Poniendo los pies en polvorosa.

Irte cagando virutas, u hostias si se tercia, salir por peteneras, como alma que lleva el diablo, cuántas frases para decir lo mismo, qué rico el idioma y qué pocos impuestos paga el muy cabrón, yo gano menos y me fríen, al final lo más expresivo al respecto es imaginarte con una repentina diarrea, ahí si que no hay tiempo que perder, es pegarte el apretón y en menos de cero coma estás ahí evacuando a gusto, eso vendría a ser «poner pies en polvorosa», una huida precipitada y sin mirar atrás, si miras atrás estás perdiendo tiempo y es más, puede que acabes tirándote pedos de los que pesan.

Sobre el origen histórico de la frase esta de los pies en polvorosa existen varias fuentes, que si gitanos, germanos, gentes en cuya jerga polvorosa significaría «calle», que si la frase es como es por el polvo que se levantaba, como si fuera normal ver polvo rosa vamos, mas hay una explicación que sin ser ni mucho menos la única posible sí que parece la más fiable.

Alfonso III en la imagen, rey de Asturias y León, tipo que bien podría ser ejemplo de ese refrán que habla de criar cuervos y sacar ojos, no tuvo buenas relaciones con su progenie, en fin, se dice que el señor este, que reinó en los siglos IX y X, enfrentose a las huestes moras y los hizo huir en una batalla celebrada cerca de los conocidos como Campos Palentinos de Polvorosa.

Bien pudiera venir de ahí el tema, no sé, a mí en principio me parece algo cogida por los pelos, es como si digo yo que en el siglo nosecuantos estaba uno echando un polvo con la Rosa, su vecina, vino la parienta y al pillarle le hizo irse por patas, corriendo evidentemente con los pies y que de ahí la frase. No contento con el resultado de la búsqueda fui a consultar esa enciclopedia del saber histórico llamada «A ti qué historia te han contado».

Pues albricias, porque puta casualidad, hay que retrotraerse en realidad al siglo «hacelapolla», y lo dicho, casualidades de la vida encontrámosnos con Artrosis de Cadera, quien ya fue el que nos dio la luz sobre la frase del clavo ardiendo, dejamos al hombre ahí casándose y tal, bien, una costumbre que aun arrastramos desde entonces es tirar cosas a los novios, arroz, ladrillos, hormigoneras, farolas… lo típico, también pétalos de rosas.

Entonces también, pero antes, con un motivo fundamental, ponerle las cosas bonitas al novio y que no se resistiera demasiado a la condena del matrimonio, el asfalto no estaba inventado por lo que se formaba polvo, polvo y rosa, polvorosa, sí, de ahí viene la palabra polvorosa.

Entonces, cuando el pobre Artrosis estaba casándose y dijo el cura eso de que «puedes besar a la novia» le pidió a ella que cerrara los ojos para sentir mejor la magia del momento y echó por patas, pasando por el polvo de rosas y dando pie a una frase que desde entonces ha sido ejemplo de carrera desesperada, sea para evitar una boda o cagar cuando estás apuradillo.

Te dirás que en esos años de los egipcios no había curas, da igual, pongamos sacerdotes de esos que momificaban en vida a los que ponían pies en polvorosa de las bodas, de hecho la peli «La Momia» está basada en la historia de Artrosis, solo que como era modesto no quiso aceptar los laureles, los laureles que huelga decirlo habrá un día que explicar de dónde viene bien explicado, que tiene su movida también.

Acojonante lección de historia, sí señor. Bunbury para la posdata y a esperar a la siguiente entrada que explique el origen de una frase o palabrita de uso común y que no tenemos ni puta idea de dónde vienen, el tema, «Infinito».