El incidente de Pollentier.

En el anterior capítulo de este egregio serial dedicado a la historia del doping en el ciclismo hablamos de los años setenta, pero me guardé un pequeño incidente para una entrada aparte, es una pequeña anécdota, pequeña pero esclarecedora, es lo que te voy a contar hoy, es un asunto que aviso, bien pudieras encontrar interesante aunque no te guste el ciclismo, ya que es un claro ejemplo de la trampa y de cómo asociando ideas llegas a fáciles conclusiones.

Cuando uno va a, por ejemplo, la página dedicada a Michel Pollentier en wikipedia ve un pequeño resumen de sus logros deportivos, no se trataba de un Don Nadie ni mucho menos, Giro de Italia o Tour de Flandes fueron sus grandes victorias, pero logró bastantes más, pero ahí no sale todo lo reseñable de su vida, se obvia, quizá a posta, un pequeño episodio que dio que hablar y sigue dando que hablar, quizá la primera vez que se pillaba en calzones a un tramposo del ciclismo, literalmente.

1978, Tour de Francia, mira, en ciclismo hay varias frases de esas de sentencia, que no se cumplen siempre ni de lejos, pero que se aceptan, una de ellas es que quien sale vestido de amarillo en Alpe D`Huez gana el Tour, ese año Michel Pollentier ganaba en la cima del mítico puerto alpino, encima con el maillot de campeón belga, y conseguía el liderato, todo eran alegrías para él.

Hacía tiempo que en las carreras se practicaban controles para buscar restos de sustancias prohibidas, mas no parecían encontrarse, si uno busca dopaje y no lo encuentra bien pudiera pensar que coño, quizá es que no lo había, eran en todo caso análisis de orina, los de sangre llegaron después, y llegaron entre otras causas, por lo que sucedió aquel día con Pollentier.

El tipo va al control, con dos españoles, José Nazabal y Antonio Gutiérrez. Nazabal esa misma noche abandona, anticipándose al resultado, Gutiérrez mea y va a ofrecer su muestra, el doctor encargado de recogerla le pregunta que cuánto hace que la ha metido en el bote, «nada, ahora mismo», vete a saber por qué, si notó el botecillo más frío de lo que debiera estar con una meada recién echada el doctor sospecha y tras registrar a Gutiérrez descubre un sistema de tubos pegados a su cuerpo y una botella donde estaba la orina, que evidentemente no era suya.

Le toca el turno a Pollentier, el médico, que no era tonto, pensó que quizá…. y le ordena bajarse los pantalones, el otro que no, que si su integridad moral y que si no se qué de que si la abuela fuma, que te los bajes o te los bajo yo y tate, el belga que se los baja, se los baja y deja al descubierto un sistema similar al del español pero mucho más sofisticado, puesto que el contenido, la orina, se encontraba en un condón, sí, un condón, y que se expulsaba mediante un mecanismo con cierta complejidad que se activaba con una pequeña bomba situada bajo el sobaco.

El belga fue multado y suspendido por dos meses, una pedazo de sanción claro, ejemplarizante de veras. Esto dejó al descubierto que, aparte de los tradicionales sistemas de evitar los controles, controlar el tiempo entre la toma de la sustancia y el control, por ejemplo, el ciclista ya había adoptado otras aun más ingeniosas, y que si no se encontraba doping es sencillamente porque era sencillo evitar los positivos aun poniéndose hasta las trancas de todo tipo de sustancias prohibidas.

Ese método de evitar los controles pasó a la historia como «la pera», te lo digo para que ahora vayas al twitter y te hagas el listillo, cuando hace años aun la ignorancia y la inocencia hacía que a aquellos que denunciábamos el dopaje generalizado en el ciclismo nos llamaran de todo, incluso mentirosos, pues nada, ya que hablas de mentirosos… «Liar», de Helloween. La próxima entrada del doping ciclista ya versará sobre la década de los ochenta, década que necesitará sin duda de unas cuántas entregas.