«Hatfields & McCoys», una cosa tan tópica que resulta que es real.

El Canal Historia es sin duda, y a pesar de haber bajado el nivel en los últimos tiempos, uno de esos canales que dignifican esa vilipendiada televisión, es curioso esto de la tele, vemos la mierda que dan y por eso la tachamos de porquería, sin embargo no vemos todo lo mucho bueno que ofrece, vemos lo asqueroso y vomitivo, es, valga el símil, como si teniendo jamón ibérico nos hartamos de comer mierda de vaca y decimos que menuda puta mierda (nunca mejor dicho además) de dieta tenemos, cojones, pues come jamón hostias, que pareces tonto.

Bien, pues ese canal, Historia, se precia de sus documentales, históricos claro, pero de vez en cuando se mete a producir series, como es el caso de «Hatfields & McCoys», ojo, no hablamos de cualquier cosa, hablamos de una miniserie de tres capítulos, dirigida nada más y nada menos que por Kevin Reynolds y con un reparto de auténtico lujo, Kevin Costner, Bill Paxton («Big Love»), Tom Berenger, Jena Malone o Powers Boothe (uno de los malos de la inolvidable «Deadwood»).

La cosa te avisa en la sipnosis: «Una historia historiosa que transcurre en tiempos de la guerra de secesión norteamericana», series ambientadas en ese conflicto ya tenía vistas, pero de cuando me empezaban a salir pelos en las pelotas, hablo claro de «Azules y Grises» o «Norte y Sur».

Nada, ni caso, ahí transcurre el primer cuarto de hora, luego ya en la postguerra, y tampoco hace demasiado hincapié en los estragos de la guerra y tal, esta es la típica historia de «Romeo y Julieta» de toda la vida, dos clanes enfrentados, enemistados, con chico y chica pertenecientes cada uno a uno de los bandos que se enamoran y copulan (que follan vamos), pero, lo dicho, hablamos del canal de historia y esto, queridos amiguitos, está basado en hechos reales, toma ya, que sí, que hay veces que la realidad supera a la ficción.

Como canal que se dedica a esto de contarnos cosas del pasado pues ya de entrada tiene un punto a favor la cosa, la exquisitez al mostrarnos la época, exquisitez es un decir claro, porque lo que nos muestra es sobre todo suciedad, muy bien todo lo relacionado con la ambientación, vestuario y demás, mas lo dicho, solo faltaría, es como cuando yo satisfago a damiselas sexualmente y al acabar me dicen que fenomenal, que el mejor polvo que echaron en su vida, coño, es que para menos no me pongo.

Teniendo también claro que el reparto ofrece garantías, y sabiendo además que han estado nominados y premiados en certámenes de esos de premios a la tele y tal tampoco vamos a dedicarle más tiempo a este capítulo, vamos pues con la historia en sí.

Aquí pues eso, tenemos la historia de amor que no es más que la excusa, el detonante, el «casus belli» o la gota que colma el vaso si lo prefieres, la serie nos cuenta un enfrentamiento entre ambas familias, brutal, sucio, asqueroso, desde luego no apto para espíritus sensibles, tumbas y más tumbas por ambos lados, da igual, da lo mismo si eran inocentes o culpables, asesinatos y venganzas se suceden una tras otra para acabar en una batalla campal en toda regla igual de sucia y asquerosa que el resto de la historia.

La verdad es que es esta, la de Hatfields y McCoys, una historia de esas que te marcan, a mí desde luego me gustó y mucho, ofrece lo que ofrecen los añejos westerns, duelos, tiros, acción, pero como decía, despojado todo de heroísmo alguno, es probable que pase desapercibida, apostaría por ello, mas es una serie que ofrece bastantes cosas buenas, es raro usar la palabra «buenas» cuando tras ver los tres capítulos te quedas sobre todo con la sensación de ver la mayor colección de odios y rencores en la tele en mucho tiempo, pero repito, es la vida real, es lo que hubo, es lo que hay, ni los buenos ganan siempre ni los malos reciben su merecido, más bien al contrario, y eso dando por bueno que hay buenos y hay malos.

Lo dicho, ahora haz lo que te de la gana, yo te dejo con Accept y uno de sus temas más míticos, añejo ya, que salía en una peli de esas de serie B, «Demons», en plena carnicería en un cine, «Fast as a Shark»: