La orden del temple.

Pues esta es una de esas entradas por encargo, Inmagina tiene la culpa, hablábamos de merovingios y sus cosillas y ella requirió de mis dotes de historiador para echar luz sobre la figura de los caballeros templarios, o la orden del temple, como se les conoce, ¿por qué temple?, por su pachorra, a temple no les ganaba nadie, cojonazos más bien, vagos, empezaba la batalla, les llamaban y ellos, «uff, qué pereza, ahora vamos coño, cagaprisas».

Pero, no te voy a hablar de las andanzas de sus caballeros por las cruzadas, protegiendo las caravanas de peregrinos, o como dicen las malas lenguas atacando las de los moros, árabes si tienen dinero, ya sabes, ni de sus leyendas, sus andanzas monetarias, sus intrigas políticas, realmente hablar de todo ello en una sola entrada resulta imposible, por lo que directamente ni entraré, me limitaré a contaros mi versión de los hechos que acabaron con la orden como tal, aunque ahora hay como doscientas mil que dicen ser organizaciones herederas, unos hechos que realmente merece la pena ser contados y tergiversados claro.

1314, se acaba la orden del todo, y aquí acaba esta genial explicación sobre su ocaso, poneos en pie y aplaudid tanta información en tan poco espacio, conciso y concreto como pocos.

Versión ampliada:

Luis IX era un rey francés capturado en una de las muchas cruzadas, bonito pasatiempo que era popular en la época, como los sudokus o la masturbación hoy en día, ¿quién pagó el rescate?, si llega a estar Rajoy o Zapatero pues todos a escote, pero no, lo pagó la orden del temple, tardaron, les daba pereza, «buff… pagar dices….¿cuánto?…. buff…. después de la siesta si eso».

Años más tarde su nieto, el nieto de Luis, un tal Felipe IV, apodado «el hermoso», aun debía a la orden un porrón de dinero, y aunque estos eran vagos no se olvidaban, como Felipe quería usar la pasta en inventar la tele y así poder casarse con la presentadora de los telediarios decidió que muerto el perro se acabó la rabia, «si logro matarlos a todos no tendré que pagarles» y añadió un «jo jo, qué malo soy», que siempre queda bien. Evidentemente la cosa es que he decidido que los templarios eran los buenos y el Felipe este el hijoputa de la historia.

Papa Clemente V, el otro cabronazo de la historia, este estaba realmente acojonado por el rey francés, y fue el arma que uso este para acabar con los pobres templarios, se reunieron y Felipe le dice, «hay que matarlos, jo jo jo, por usureros, que son malos, te lo digo yo, mira qué greñas, con esos pelos no pueden ser gente de bien», el Clemente claro, le advirtió de un pequeño problema, «pero hijo, si llevan siglos sirviendo a la cristiandad, protegiendo a los fieles y matando herejes de mierda, fíjate cuanto inmigrante nos están ahorrando, cuánta patera, cuanto bien hacen, si hasta reciclan móviles viejos».

Y se sacaron unos carguillos, nada, naderías, poca cosa, no cosas graves como no pagar la comunidad de vecinos o aparcar en zona de minusválidos, qué va, cosillas de nada, sacrilegio, herejía, sodomía, escupir sobre símbolos sagrados.. Viejas acusaciones de un tal Esquieu de Floyran, que les tenía manía y que estaba a sueldo como espía de un par de reinos de la época, el francés entre ellos, a Felipe le vino la cosa como picha al culo y aprovechó esto para acabar con los templarios.

Pero no bastaba con llamarles herejes claro, había que demostrarlo, y te preguntarás, ¿cómo?, ¿con un juicio en el que pudieran defenderse, pruebas y todo eso?, para qué, si era más rápida la tortura, un método infalible, al principio no claro, porque les torturaban, les hacían putadas, y les preguntaban «¿sois culpables?», y los templarios.. «uff, qué pereza, qué prisas, tortúrame un poco más y ya si eso a la tarde… después de la siesta..».

Y confesaron, todos, confesaron todos los cargos de los que se les acusaba, algunos incluso sin necesidad de tortura, veían salir a sus compas de las salas y viendo el estado pues se dijeron que total, si el resultado iba a ser el mismo pues para qué andarse con tenacitas en los pulgares.

Y por toda Europa sufrieron el mismo camino, los más de 10.000 miembros de la orden fueron juzgados, la organización chapada y sus bienes otorgados a otras órdenes religiosas o a la nobleza gobernante, que no era plan de tirar tanto oro a la basura, eso sí, más tarde el propio Papa se encargó de salvar el nombre de los templarios, mediante el Pergamino de Chinon, pero claro, a esas alturas ya la cosa sirvió de poco.

Un rey agobiado por las deudas, un metete y un papa acojonado se bastaron para acabar con una de las órdenes militar y religiosa más famosa de toda la historia, vagos si, pero que forman parte de la iconografía histórica, con sus trajes blancos y su cruz roja en el pecho.

Sonata Arctica para la posdata, balada, de esas canciones tiernas, «Replica»