La sexta visita de los vampiros.

Cuando se estrenó la quinta temporada de «True Blood» se anunció una sexta que en principio iba a ser la última de la saga vampírica de la HBO, poco después y antes de ser estrenada esta sexta entrega ya se confirmó que habría otra, la séptima, hablamos pues que la serie más veterana y atípica del canal sigue gozando de buenas audiencias y tiene de momento mucha vida asegurada, aunque siga teniendo como base el mundo de los muertos.

Y la verdad es que la serie, contando con sus señas de identidad, ha mejorado bastante desde que se dejaron de tanto bicho raro de anteriores temporadas, coño, que metían tanto bicho raro, brujas, hadas, hombres lobo, pantera, hombres que se convierten en moscas y demás que no te extrañaba ya encontrarte qué se yo, con David el gnomo, o la mariposa Cristina. Cierto es que algo de esto sigue, pero al menos lo gordo del asunto vuelve otra vez a los vampiros, que es lo que queremos ver.

Hablamos de un punto y seguido en toda regla de la anterior temporada, podrían funcionar como una misma sola, esto tiene una putada, que ha pasado un año, hablamos de que a partir de cierta edad recordamos el procedimiento correcto para sacarnos la chorra y mear y poco más, coño, que no te acuerdas ni hostias vaya, pero en realidad nos la sopla, no es la complejidad de las tramas el punto fuerte de «True Blood».

Es lo que es, hay que verla con la predisposición correcta, ofrece lo que ofrece, entretenimiento, salvando las distancias es «Spartacus», sangre, mucha sangre, sexo, mucho sexo, si no te gustan la sangre y el sexo pues es como yo con los culebrones, evítala.

Hablamos de la gran pega, si esta fuera una serie sobre vampiros y la relación de estos con los humanos pues la cosa sería una puta pasada, porque toda esa parte cumple, entretiene, vaya que sí, incluso podríamos tratar de encontrar alguna lectura seria de lo que nos cuentan. El problema es que junto a ello nos meten otro tipo de cosas, de tramas, que nos la pelarán bien sacudida, todo el asunto del ex marine y la camarera pelirroja, pues eso, que nos la sopla, coño, si en teoría la escena más emotiva de la temporada, ese funeral, nos la sopla bien soplada, estás deseando que le entierren de una puta vez a ver qué hostias pasa con los vampiros, que es lo que nos mola.

Alguna vez te lo he dicho, suelo repetirme como el ajo lo sé, podríamos describir esto como una hamburguesa, sabemos que es de baja calidad, pero está rica de cojones, esta hamburguesa tiene la peguita de que le meten ingredientes que no te gustan pero que eso, no puedes quitar, a pesar de eso la comes, yo la he zampado bien zampada, y me zamparé esa séptima y última temporada con la que se cerrará, ahora sí definitivamente, una serie que seguramente echaremos de menos pasado un tiempo.

Helloween ha tenido varios puntos de inflexión en su carrera, cuando se marchó Kay Hansen, cuando botaron a Michael Kiske, otro importante fue «The Dark Ride», su disco más oscuro y para mí una puta joya musical, Michael Weikath, guitarrista y hombre fuerte del grupo, como lo gilipollas que es decidió que debían volver al lado más happy y dejar ese camino oscuro apartado, echando de la banda a los que él consideraba responsables máximos del giro, el batería Uli Kusch y al otro guitarra, Roland Grapow, sus dos discos posteriores son, de largo, lo peor que han parido, cierto es que luego remontaron el vuelo, pero aun así ya te digo, este disco es sencillamente brutal, ejemplo claro de su sonido es el tema que da título al álbum, «The Dark Ride».