De perdidos al río y así ya perdemos del todo.

Toca entrada de esas de buscar el origen histórico de expresiones de uso frecuente, hoy toca una que vaya, tiene miga, «de perdidos al río». Solemos usarla para esos casos en los que ante una perspectiva nada halagüeña tomamos una decisión desesperada, usada por ejemplo junto a esa bonita frase que dice «ninguna es fea por donde mea» vale para esa noche de fiesta donde, después de horas intentando ligar sin conseguirlo, vemos a la callo y nos lanzamos ahí sin conocimiento a por ella, ¿te acuerdas de la burra?, pues eso.

Curiosamente es una frase con un sentido algo más amplio del que se le da, es similar al de «quemar las naves», pero esta quizá es más esperanzadora, «de perdidos al río» lleva lo que te decía, una decisión desesperada y poco racional, sabiendo que es quizá peor el remedio que la enfermedad, pero vamos, sin más dilatación y/o dilación a ver de dónde coño viene la jodida frase.

Río, no de Janeiro, ni de Belén Esteban, un río normal y cualquiera, batallas, antiguas, cosas de guerra y tal, cualquiera, la gran mayoría de las batallas en la antigüedad se libraban junto a ríos o lagunas, la cosa tiene su lógica, grandes ejércitos que necesitaban gran cantidad de agua para mantenerse y por lo tanto acampaban junto a los ríos, si están los dos ejércitos junto al río es de gilipollas quedar para zurrarse en una montaña a tomar por culo.

Es más, muchas de las batallas de la historia llevan el nombre del rió junto al que sucedieron, bien, como no todos los generales de la historia tuvieron el genio táctico de Aníbal solían usar los ríos y demás accidentes geográficos con gran cantidad de agua, como una parte más de su ejército, se trataba de eso, a la par de matar enemigos con tu soldadesca ir empujándolos hacia el charco de turno para dificultar las maniobras rivales.

Decir que en tiempos añejos eso de tomar prisioneros y darles de comer en un campo de prisioneros con mínimas comodidades no se llevaba mucho, la cosa era más de ir a lo bruto matando a todo kiski, sin conocimiento, «eh, que me rindo», «toma me rindo, nenaza», y le clavaban el espadón en la oreja, si tenías suerte a lo mejor te perdonaban la vida y pasabas el resto de la misma como esclavo haciendo mil funciones a cada cuál más apetecible, picar piedra, por ejemplo.

Es decir, que la única manera de salir airoso de una batalla era ganar o huir, pero, ¿qué pasaba si estabas perdiendo y no podías huir?, hemos dicho que una de las tácticas era usar el río de turno como aliado, ir encajonando al enemigo junto al río, los vas machacando tranquilamente sin que se te escape ninguno, de ahí la frase «de perdidos al río», el ejército derrotado al ver el panorama tomaba una decisión desesperada, lanzarse al río.

He mencionado a posta en más de una ocasión lo de «decisión desesperada», porque viene ahora el matiz, ¿cuántos de los que se lanzaban realmente se salvaban?, pocos, muy pocos, ¿por qué?, date cuenta de que antiguamente los soldados llevaban armaduras o en su caso pesados correajes, que dificultaban en exceso el hecho de nadar, eso para el que supiera nadar, que no era todo el mundo ni mucho menos, si lanzarse al río supusiera una huída segura se lanzarían todos a la mínima duda, pero lo dicho, se tomaba la decisión de tirarse cuando veían el tema no negro, negrísimo, ante una muerte segura optaban por una muerte casi segura, pero el «casi» importaba y mucho.

Siempre estaba la opción de que, puta casualidad, encontraras un tronco al que agarrarte, o que la corriente fuera tan fuerte que te arrastrara y lograras desprenderte del exceso de peso, no era lo normal, lo normal es que murieras, ejemplo, cuando te hablé de Arausio. Yo siempre digo que antes de tirarte al río te tires a la callo del principio, este consejo es gratis, no hagas como la de la foto, que le dije que me besara y…

Posdata, Heroes del Silencio, de sus mejores temas, para mi gusto, este «Bendecida»