Un mal ejemplo.

Tócate los huevos colega, domingo, te levantas a sacar a la perra, esa misma que iban a sacar la parienta y las crías, llegas a casa, te pones tu colacao, preparas la cafetera, la dejas sólo para darle al botoncito, te sientas a ver la tele, tres horas después se levanta la moza, te mira, te pregunta, «¿me has puesto el café?», «sí doña baronesa, a su servicio doña baronesa, lo tiene presto a la espera de darle al botoncito», ¿tú crees que te agradece el detalle?, «pues Asier le lleva el desayuno a la cama a Nekane».

Claro, puto Asier de los huevos, ahí dando ideas no te jode, tú la miras, «a ver, que a lo mejor no te entendí bien, ¿tú quieres que te de la leche en la cama?, pues tira, que tengo aquí la reserva láctea a rebosar, que a este paso en vez de leche va a salir queso curado». Y ya por culpa del Asier de las pelotas el domingo estropeado.

El chaval la verdad es que hay que verlo, es de los que dan ganas de subvencionarle el curso de gilipollismo avanzado de CCC porque sí, gilipollas ya es un rato, pero yo tengo la sensación de que con un poco de esfuerzo este bate todos los records de gilipollez, pero a quién se le ocurre llevarle el desayuno a la cama a la parienta, que luego se lo cuentan todo joder, encima qué parienta, esta es, no sé si te acordarás, a la que «tenía envidia» la tía buena, es para preguntarle en serio, «¿tú llevas 15 años casado con eso, perdón, esa?, ¿y le sigues llevando el desayuno a la cama?, ¿y sin veneno?, ¿ves como eres tonto de cojones?».

Encima vas al día siguiente y le ves, «eh, te voy a cortar los huevos cabronazo, menuda me liaste ayer, a quién se le ocurre contarle a mi parienta que le llevas el desayuno a la cama al coco, digo a la tuya», y no te jode que se cree que se lo dices de buen rollo… en plan vacile…claro, que no toda la culpa es de él, porque no fue él quien se lo cascó, sino el bicho repelente que tiene por mujer, en esas tertulias vespertinas al salir del cole, que menudo peligro tienen.

Y la mujer mía, una santa ella, pero que tampoco ve el peligro, pues intentando arreglarlo, «pues tu marido te llevará el desayuno a la cama, pero el mío plancha», así así, sí señora, para qué más, ahí todos los parientes mirándome, acusándome con la mirada, «nenaza, arrastrao», ya de venderme hazlo bien coño, que me estás comparando un acto tan «romántico» con el vil marujeo, al menos qué se yo, habla de lo bien que cocino, o de lo bien que cambio las bombillas y demás labores de bricolaje, pero ¿planchar?.

Mal Asier, por ese camino mal, ¿qué va a ser lo próximo?, ¿comprarle flores en su cumpleaños en vez de una eficaz fregona?, y si lo haces pues te lo callas, y que se lo calle la otra, que esas cosas se contagian, «tienes menos detalles que un panda», me dice, claro, es que comparado contigo carece de valor alguno todo lo que hagamos.

Así que uno, en esas tertulias vespertinas, acaba escaqueándose, coge el periódico, los cascos y se aísla de un mundo de perversión matrimonial, usando a tal efecto temas como este de Cinderella, todo un clásico además, «Nobodys Fool».