La urgencia de Flanagan.

De vez en cuando me gusta meter una entrada de esas de adivinar historias, juegos detectivescos y demás, la cosa es que uno apenas tiene memoria y ya no se acuerda de ninguna de las historias de ese mítico programa, «La noche de los detectives», dentro del «Si amanece nos vamos» de la SER. Alguna me vendrá a la memoria y si no pues google me ayudará con sus búsquedas, mientras tanto pues no queda otra que inventarse las cosas.

El sistema es el de siempre, yo te contaré una historia, pero no completa, tú deberás completarla a base de preguntas, a las que se debe poder responder de tan solo tres formas, con un «sí», un «no» o un «nos la suda», la diferencia es que esta historia, al ser inventada, será demasiado sencilla y ya puedes correr o en menos que eyacula un conejo estará resuelta y pasarás a ser uno de esos del «qué pena que llegué tarde» o de «qué pena, esta me la sabía».

Vamos pues con esa bonita historia, como siempre protagonizada por Flanagan, no voy a darte pistas porque es tan sencillo el tema que si te doy pistas sería casi como insultarte:

Flanagan, tras sobrevivir a un ataque químico, logra llegar a un nuevo mundo. Nada más llegar se dice que, o cambia de nuevo de hogar o sus horas de vida están contadas.

Lo breve si bueno dos veces breve, o al revés, da igual, de cualquier manera es probable que necesites música relajante para pensar, si es ese el caso mejor ponte la radio ya que la posdata de hoy no es precisamente un tema tranquilo y sosegado.

Sonata Arctica, uno de sus temas más cañeros y veloces, que tampoco es decir que sea esto la polla, es Sonata Arctica, pero vaya, que ritmillo sí que tiene este «8th Commandment».

SOLUCIÓN:

Flanagan es un apuesto y varonil piojo, con gafas para más señas, estaba un día ahí con sus liendrecitas chupando sangre, como el gobierno de Rajoy vamos, cuando de repente olisquea un fuertecillo olor.

Al principio pensó en un pedo de su suegra, la pulga troll, pero no, no olía tan mal, aunque sí más tóxico, la prole moría mientras su parienta le gritaba que era un bueno para nada, que si cualquier día cogía y se volvía con su madre y patatín patatán.

Así que Flanagan tomó la decisión más valiente de su vida, se fue a comprar tabaco, justo vió una cabeza nueva cerca y con gran decisión saltó hacia ella descojonándose de lo que se había librado tan honrosamente.

Aterrizó en su nuevo mundo, una atractiva cabeza, chupó un poco de sangre, la más exquisita que había probado, entonces recordó lo que su abuela le contaba de pequeño, la leyenda de las cabezas con la sangre de dios, sabrosa, suculenta, pero como todo manjar escondiendo un gran mal, la falta de camuflaje.

Si, miró a su alrededor y en efecto, era la divina cabeza de un calvorotas, la sangre era de primera, pero Flanagan sabía que o ponía patas en polvorosa o sería descubierto y asesinado vilmente bajo la presión de una uña, ¿lo lograría?, eso lo sabremos en un nuevo episodio de la apasionante vida de Flanagan el piojo.