Qué bonitas las ordalías.

Ordalías, Juicios de Dios, qué bonitas tradiciones medievales, la definición del asunto la tenemos más o menos clara supongo, eran esas pruebas que los acusadores hacían a los acusados en la referida Edad Media para dictaminar la culpabilidad o no del reo. Las ordalías han dado grandes frutos para el lenguaje, de uno de ellos, agarrarse a un clavo ardiendo ya te hablé, «poner la mano en el fuego» viene a ser otra. El funcionamiento de la ordalía es bien sencillo, pillabas a un acusado qué se yo, de ser un puto hereje de mierda, un rojo, maricón o cualquier fauna similar, le hacías permanecer, por ejemplo, una hora debajo del agua y si salía vivo era inocente, si moría pues bien muerto estaba.

Huelga decir que eficaz era eficaz la cosa, todos los métodos eran infalibles, coño, es que todos eran culpables, jamás la justicia estuvo tan atinada como en la Edad Media, no se salvó ni una puta bruja de los cojones, todas las que pillaban caían. Tú, con el ánimo de buscarle las vueltas a todo te preguntarás si acaso alguna vez no muriera algún inocente. El inocente eres tú, es probable que a algún acusado de sodomía la acusación le viniera grande, pero si no sobrevivía a la hoguera es porque Dios algo malo vería en él digo yo.

De alguno de estos métodos ya di fe. Es probable que te de por pensar, que por algo eres un rojeras, que estuvieras ahí acusado de robar unas gallinas y dijeras que si realmente la cosa venía de Dios bien podría antes el acusador qué se yo, meter el brazo en el agua hirviendo para probar la validez del método.

En ese caso te contarían que San no se qué ya pasó una prueba tal y que eso daba por hecho que el resto también estaban ya libres de culpa y pecado, si discutías te hacían meter los dos brazos, uno por robagallinas y otro por hereje y desconfiado, esa prueba la del caldero era de las más comunes, se trataba de eso, metías la mano y si te quedaban quemaduras eras culpable, si el brazo quedaba ileso pues señal clara de que Dios estaba de tu parte y eras inocente.

Llegó un momento en el que la gente, desconfiada por naturaleza, comenzó a preguntarse si esto de las ordalías no era algo similar a los interrogatorios de una madre, que no había manera de salir vivo, decidieron entonces que para darle mayor rigor al asunto se celebrarían (es un decir lo de celebrar) sólo en suelo sagrado, claro, así ya quién podría poner en tela de juicio al asunto.

Hombre, siempre había métodos y métodos, había uno curioso, la lucha sin cuartel, dos acusados de robar la gallina, el que la robó, un tipo fornido y ducho en tales menesteres, uno que pasaba por ahí a vender huevos, bajito y enclenque, se les daba por ejemplo dos hachas de 30 kilos, el canijo estaba intentando levantarla del suelo venía el otro y zas, le rebanaba la cabeza. Se había hecho justicia, «inocente inocente» gritaba la masa al vencedor, mientras al canijo le usaban para hacer la famosa sopa de robagallinas, antecesor del actual caldo de pollo.

Luego había otra curiosa, hacer comer al acusado pan, mojado en leche o demás, claro, a ti te acusaban de ser qué se yo, bloguero, que entonces era algo gravísimo y penado con la muerte y te ofrecían esta ordalía y no te lo pensabas dos veces, «qué anormales, se nota que no tienen un blog, encima de salir inocente voy a desayunar». Error compañero, porque las ordalías nunca fallaban, el pan estaba envenenado y la palmabas fijo, es más, digo yo que usarían ese método para demostrar la inocencia del clero que juzgaba.

Imagino yo poniendo dos trozos de pan envenenados y decir que solo había uno, le ofrecían el honor de ser el primero al reo y al morir este quedaba claro que el otro era el bueno y no hacía falta ya probarlo. Pero no me hagas mucho caso, es probable que todos los juicios de dios y ordalías se justificaran, que la iglesia jamás hizo mal alguno y que sea todo fruto de la mente insidiosa de un ateo.

Guns n´ Roses para la posdata, «Since I dont have You»