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La gloriosa despedida: «Flanagan se divorcia».
Flanagan queda con su gran amigo Flácido para contarle la última desgracia, se divorcia, no hay arreglo, toman un par de cañas mientras comentan la injusticia del asunto, «joder Flácido, que me dice que se quiere divorciar, le digo que vale, que echemos un polvo y no quería». «No me jodas, qué sería de una entrada de este blog sin sexo gratuito», «eso la dije, y entró en razón, pero sin más, no le puso mucho interés».
Flácido se fijó que tanto su nombre como el de Flanagan empezaban por «FL», tampoco tiene mayor importancia te dirás, pues no, pero no deja de ser curioso, preguntó a su amigo los motivos por los cuáles Merikeit había decidido poner fin a su matrimonio, un matrimonio que parecía de acero, de diamante, indestructible a lo largo de los dos días que había durado.
Otra despedida, definitiva esta vez (lo cuál por definición suele ser que es temporal).
Bueno, te habrás fijado que llevo tiempo sin publicar nada, bien, te cuento el por qué y así aprovechamos para despedirnos, con tiempo, para que te dé tiempo (si eres dama de buen ver) de quedar para despedirnos en persona como dios manda.
Físicamente estoy bien, todo lo bien que se puede estar a una edad y con el historial médico reciente, pero la vida es la vida, otra vez no puedo acceder al blog así tan fácil desde el curro y cuando estoy fuera… Imposible, tengo muchas cosas en la cabeza.
¿Qué cosas? Te la pelan, cosas.
«Fury», la recurrente decepción.
Antes de nada, «Black Sails», una de las últimas series de Starz, pocas veces vas a agradecerme más una recomendación televisiva, consigue el primer capítulo y disfruta de los primeros 15 minutos, de lo mejorcito que uno recuerda en la tele, un abordaje de un barco pirata que vaya, mola, cuando acabe el abordaje lo quitas y lo asas, es la manera más barata de conseguir tostón asado que puedes lograr.
En su lugar échale una ojeada a «Silicon Valley», comedia de la HBO, gamberra y que sí, tiene alguna escena de partirte la caja, no triunfará porque dicen «polla» y eso en España no mola, mola más que el prota de turno diga «pene», aunque en la calle ni dios diga «pene». Pero no es de series de televisión de lo que te hablaré hoy, sino de cine, del superestreno del momento, la última de Brad Pitt, «Fury», a quien alguien con dos pelotas descomunales como paelleras de concurso interpueblos se le ocurrió la genial idea de titular aquí «Corazones de Acero».
«The Newsroom», periodismo Disney.
Tú imagina, un político de altura, o de no tanta, un concejal de urbanismo por ejemplo, de una ciudad costera y turística, que haga un concurso público para adjudicar alguna obra y le venga el constructor de turno con una mordida, una comisión o lo que fuera. El concejal se indigna y aparta a ese constructor del concurso, adjudicando la obra a la mejor oferta.
Tú imagina, por imaginar, un empresario, tiene varios trabajadores, entre ellos su hijo, su sobrino, un amiguete de la mili y su ahijada. La cosa va mal, intenta mantener la plantilla por todos los medios, pero imposible, ha de echar a dos, hace balance de méritos y deméritos y echa a su hijo y al amiguete de la mili, dejando en su puesto a Pepito, que es un trabajador ejemplar, aunque no le unan lazos con el jefe, aunque sea el que siempre está dando guerra por reclamar sus derechos laborales.
¿Debiera ser así? claro, ¿realmente es así?
Venga, descononémosnos juntos.
Héroes cotidianos, el hombre que daba la mano flácidamente.
Mucho se dice que hoy en día ya no quedan héroes, en un mundo en el que el activismo político se hace vía twitter y en el que ni se decapitan reyes ni nada, que si Roberspierre levantara la cabeza se avergonzaría en grado sumo, la figura del héroe con mayúsculas tiende a desaparecer, cierto. Pero que tienda no quiere decir que no haya excepciones, sí señores, sí señoras, hoy tengo el gran honor de presentaros a Flácido, un tipo capaz de rozar lo extraordinario. No te digo más, un día fue a comprar el pan.
Impactante, pero dejemos que sea él mismo quien nos cuente su aventura, querido Flácido, déjeme estrechar flácidamente su mano, todo un honor conocerle, qué digo honor, es la culminación de mi vida, tras esto puedo morir tranquilo.
«Quita quita, no exageres, pues sí, estaba yo un día en casa, me levanté tras dormir 13 horas, claro, dormir 13 horas cansa, así que me fui al sofá a descansar un poquito, la siesta mañanera típica de las 12 del mediodía, y es difícil ¿eh? Porque ahí estaba la parienta dando el coñazo con sus vicios y hobbies, la aspiradora, la lavadora, no hay cosa que más me joda, ni descansar a uno le dejan, coño, que se ponga a hacer sus aficiones sin molestar, ¿acaso molesto yo con las mías salvo por esos suaves y melódicos ronquiditos?».
Cosas que me tocan los cojones.
En sentido figurado claro, cosas que hacen los demás, claro. No sé si has reparado alguna vez en que somos perfectos todos de narices, cuando hablamos de estos temas, de defectillos, siempre son de los demás, ¿vecinos tocapelotas? Todos tenemos, pero nadie se reconocerá como un vecino tocapelotas, ansioso espero que alguien, en este mundillo internetero, haga una entrada de blog tipo «hola, soy el típico vecino tocahuevos que pone la música alta y se pasa por el forro del anteprepucio las quejas de los demás, subiendo incluso el volumen».
En el tema de la pareja es igual, si reconocemos alguna manía será de esas que en el fondo son chorraditas, «tengo la manía de tenerlo todo superlimpio», es el otro el que tiene la manía de tirarse pedos en la ducha o mearse en la cama, o al revés, que es también habitual. Siempre es el otro, eso me toca los cojones ¿ves? En mi caso debo decir que no es así ni de lejos, yo también tengo manías, y gordas, me gusta tenerlo todo superlimpio por ejemplo, ¿ella? Alguna tiene, pero menos graves.
«True Blood», se acabó lo que se chupaba.
Es curioso, las tres próximas series que tenía pensado ver eran tres finales de series de HBO, «The Newsroom», «Boardwalk Empire» y la que nos ocupa, «True Blood», la más veterana de las tres y, hablando de memoria, la más veterana de cuantas series dramáticas han salido de esa santa casa. Siete temporadas nada más y nada menos, y dos sensaciones, una injusta, que no volveré a perder el tiempo con series como esta, teniendo como tenemos tanta y tan variada oferta; la otra, qué pena de idea desaprovechada.
Para quien no haya visto nunca «True Blood», decir que si alguna vez alguien te habla de ella como «una de vampiros», métele un guantazo de mi parte, si te responde te jodes, por farruco, pero hazme ese favor, porque ni de coña es una serie de vampiros, o al menos no solo de vampiros. La premisa original era harto interesante, los chupasangres estos dejan de vivir en la sombra, dejan de ser un mito, pasando a convivir con los mortales.
Esta idea, en manos de un canal como es HBO, sonaba a excusa ideal para abordar temas como el racismo, que de hecho en las novelas en las que se basa la serie debían de aparecer, la adaptación de una raza de seres que aunque vienen de nosotros nada tienen que ver, se te hacía el pito pesicola vaya.
El insultante asunto del folleteo.
Es hablar de sexo y todo se vuelve contra natura, si en el resto de actividades lo que cuenta es la eficacia en el sexo no, en una carrera de 100 metros lisos de las olimpiadas, cuando va el atleta de las Islas Vírgenes de turno y tarda 25 segundos todos nos cachondeamos de él, admiramos al Bolt, que tarda 9, en el sexo es al revés, vas tú contando tus proezas sexuales, esa innata habilidad tuya para satisfacer a la dama en las tres culadas reglamentarias y te dan la tarjeta del urólogo, «va a ser la próstata», sí, el anteprepucio no te jode.
«Es que tan rápido ella no disfruta», ¿acaso le piden a Bolt que tarde más solo para que disfrute el de las Islas Vírgenes? Es problema de ella, que en esos dos minutos no es capaz de llegar al orgasmo, pues que espabile coño, que espabile, tú imagínate que te viene el jefe y te pide un informe de 20 páginas sobre lo que sea, «cuanto antes Martínez, cuanto antes», ¿qué debieras decirle? «No jefe, cuanto antes no, que no disfruto, esto lleva su tiempo, sus cosas, usted deme un par de días si eso».
Te echa, fijo.
Propósitos para este año que empieza, ser más asequible.
Entre los millares de correos de admiradoras que uno recibe a diario siempre hay alguno que te toca la fibra, por ejemplo uno que recibo de una tal Merikeit Flanagan. Viene a decir que debería bajar de vez en cuando de mi Olimpo de líderes de opinión y ponerme a hablar de temas que interesen a la gente y eso, temas asequibles para mentes normales, como las vuestras, créeme, si digo «normales» es un piropo tratándose de ti, a lo que voy. Voy a hablar de propósitos para este año que empieza, curiosamente estamos a primeros de año, por lo que el título queda de puta madre, si se publica esto en agosto luce menos.
Soy tipo sencillo en el fondo, siempre he pensado que lo principal es ponerse retos asequibles, «voy a follar menos», ese es fácil de cumplir y oye, si no lo cumples tampoco te llevas las manos a la cabeza, «uy, que dije que iba a follar menos y me he tirado a las animadoras del Bilbao Basket», nadie se pone como meta del año mojar menos, así os va no te jode, «para este año quiero encontrar al amor de mi vida», venga por dios, pero si soy un semidios, qué coño vas a conseguirme así tan fácil, luego llega noviembre y empieza la depresión.