De cómo el ciclista aprendió de los errores del pasado.

Toca nuevamente ese tremendo e interesante serial dedicado a la historia del doping, la verdad es que no tiene mucho sentido seguir, el motivo del asunto era evidenciar que el doping estuvo generalizado toda la vida, que el escudarse en «no he dado positivo en la vida» es como decir que Lucia Lapiedra es virgen porque nunca ha tenido hijos, di que siguiendo el mismo ejemplo hay muchos ciclistas que incluso en el paritorio se empeñan en decir que ha sido el espíritu santo quien les metió la droga en el colacao.

Pero qué le vamos a hacer, una vez puestos, y aunque el asunto de los positivos tardíos del Tour 98 creo que abrieron los ojos definitivamente a una verdad que algunos mantuvimos durante años siendo tachados de enfangadores e hijosdeputa, la cosa es que me apetece seguir, sé positivamente que a la mayoría de la gente que sigue este blog este asunto se la pela, recomiendo al respecto releer la primera parte de esta entrada.

En la última entrega nos ocupamos de los años 60, recordemos que aunque no fue la primera muerte por dopaje en el ciclismo la de Tom Simpson sí que fue la más mediática de la historia, uno podría pensar que el ciclista espabilara viendo los resultados que podría tener el drogarse e ir en bici, pero no, los 70 se estrenaron con un nuevo positivo de Merckx, por ejemplo, y con Bernard Thévenet, en la imagen, como protagonista.

Este fue el finiquitador de la época Merckx, dos veces ganador del Tour, dio positivo, pero aparte de dar positivo puntualmente fue ingresado por el consumo de esteroides, se retiró, confesó públicamente su dopaje continuado a lo largo de su carrera y pidió una reflexión al mundillo ciclista para que acabara el doping, como veremos poco caso se le hizo claro.

Un caso recurrente es el que encarna Roger Legeay, ciclista francés que da positivo, cosa que no tiene nada de particular, pero sí lo tiene que luego, al retirarse, pasara a ser uno de los más afamados directores deportivos, sí señor, dando ejemplo el mundo de las bicis, digo recurrente porque se ha ido repitiendo hasta la saciedad, los exdopados copan direcciones de equipos, asesorías, puestos de organizadores en carreras, puestos de comentaristas en radio y televisión, en federaciones diversas… difícil acabar con el doping si el ciclismo lo dirige gente que, en la mayoría de casos, disfrutó de él impunemente durante años.

No fueron Thévenet y Merckx los únicos grandes ciclistas de la época en dar positivo, Joop Zoetemelk también, aunque este se salvó por lo mismo que Perico Delgado en el 88, cosas de que siempre va detrás la poli que el ladrón y cuando Joop petó esa sustancia aun no estaba en la lista de prohibidas.
Jean-Luc Vandenbroucke, tío de Frank Vanderbroucke, uno de los muñecos rotos del ciclismo moderno y cuyo caso podría ser equiparable a los de Pantani o Chaba Jiménez, pero vamos con Jean-Luc.

Caso especialmente asqueroso este, reconoció haberse dopado, con esteorides, pero nada en plan Thévenet no, este no se arrepentía, insistía en la necesidad de doparse para poder correr, mentira que no por repetida deja de ser eso, mentira, y la prueba es que hay ciclistas que han corrido y corren sin doparse y acaban las carreras, no, no se dopó para correr, se dopó para ganar. Decía que era un caso asqueroso porque él negaba el perjuicio del dopaje, en fin, recordemos que su sobrino murió años más tarde, no directamente por efectos del doping, pero sí indirectamente.

Y volvemos a Legeay, ¿sabes quién dirigió en alguna temporada a Frank Vanderbroucke?, sí, su tio Jean-Luc, el mismo que veía formidable que el ciclista se dopara, ¿ves por qué hay que apartar al tramposo para siempre del ciclismo en cualquiera de sus puestos y trabajos directos e indirectos?.

No será la última entrada dedicada a los setenta, porque hay algún asuntillo que contar, pero por ahora vamos con la posdata, Helloween y este clásico de la etapa Deris, «We Burn».