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«Carnivále», extraña seducción.
Ahora que se estrena «Luck», la nueva serie de HBO, con todo un Dustin Hoffman al frente del reparto me gustaría hablarte de una de las series más originales que he tenido ocasión de ver.
Una mujer agoniza, en mitad de la nada, en una casa cochambrosa, cerca de ella su hijo, la mujer sabiendo que se va a morir está más pendiente de que no se le acerque su hijo que de otra cosa, este solloza, la mira, intenta acudir junto a ella, pero la madre asustada le echa de su lado, ¿qué puede pasar a una madre por la cabeza para renegar de su propio hijo en su lecho de muerte?
Así comienza «Carnivále», una de las series más extrañas con las que me he topado, creada por Daniel Knauf para la HBO, antes de nada avisar, es una serie lenta, a veces extremadamente lenta, liosa, a veces extremadamente liosa, complicada de seguir, pero amigo mio, deja huella, si la ves entera, nada más acabarla, serás consciente de que acabas de ver algo muy grande.
Y eso que sólo dura dos temporadas, estaba pensada para seis, como una especie de tres temporadas dobles, con tramas nuevas en cada una de las tres entregas, manteniendo la línea principal, tan sólo la primera de esas tres entregas fue rodada, HBO la canceló por cara y porque las audiencias no acompañaron, se especuló con poder venderla a otra cadena, pero HBO tan sólo ofreció a Knauf hacer un par de telefilmes, este se negó y a día de hoy la única opción que se baraja para darle continuidad es en forma de cómic, siendo esta opción también bastante complicada de ver hecha realidad, aun así, como la idea era parejas de temporadas «Carnivále» tiene un final más o menos adecuado, sobre todo si no ves los últimos cinco minutos, donde se abre la historia de nuevo.
¿De qué va la serie?, pues son dos historias que se van alternando y que sólo al final de la segunda temporada se cruzan, estamos en los Estados Unidos de la gran depresión, época genialmente ambientada, por un lado tenemos al chico de la madre agonizante, Ben Hawkins (Nick Stahl, secundario bastante experto pese a su juventud, interviniendo en pelis como «Sin City» o «La delgada línea roja» y prota de «El Hombre sin Rostro»), El chico es recogido por un circo ambulante, ahogado por la sempiterna crisis y poblada por seres a cada cual más raro, desde el director, interpretado por Michael J. Anderson, un enano que recibe órdenes del «patrón», un ser al que nadie más puede ver o escuchar, el hombre serpiente, las siamesas, el mentalista, la mujer barbuda… dentro del circo tenemos también a la tarotista, Clea DuVall, una actriz asidua al cine alternativo, cuyo personaje se apoya en los poderes de su madre, postrada en cama, telepáticamente, tenemos a la familia de buscavidas que llevan el espectáculo de baile-erótico y tenemos al segundo de a bordo, un ex jugador de beisbol mutilado (Tim DeKay, un habitual en la tele americana).
Resulta que el chico este tiene poderes, poderes extraños, capaz de curar lesiones y enfermedades, pero con una pega, no puede curar sin causar daño en la misma medida, es recogido a instancias del extraño patrón, irá descubriendo a lo largo de la serie qué son sus poderes, quién es él y qué es lo que debe hacer, sus recurrentes pesadillas por fin tendrán su sentido.
Al otro lado tenemos a Justin Crowe, un sacerdote (increíble Clancy Brown), y a su hermana, recogidos por el padre Balthus (Ralph Waite) de niños, ambos se dedican a intentar ayudar a la gente sin recursos, sobre todo a los niños, no importando tanto los métodos, Crowe también tiene sus poderes, sus visiones mágicas de acerca de lo que tiene que hacer para lograr sus propósitos, desnudando las vergüenzas escondidas de sus superiores si hace falta.
Uno de ellos, Crowe o Hawkins representa el bien, el otro el mal, ese es al fin y al cabo el meollo de la serie, poco a poco descubriremos quién es el «bueno» y quién el «malo», el cómo sus respectivas historias, al madurar, se van aproximando hasta que casi al final se cruzan, atando todos los cabos que durante la serie no entendíamos.
Porque la serie está llena de momentos típicos de los comienzos de muchas pelis de terror y misterio, de esas que te dejan expectante esperando la explicación necesaria, está llena de magia, de escenas incomprensibles, de cosas que no sabes si son o no reales, es una serie sin duda buena, muy buena diría, no la recomendaría a todo el mundo, ni sería la primera serie de la HBO que vería, te hace pasar miedo, jamás un grupo de mineros por ejemplo me hicieron sentir tan intranquilo, te emociona, al final te cautiva.
Tiene pegas eso sí, a veces da la sensación de ver un remake de «Marco», el chaval se pasa media serie buscando por medio país a su padre, luego las historias paralelas a la principal, la vida cotidiana en el circo, te resultan a veces bastante prescindibles, algunos personajes están para hacer bulto, sin más, en la segunda temporada eliminan a alguno y no te das ni cuenta, pero son pegas bastante disculpables ante el resultado final.
Pocas veces me detengo en comentar los títulos de crédito, pero esta vez la cosa lo merece, pocas veces veremos una intro tan adecuada como la de «Carnivále»:
Con música de Jeff Beal ( «Rome» ) nos da pistas acerca de qué va la serie, técnicamente perfecta, en fin, triste destino el que sufrió «Carnivále», serie premiada por cierto, en sus aspectos técnicos, ese fue su gran problema, estaba tan bien hecha que resultaba demasiado cara, su cancelación provocó innumerables peticiones de los fans para que se retomara el proyecto, sin embargo, como comentábamos antes, no cuajó, de cualquier manera nos quedan esos 24 episodios que son sin duda alguna de lo mejor que podremos ver en nuestras vidas, algo totalmente imprescindible, sobre todo para aquellos que dice que en televisión sólo se hace mierda.
Lacrimas Profundere para la postdata, alemanes, comenzaron con el Doom, yendo suavizando su sonido hasta el gothic que más menos hacen ahora, de ellos este «And God’s Ocean»