La triste historia de Calendaria Torrados.

Quisiera dedicar mi primer drama a Ana, mujer sensible como pocas 🙂

He decidido cambiar radicalmente de registro, visto del escaso éxito intentando hacer gracia vamos a ver si conseguimos triunfar con el drama. Para ello usaré la historia de Calendaria Torrados, trágica, trágica incluso desde antes de nacer. Hija de Pancracio Torrados y Enriqueta Torratrés, sus padres usaban como método anticonceptivo el hacer coincidir los coitos con la luna llena, mas ese método fracasó y su papá, en venganza, decidió llamarla Calendaria de los lunares, pero al final recapacitó y se quedó la cosa en Calendaria, Calendaria Torrados, ella, que nunca fue muy lista, decidió, en venganza, acortarse el nombre y apellido y se hizo conocer como Calen Torra, lo cual, como os contaré, no hizo sino complicarle la vida.

Mas no fue esa la única cosa que le traumatizaría la existencia, su padre, Pancracio, era de por sí haragancete, cuando de bebecita Calen Torra lloraba su papi ni siquiera se levantaba a ponerle el chupete, lo hacía desde su cama, tenía brazos largos sí, con tan poco tino que siempre se lo endiñaba en el ojo, el ojo de la cara no entendamos mal. Esto supuso que Calen Torra sufriera el resto de su vida un tic, un guiño continuo de su ojo derecho, sí, su padre siempre le atizaba en el mismo.

Para mantener la tensión dramática pasaremos de su vida hasta que cumplió los 30 años, imaginándonos cómo pudo ser su vida hasta la fecha, ahí, en ese momento, encontramos el principio de su fin, cierto día fue al mercado, a la pollería, donde Manolo el pollero, apuesto, aunque eso es lo de menos, allí va Calen Torra y le pide media docena de huevos, «de los gordos ya sabes», mientras el dichoso tic le hacía guiñar el ojo. Claro, Manolo le manda venir media hora más tarde y pasar por la trastienda, curioso cuanto menos porque ella veía centenares de huevos, pero en fin, sería que esperaba una entrega especial.

Volvió a la media hora, entró a la trastienda, allí estaba Manolo, en pelotas, con dos amigos, «aquí tienes tu media docena de huevos, cachonda», ella negó, «cachonda no, Calen Torra», claro, lo arregló, «pasa, que te vamos a dar bien para el cuerpo», montó en cólera, en lepra y hasta en viruela, «cerdos, salidos», salió corriendo y con un gran mosqueo se fue a la charcutería.

«Buenos días, venía a por el salchichón que encargué a nombre de Calen Torra», dijo mientras claro, guiñaba el ojo. El charcutero, que llevaba cachondo desde que recogió el pedido por teléfono se agarró el paquete y le dijo «toma salchichón so guarra, y puedes comer todo lo que quieras que no se acaba nunca». «Pero bueno, pensó ella, ¿qué les ha dado a todos hoy?» y tras darle sutilmente en las pelotas con el carrito de la compra (lleno de melones) fue a lo típico, a comprarse una tele.

«Quería una tele, ya sabe, grande, a mí me gusta todo lo grande», le dijo al dependiente mientras guiñaba el ojo, el tipo desconcertado, sin saber qué pensar, le pidió el nombre para la factura, «Calen Torra». Entonces él se va arriba y le pregunta si también quiere el mando de los grandes, ella: «Claro, por supuesto» y él le coge la mano a ella y se la lleva a su paquete, «toma mando, so guarra».

Calen Torra, indignada, salió corriendo, «no vuelvo a salir a la calle, me voy a la biblioteca a por un libro de cocina y no salgo en la vida», y ahí es donde comenzó de verdad su desgracia, ya que en la biblioteca coincidió con la bibliotecaria, ahí que va Calen Torra y no se le ocurre otra que preguntarle a la moza que si tiene algún libro bueno para cocinar, sobre todo tortillas y bollos, claro, todo esto mientras repetidamente guiñaba el ojo.

La bibliotecaria flipando, claro, será posible la tía guarra, habré entendido mal, y volvió a preguntarle si de verdad quería lo de la tortilla y los bollos, «claro, por supuesto bonita, y rapidito, que no tengo todo el día», otra vez el guiño….

Asín que coge la otra y la tira al suelo pateándola entera, «será puta guarra», «que no que no», se defendía Calen Torra, «no soy guarra, soy Calen Torra», otra vez el guiño, anda que lo arregló, menuda fiera la bibliotecaria, menudas coces, no superó el coma la pobre Calen Torra.

Acojonante, realmente terrible la historia de Calen Torra la que guiñaba el ojo constantemente, tú te dirás que para una historia tan dramática debo buscar una posdata realmente brillante, pues la tengo, Avantasia, «Dweller In A Dream», con Michael Kiske colaborando en las voces.