El regreso del espejo negro.

Cuando te hablé por primera vez de «Black Mirror» ya quedamos de acuerdo en su originalidad, en su frescura y en que tenía, como yo, innumerables virtudes y que como pasa conmigo, quizá su única pega fuera el tamaño, te quedas con ganas de más, obsérvese que uso un vocabulario cuidado, que me han pegado el toque por soez, siguiendo esta norma de cuidar el vocabulario he de advertirte que es probable que mi crítica a la segunda temporada de la serie active las glándulas sudoríparas de tus nobles partes, que te sude la polla vamos, pero es que debo hacerlo, debo hablar de la serie, y no es fácil.

No es fácil porque es muy complicado hablarte de ella sin destripártela, porque uno en el fondo lo que quiere es que quien le lea vea la serie, y si la destripo pues eso, le quitas todo el interés, pero es que la gran virtud de «Black Mirror» es que tras verla lo que quieres es hablar sobre las situaciones que plantea, la justicia e injusticia, el qué harías tú, debate vamos, esto, por sí solo, debería decirte que has de verla, ¿cuántas cosas que ves en la tele te hacen pensar y te hacen tener ganas de debatir sobre lo visto?.

Recordar, brevemente, que estamos ante una serie creada por Charlie Brooker para el Channel 4 británico, que, como en la primera entrega, se trata de tres cortometrajes independientes entre sí, cuyo nexo en común es meramente las nuevas tecnologías, los medios de comunicación y demás, un cierto aire futurista y de ciencia ficción, más lo segundo que lo primero y lo dicho, originalidad, también altibajos claro, siempre hay episodios que destacan más que otros.

El reparto pues eso, largo, nos quedamos con los protas nada más, Hayley Atwell y Domhnall Gleeson protagonizan «Vuelvo Enseguida», Lenora Crichlow «Oso Blanco» y Daniel Rigby «El Momento Waldo», a este último episodio no le dedicaré más que un rengloncito, política tradicional VS movimientos que aprovechan el descontento y el desapego de las masas por la primera, sin ser malo pues eso, no me llenó.

Sí que llena, y mucho, el primero, «Be Right Back», una chica pierde a su pareja, que se muere quiero decir, y le ofrecen «poder hablar» con un programa informático que, usando la voz del difunto y lo que este escribió en sus perfiles sociales de internet y tal pues eso, imita bastante bien el cómo era su noviete, la verdad es que la historia engancha y es bastante honrada en su transcurso, sin sustos ni chorradas, es para eso, para dar que pensar, en los límites de la tecnología, en hasta qué punto harías tú uso de esas tecnologías, es muy curiosa la historia y se te hace muy cortita.

La segunda historia, «White Bear», es quizá la más trepidante de las tres, y de la que más difícil es hablar, ya que si te digo de qué va te la destrozo, juega un poco a eso, a despistar, no sabes bien de qué va la cosa, una chica despierta, aparentemente drogada, sin saber quién es ni dónde está, es perseguida por unos tipos que la quieren matar mientras el resto de la gente se dedica a grabarla con sus móviles, es al final de la historia cuando se explica todo y vamos, es lo mejor sin duda, este episodio es sin duda el que más me hizo pensar de los tres, hasta el punto de no tener claro la justicia o no de la cosa.

Lo dicho, es de esas series para ver en compañía y luego ya, si estás con una persona del sexo contrario, ir a follar, y si no pues a debatir sobre lo visionado, ojo, no apagues el tema en cuanto salen los títulos de crédito al final, porque tras ellos, o en medio de ellos, sigue la historia durante unos minutos y la verdad es que merece la pena verlo.

Nivaira es una banda española así de power melódico, sinfónico y demás, con chavalita a las voces, «Endless Ice».