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Un hombre sencillo.
Oswaldo María de Medeiros de casi todos los Santos Flanagan McGunnarsson era, como su nombre bien indica, un tipo sencillo y modesto, cuando iba con dos amigos por la calle nunca se ponía en mitad, «en el medio está la virtud y no soy merecedor, vosotros sí», decía. Al hacer albóndigas y al follar no le ganaba nunca nadie, tenía campeonatos ganados, él, sin embargo, siempre rechazaba medallas, «yo, con haberlas producido diecisiete orgasmos ya me doy por pagado».
Quería ser el hombre más modesto del mundo, asín que cuando ganó el campeonato del mundo de modestos se le presentó una curiosa circunstancia, la vio: «hala, qué curiosa eres, eres la circunstancia más curiosa que he visto en mi modesta vida», la circunstancia le preguntó: «¿Qué vas a hacer? si realmente eres el más modesto del mundo deberías coger el premio, pero un tipo realmente modesto jamás aceptaría premio alguno».
Flanagan encuentra el amor.
Flanagan era un tipo de los de fiar, vasco como su nombre bien indica, como era vasco era noblote, buen tío, amigo de sus amigos, virgen, aunque todavía le quedaba tiempo para estrenarse antes de la media, los 41 años (yo ahí ahí, por los pelos), honrado a más no poder. Flanagan era tipo solitario pues, vivía con otros tres tipos solitarios en un piso de alquiler que le costaba un pastón, pero será por dinero hostias pues, que era vasco, no conocía el amor, había oído hablar de él, anduvo cerca incluso pero nada, ya había perdido toda esperanza.
Pero las cosas pasan cuando menos te las esperas, cierto día Flanagan se levantó y comenzó a hacer cosas de vasco cuarentón solitario y reprimido, escribir en su blog de líder de opinión, haciéndose pasar por tipo molón y simpático, alardear de su ajetreada vida sexual, de que al hacer albóndigas y al follar no le ganaba nadie, a hacerse el entendido en materias como historia sobre las que no tenía ni puta idea.. Lo típico vamos. Después salió a la calle, iría al bar a leer el periódico, su única vida social, pero ese día ojo, ese día era especial, ese día salió como otros, pero…
El dinero no da la felicidad, que lo sepas.
Flácido era un hombre que daba siempre la mano flácidamente, pero en los negocios era un hacha, a hacer negocios y al follar no le ganaba nadie, era también muy aficionado a refranes y frases hechas, «intentarlo es el primer paso para conseguirlo», así que cuando quiso aprender a volar se tiró de la azotea del más alto edificio de su pueblo y se estrelló contra el suelo, el golpe no le mató ya que el más alto edificio de su pueblo era una pequeña choza de apenas dos metros, pero cuando estaba ahí de rodillas lamentándose del golpe recordó lo de «es mejor morir de pie que vivir de rodillas», se levantó y se mató él mismo.
Mas en su lápida ponía «Flácido, siempre te recordaremos», y claro, hay otra frase que dice más o menos que nadie muere del todo mientras se le recuerde, así que resucitó, «estoy hasta los huevos de las putas frases, esto es un sinvivir», dijo el pobre, pero para que me entiendas su historia con las frases hechas es como la de un fumador compulsivo, sabe que le mata, pero no puede dejarlo, así que un día Flácido recordó esa bonita frase de «el dinero no da la felicidad».
El hombre que le daba a los poemas flácidamente, pero con amor propio.
«Querida, tú, para mí, fuiste un puerto en el que cobijarme, tus ojos los faros que me mostraron el camino, tus pechos los amarres donde asegurar mi estancia, tu sexo el lugar ideal para encallarme». «Querida, al igual que una tormenta hizo que llegara a ti, otra hizo que recalara en esta espectacular rubia que tiene no dos, sino cuatro faros, pues tales pezones iluminan mi vista como frágiles luciérnagas en el caminar de la vida.» «¿No es, acaso, cierto que ayer la tempestad llegó a nuestro matrimonio?, ¿es mentira que palabras gruesas separaron tu gruesa existencia de mi vida?».
Merikeit tardó en reponerse, del susto e impresión, la imagen de su querido Manolo en brazos de una exuberante rubia vestida sucintamente estuvo cerca de desesperarla y provocar que salieran de su boca improperios, mas tras contar hasta 9, que hasta 10 no pudo, logró articular un par de frases cuidadas a la par que respetuosas.
El juicio de los refranes.
Quería, primeramente, dedicar esta entrada a Miguel Merino, por ser como es escritor de usar bien las palabras, amante de las frases y refranes, valga esto como prueba de que aparte de usar bien las palabras, frases y refranes pueden ser estos manipulados en el más absoluto de los absurdos.
Cierto día reuniéronse frases hechas, refranes y sus protagonistas para poner negro sobre blanco, echar luz, dilucidar, acerca de sus responsabilidades en la vida, dentro de una sala abarrotada, lo cuál hizo que mucha gente se quedara fuera, todos menos el saber, que al no ocupar lugar estaba la mar de cómodo.
Un cuestonario cabrón.
Internet, el colmo de lo absurdo, el otro día, leo: «Tu gran oportunidad para sexo ocasional sin compromiso», claro, uno no es de metáforas ni de figuras literarias raras, me sonaba bien la idea, pero fui al traductor para lerdos, «quiere decir que follas por la cara», vaya, ahora sí, cojonudo, pedazo página, a registrarse.
Una macabra y de pésimo gusto historia de una muerta.
Desde que mi mujer murió la noto como ausente, como si me guardara rencor por no haberle cedido mi pustralobio y así salvarle la vida, o como si la molestara no haberle dado sagrada sepultura, pero el deber de un esposo es mantenerse junto a su mujer, aunque desde luego no me lo esté poniendo nada fácil.
Tenemos un problema de comunicación, se pasa las horas muertas en el sofá viendo la tele, con la mirada perdida, si no le cambio yo el canal ni se acuerda de sintonizar sus programas favoritos, pero ni siquiera ver «Los Simpsons» le hace mostrar emoción alguna, claro, tanto repetir los capítulos hace que ya apenas los disfrute.