Ahí estamos, al pie del cañón.

En España estar al pie del cañón significa lo que significa. Cuántas veces no te habrá llamado el jefe preguntándote si lo estás dando todo en tu puesto y tú ahí, haciendo el décimo sudoku, «sí jefe, por supuesto jefe, a sus pies jefe, a los de su señora también por supuesto jefe, un placer jefe, para las seis está el informe jefe», y tras colgar decides que no concretó el día y que sigues con el sudoku, que es de nivel difícil y requiere su esfuerzo.

Expedición en los Estados Juntitos para ir al Pacífico, por el norte del país, la expedición de Lewis y Clark, en ella iba un español, llamado Flanagan McGunnarsson Otaolamendigorrena, al ver que hacía frío propuso al resto que el mejor buscaba la ruta por el sur, que le dieran un móvil, un todo terreno y que cuando llegara a las playas de California si eso ya les esperaba. Hablamos de los comienzos del siglo XIX.

Curiosamente donde llegó fue a un gran cañón, donde vio a un indio, al que pregunto si era suyo, como el indio tenía la piel roja le llamó el cañón del colorado, se fumaron la pipa de la paz, se bebieron el whiskito de la amistad, los porritos del buen rollo, las cervecitas de la alianza de civilizaciones y demás, Lewis, Clark y demás, mosqueados, «no sé qué me da que el listo ese se ha escaqueado», le llaman y le preguntan si está haciendo su labor y está ahí al pie del cañón, Flanagan mira y efectivamente, «por supuesto jefe, al pie del cañón ando, aquí peleando con los indios».

A los indios esa frase de estar al pie del cañón les interesó tanto que quisieron saber su origen, así que hicieron prisionero al confiado Flanagan e intentaron sonsacarle usando un método de tortura sumamente cruel, zumbarse a una bella y joven indígena, Flanagan se resistía y se resistía, cuatro veces, al día siguiente probaron con otra aun más hermosa y voluptuosa, Flanagan se resistía valerosamente de nuevo, cinco veces, así que los indios probaron a usar dos, tres o hasta cuatro hermosas jovenzuelas, qué hijoputas, qué crueldad, el pobre Flanagan sin embargo ahí, al pie del cañón.

Cuando los indios pensaron en probar con Toro Empitonado entonces sí, Flanagan cantó y les contó una bonita historia:

Agustina Raimunda María Zaragoza y Domènech, la famosa Agustina de Aragón, sí señora, qué par de ovarios más bien puestos, heroína de la guerra de la independencia española contra el invasor gabacho, esos hijoputas traidores, «eh, dejadnos pasar que vamos a invadir Portugal», y tras dejarles para putear heroicamente al otro vecino van y nos invaden a nosotros, vamos, que porque sacamos a Curro Jiménez, si no sería un acto imperdonable.

Esposa de artillero, digo esto porque vamos al meollo del asunto, pues no se trata esto de una biografía sino de explicar la frasecita. Sitios de Zaragoza, no se refiere esto a la ruta de bares y putetxes de la capital maña, sino a cuando los franceses van y la sitian. Una puerta, caen los defensores, los franceses se disponen a entrar y a tomar la ciudad, seguramente para violar a todas las mujeres, para luego asesinarlas y volverlas a violar.

Va Agustina, toma una antorcha de manos de un defensor moribundo, se acerca al cañón, como era esposa de artillero (comprenderéis ahora la necesidad de haberlo comentado antes) sabe cómo funciona, lo dispara y hace huir a los gabachos de mierda invasores, violadores y asesinos de niños, ojo, que se los comían, a los niños, luego violaban a los bocadillos incluso, cuánta maldad.

Y de ahí viene lo de estar al pie del cañón, mas no os diré más, que ya veo que me estáis amenazando de nuevo con las hermanas de la gran cascada, ni aunque me traigáis una cerveza fría, en plan cabrones, o unas tapitas de ibéricos.

Y mentir no mentía, y ahí comenzó la tradición de estar al pie del cañón, o la versión tocándote los huevos, rigor histórico ojo, que viene en los libros, ¿cuáles?, algún día se escribirán. Primal Fear para la posdata, «The Healer».