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«Dexter», el final de otro mito de la tele.
Hay momentos televisivos que parece que no van a llegar nunca, sin duda uno de ellos es el final de «Dexter», ocho temporadas nada menos, creo que no he seguido nunca una serie tan larga, haberlas las ha habido, pero vaya, que yo tenga vista me da que no. Showtime ni de lejos pensaba cuando James Manos, Jr. empezó con la serie que acabaría siendo el santo y seña del canal, en su serie más exitosa, una serie de culto, que si bien en la tele española ha pasado desapercibida y que tampoco es que haya copado los premios del ramo nunca pues eso, tiene una legión de seguidores bastante curiosa.
Lo que empezó siendo una especie de justiciero asesino, un hombre de apariencia normal, el vecino perfecto, con un problema mental que le hacía sentir una irrefrenable ansia por acuchillar gente, con su método para dar rienda suelta a su peculiar necesidad, fue tornándose en algo más complejo, reconozco que al principio me costó entrar en el mundo de Dexter, me parecía muy de recurso facilón eso, el ponerte del lado de un asesino en serie sí, pero como justificándolo. Poco a poco eso fue cambiando, la serie ganando en oscuridad e intensidad, parece que el equipo de guionistas se dio cuenta de que entraba en una especie de bucle, repitiendo esquema temporada tras temporada y ya en las dos últimas la cosa fue cambiando, a mejor, a mucho mejor, es muy raro que una serie tan larga mejore con el tiempo, «Dexter» lo hizo. Es evidente pues que de la temporada final se pudiera esperar algo realmente acojonante, impactante y que dejara un recuerdo imborrable de una serie eso, de las importantes.