede, claro que no es lo mismo que las cometa alguien sin apenas estudios que lo haga un profesor universitario, pero aun así, se puede, claro, todos cometemos fallos, pero como decía aquel una cosa es una cosa y otra ya son dos.

Poneos en situación, en una casa vive Fulanito, un atractivo treintañero, atlético, fornido, con una frondosa cabellera adornando una perfecta cabeza, con una vista de águila, encantador, simpático y potente sexualmente, junto a él vive su esposa, la típica esposa plasta que encadena reglas con dolores de cabeza, espalda, piernas, cansancio y sueño, añadimos dos polvos, uno, al que llamaremos polvo grande y otro al que llamaremos polvo pequeño o “por una vez no pasa nada”.

Resulta que Fulanito va al colegio donde estudian sus polvos para entregar las solicitudes de becas, está ahí esperando en la cola y cuando le toca el turno entrega los impresos rellenados a la que atiende, que resulta que es una profesora que hace de secretaria, pero vamos, con carrera de magisterio, “esto está mal”, me dice, perdón, le dice a Fulanito, este, hombre al que le gusta hacer las cosas bien, menos pasar la aspiradora que lo hace mal a posta para intentar que te liberen de tan tediosa tarea por inútil, revisa lo escrito y contesta, “no, que va, esta perfectamente”.

Estaba yo por poneros un símil, pero es que la cosa está tan clara que qué mejor símil, un apartado es para los datos del solicitante, polvo mayor, por ejemplo, y en otro pone: “relación de personas que conviven con el solicitante”, ¿tú qué pondrías ahí?, yo como soy muy simple me limito a escribir los nombres de las personas que conviven con el solicitante, es decir, Fulanito, la esposa pesada y como el solicitante es el polvo mayor pues pongo también a “Por una vez no pasa nada”.

Pues no, según la tipa lo que tenía que poner son las cuatro personas que viven en ese piso, coño, pone “que viven con el solicitante”, se sobreentiende que el solicitante vive ahí, ¿no?, si quieres que ponga los cuatro pues pon “relación de personas que viven en el domicilio del solicitante”, pero no “con el solicitante”, pues erre que erre, que está mal, te intentas explicar, no hay manera, los de atrás en la cola diciendo, “qué más te da”, coño, pues no me da igual, el castellano es como es, me doy la vuelta y digo, “pero vamos a ver, ¿os suda la polla (o el coño en su caso), que estos, que no tienen ni puta idea de interpretar una frase tan sencilla, sean los que nos eduquen a los polvos?”.

Bueno bueno, ya se montó, al final coges y pones lo que quieran que pongas, como si es la talla de calzoncillos donde pone grupo sanguíneo, total, qué mas da como decían por detrás, qué más da que una profesora no sepa leer, qué más da quién tenga razón, lo importante es cumplir el trámite lo antes posible, no esforzarnos nada, así salen luego los crios claro, porque nos la suda todo, porque nos dejen en paz les dejamos hacer lo que quieran.

En fin, también debo hablaros de «Treme»:

Treme

¿De qué va “Treme”?, de Treme, ¿qué es Treme?, un barrio de Nueva Orleans, con solera, con sabor a Jazz, la serie relata la vida de varios personajes del barrio en los meses posteriores al desastre del Katrina, en un entorno aún en semiruinas, “Treme” es la nueva creación para la HBO de David Simon, creador de la genial «The Wire» , acompañado por Eric Overmyer, en la serie también asoman actores presentes en el desnudo integral de las verguenzas Baltimorienses, como Wendell Pierce o Clarke Peters, amen de en papeles menores Jim True-Frost o Anwan Glover, asoman también la bella Kim Dickens ( «Deadwood» ), Khandi Alexander («CSI»), Melissa Leo (oscarizada en “The Fighter”) o John Goodman, quien no necesita presentación alguna.

¿Es esta una gran serie o un peñazo?, pues depende, si te gusta el jazz es para verla y guardarla en DVD, la gozarás, si no te gusta, como es mi caso, pues mejor dedícate a otra cosa, qué se yo, hacerte macucas, pasear al perro o zamparte una tortilla de bonito, ojo, ni se me ocurre juzgar su calidad técnica ni todas esas cosas que los entendidos suelen soltar tan atinadamente, porque entre otras cosas no tengo ni puta idea, sé, sin embargo, que la música y el jazz está permanentemente presente, y eso limita mucho el tema, la trama tampoco es que sea de las de enganchar, apenas pasan cosas y las que pasan lo hacen leeeeeeeeeeentamente, para mío soporíiiiiiiiiiiiiiiiiiferamente.

Dicen que la segunda temporada entrará de lleno en los problemas de corrupción y tal, pero sinceramente, no he llegado ni a acabar la primera, osea que esta ya directamente a la papelera.

Y la postdata, Helloween, «Hell Was Made in Heaven»

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