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Pulgarcito, con madres así ríete tú de las madrastras.
Juan Carlos, en la entrada dedicada a la prometida de Pablo Iglesias, Caperucita Roja, sugeriome la idea de analizar con detenimiento uno de esos cuentos tradicionales infantiles con múltiples versiones a cada cuál más gilipollas, «Pulgarcito». Como casi siempre los hermanos Grimm ahí en plan gore, con rebamientos de tripas y demás, luego dicen que la tele de hoy tiene violencia, sí por los cojones, yo sin embargo opto por la versión de Charles Perrault.
¿Eres madre? ¿Padre? Caso que sí coincidirás conmigo que quienes ponen los nombres a los hijos son siempre ellas, esto normalmente se decide nada más quedarse embarazada y si discutes te puedes pasar un buen tiempo sin follar, así que el padre normalmente añade un «qué bonito, me gusta» a la sugerencia materna y a correr.
¿Por qué digo esto? Porque hay que ser hijaputa, sí, pero mucho, me refiero a la madre de Pulgarcito, como el niño nace pequeño le llama Pulgarcito… Sí señora, cómo se nota que hiciste pira a la clase «A una niña no la llames Carlota porque luego en el cole la dirán idiota».
Un cuento navideño.
Flácido siempre quiso convertirse en escritor, daba la mano siempre flácidamente, pero empuñaba el lápiz con gran vigor,decidió presentarse a un concurso literario, de relatos breves, se tomó media docena de cajas de cerveza y se dispuso a ir a dormir. Es acojonante la cosa ya te digo, porque lo del relato breve será en la próxima entrada, pero en fin, que son genialidades de un genio, prescindible pero genio, lo de las cervezas es gratuito del todo, la cosa es que en breve aparecerá una gaviota que habla y claro, o estaba borracho o ya me dirás cómo coño explicamos eso.
De repente, según se iba a la cama, escucha un «toc toc» en la ventana del salón, como si alguien diera con un pico, abre la ventana y ve una gaviota, ¿ves ahora lo justificado de las cervezas?, «hola, soy Gaviota, vengo a pedirte un relato, pero con condiciones».
Coño, pues ya se ha enterado el mundo pronto de mi faceta de escritor, pensó Flácido, las condiciones eran claras, una historia pero corta, que ya adivinaba el pajarillo que cuando el hombre que daba la mano flácidamente en vez de dar la mano daba la chapa la cosa no era tan flácida.
Mi segundo drama, la historia de los topillos.
En la entrada de maltratos animales alguien, no vamos a dar nombres, se dedicó a la demagogia más demagógica, sacando sin venir a cuento a topillos y demás, la querida Emy quedó con ganas de profundizar más en el tema de los topillos, así que nada, para quitar el mal sabor de boca haremos una entrada contando el asunto de los topillos de manera delicada y sobre todo sin manipulaciones, sentimentalismos baratos y demás.
Erase una vez que se era una bonita topita llamada Delicada, vivía feliz con su mamá en su madriguera, su madre, como todas las madres de topos, se llamaba Topota Madre, Delicada pasaba los días ayudando a su mamá a recolectar comida del campo vecino, campo al que accedían por una serie de complicadas galerías hechas durante generaciones de topos, su mamá era viuda y tenía una prole de 26 topitos pequeñitos y adorables.
La bruja y la princesa tetona.
-Aita aita, cuéntanos un cuento anda
-Vale, poneos cómodas, os voy a contar un bonito cuento popular, «La bruja y la princesa tetona»
-¿Es para niñas aita?
-Bueno, no del todo, pero en fin, que no nos enrollemos, había una vez una bruja, con el pelo blanco, gafas, que tenía por costumbre cocinar para su prole los domingos…
-Anda, como la abuela
-Sí sí, qué casualidad, sigo, pues un día encomendó a su yerno, un apuesto caballero, calvo, varonil, atlético, simpático, con don de gentes..
-Anda, como tú, aita, qué casualidad
-sí sí, qué casualidad, pues eso, que le manda ir a buscar a una princesa, según ella malvada, porque era mucho más guapa (como si hiciera falta mucho para eso no te jode) y tras encontrarla robarle el secreto de la felicidad
La vida de Flanagan y la estelar aparición del calvo gilipollas.
Para la futura Nobel de literatura, Zambullida, que se anime un poco. Al resto queridas, queridos, tus problemas importan, no son poca cosa, mis problemas importan, no son poca cosa, pero cuanto peor lo pasemos con más razón hay que intentar animarnos.
Se dice, se cuenta, que cuando Flanagan nació lo hizo junto a varios niños más, pero ninguno de estos otros lo reconoció nunca en su biografía, el médico pasó haciendo la ronda y felicitando a los padres, cuando llegó junto a los de Flanagan se quedó mirando al niño, a los padres, otra vez al niño y cuando volvió a los padres solo acertó a decir, «menuda putada, ya lo siento, bueno, otra vez será». Porque sí, era feo el crio, feo de cojones, la madre, siempre cariñosa, le decía al padre, «hombre Manolo, bien mirado…» «da igual como lo mires Marisa, es feo, qué le vamos a hacer, mira a ver si lo puedes cambiar por otro».
Por una vez nadie en la familia discutió por si se parecía más al padre o a la madre, los hermanos mayores jamás tuvieron celos, las visitas flipaban, no lograban expresar sus sentimientos, «es… es una….» y el padre resignado, «no te canses, es feo, muy feo, no hace falta que disimules», la madre, sin embargo, aun reconociendo que no era una belleza, siempre pensó que la naturaleza dotaba a cada uno de una cualidad distinta, y que por lo tanto, si era tan poco agraciado sería un dechado de virtudes en otros aspectos, «al menos de mayor será simpático».
Rescatando a la princesa.
Bien, aquel día que me volví romántico, así de repente, como quien ve la luz, mi querido y admirado Logoferoz requirió de mí un poco de ayuda a la hora de conquistar princesas, chico listo, todo el mundo sabe que los románticos y detallistas para estas cosas de conseguir follar, digo conseguir enamorar a damas, somos únicos, vamos, la cosa es que conseguir hombres sí que sé cómo se hace, ahora, conseguir y hacer feliz a una mujer es complicado y un rato largo.
Así que me tomé su petición a lo literal, «un curso de esos de rescatar princesas de castillos y dragones, algo bien romántico», pues nada, aquí va un bonito, y romántico, cuento de un príncipe rescatando a una princesa de las garras de un dragón.
La limeña y un par de tetas.
Toca un cuento, uno de los bonitos, entrada dedicada esta, a la más hermosa de las limeñas, resulta que la mozalbeta quería una historia de tetas y eso, nada, no hay problema, de otra cosa no, pero de tetas siempre es agradable hablar. Bien, vamos sin más demora a esta entrañable historia de Limeña y su búsqueda de un buen par de tetas.
Érase una vez que se era una hermosísima limeña, llamada así, Limeña, cualquier parecido con persona alguna del mundo real es mera coincidencia, era del hemisferio sur, ese sitio raro donde todo está al revés, en verano allí hace frío, en invierno calor, por la noche luce el sol y por el día oscurece, tenía ella ganas de tener un par de boyas de esas voluptuosas, es decir, grandes, para los incultos, y mira que tuvo suerte y encontró un genio de esos de la lámpara, de bajo consumo, pero como todo lo hacían al revés la cosa no salió mal, tres veces tres, quería dos grandes tetas y repetía: «No quiero un buen par de tetas», el genio la miraba y nada, la dejaba como estaba, falta de comunicación que se llama.
«Erase una Vez» la búsqueda del final feliz.
Toca hablar de «Oce Upon a Time», o «Erase una vez» como la han titulado en cristianés, una de las últimas series lanzadas por la ABC, creada a la limón por Adam Horowitz y Edward Kitsis.
22 episodios tiene la primera temporada, aunque hay ya una segunda ya estrenada, su reparto, pues entre otros la orejuda Ginnifer Goodwin («Big Love»), la «House» Jennifer Morrison, Lana Parrilla, Joshua Dallas, Eion Bailey («Band of Brothers»), Jared S. Gilmore («Mad Men») o Robert Carlyle (el de «Full Monty»)
Hay que reconocer las cosas, la serie esta parte de una premisa pues bueno, interesante y atrayente, todos conocemos el cuento de Blancanieves, pues digamos que arranca justo cuando van a empezar a comerse las perdices, entra la bruja mala en la boda y amenaza con un hechizo, el cuál hace que todos los personajes de los cuentos de hadas pasen a existir en la vida real, pero atrapados en un pueblo y sin que el tiempo pase. Original sí resulta, solo falta saber si luego la historia merece la pena, no es la primera vez que una historia a priori interesante acaba convirtiéndose en un truño de marcar época.
The choice of three little princess.
Bueno, esta entrada va para Adwoa, sí, es esta, ¿razón?, pues entre otras que se lo dije, ¿por qué?, porque a pesar de ser mujer tiene unos cojones como paelleras de gordos, sin entrar en detalles, además de un sentido del humor fuera de lo común y hasta me cae bien, a pesar de ser fémina. Allá va.
Un líder de opinión no debe caer en la autocomplacencia, por muchas flores y bragas que le tiren por la calle lo último es relajarse. Una vez claramente conquistadas las masas hispanohablantes debo ir más allá, saltar la barrera idiomática, esta es pues mi primera entrada en inglés.
Cuéntame un cuento.
Nada, entrada de esas con dedicatoria, para Emy, «Emy Tecuento» más concretamente, ¿qué hacer?, piensa, concéntrate, ¿no te sugiere nada lo de «tecuento»?, exacto, la cría y engorde del salmonete, pero de eso no entiendo, o sea, en su lugar te contaré un cuento, no es la primera vez, pero ahora será un cuento clásico, ojo, si has llegado aquí buscando en google «cuentos infantiles» chapa esto, pero ya, porque mi mente es enferma, aviso.
Vamos pues con el bonito cuento de Caperucita Roja:
Érase una vez una dulce y adorable niña que vivía con su madre en pleno bosque, pero a esta se la comieron yendo a arar el prado, así que hablaremos de su hermanita, poco, porque esta se metió de voluntaria en una ONG para salvar a los pingüinos saharianos, por lo tanto no queda otra que hablar de una que realmente ni las conocía, vivía en el mismo barrio, pero sus madres no se hablaban y malmetían y malmetían para que ni se relacionaran, era una chavalota llamada Antonia. Leer más…