Cruzar el Rubicón.

Toca una frase cuyo origen histórico creo que es de todos conocido, no obstante el que lo conozcas o no me la trae floja, cuando alguien quiere dar la chapa no hay nada que puedas hacer por evitarlo, «pues no lo leo» te dirás, en tal caso iría a contártelo, borracho, tú verás.

«Cruzar el Rubicón», «Alea Jacta Est», ambas van unidas y ambas son de un uso sumamente común, tu, por tocarme los huevos, dirás que no sueles usarlas, pues que sepas que una persona medianamente normal las usa a diario, vas a comprar el pan y la dependienta te dice que se acabaron las chapatas y que si quieres una de media cocción, tú, ante esa complicada decisión meditas y tras sopesar las consecuencias saltas un «Alea Jacta Est» y «cruzas el Rubicón».

«Cruzar el Rubicón» pues se refiere a tomar una decisión que es complicada y arriesgada y que cambiará nuestra vida radicalmente, como comprar la baguette o como le pasó a Julio César cuando cruzó el río Rubicón y entró con sus legiones en Roma.

Porque de Julio César hablaremos, sí, de uno de los más grandes personajes históricos, el hombre que acabó con la República como forma de gobierno de Roma, se erigió en dictador y dio paso a la Roma de los emperadores, de él y de una de sus grandes hazañas como estratega ya te hablé cuando hice esa gloriosa y nunca suficientemente vanagloriada entrada dedicada a Alesia, decirte que, como siempre, voy a resumir tanto la cosa que en realidad no contaré nada, pero nos la pela, a que sí, si tú entras y comentas a ver si tienes la suerte de que te toque la noche de amor conmigo.

Julio César había perdido su último apoyo en Roma, Pompeyo, no es que este muriera, es que murió su esposa, hija de César, al dar a luz, Pompeyo es convencido para pasarse al bando anticésar en el Senado y entre todos le piden al gran Julio que se entregue, literalmente la nota ponía: «A ver, cojones, que te entregues, te vamos a encarcelar, juzgar, matar, luego te haremos casarte con la más fea de nuestras suegras, te volveremos a matar, luego te torturaremos y finalmente te vamos a señalar y haremos como el Nelson de «Los Simpson», ho ho, pero de buen rollo». Obviamente todo en latín.

¿Tú crees que Julio César se acojonó?, no, cogió su legendaria «decimotercera» legión y cruza el Rubicón diciendo aquello de «Alea Jacta Est», en principio Pompeyo y el Senado tenían muchas más tropas y la empresa de César parecía harto arriesgada, sin embargo tomó Roma sin apenas batalla, ¿por qué?, me alegro que me hagas esa pregunta, con sumo gusto te la responderé después de la posdata, Héroes del silencio y su «La sirena varada».

La «decimotercera» esa que tan idealizadamente muestra la gran serie «Rome» era una engrasada máquina de matar y conquistar, veteranos aguerridos, leales a su jefe, Pompeyo tenía muchos más hombres cierto, pero desperdigados, los más cercanos a la capital eran una panda de bisoños reclutas a los que Pompeyo sabía que si pillaban los de César les iban a dejar el culo como la bandera del Japón, (Japonus en latín de la época), para más inri muchas de las tropas de Pompeyo le decían que salían al encuentro de César pero en realidad lo que hacían era cambiarse de bando. César tenía un gran carisma, una tremenda popularidad entre el ejército, pero también entre el pueblo de Roma, para quien era un héroe nacional, «el conquistador», así que Pompeyo no tuvo otra que poner pies en polvorosa y refugiarse en Grecia.

César le siguió y se encontró con él en la famosa batalla de Farsalia, pero eso ya para otro día.