La limeña y un par de tetas.

Toca un cuento, uno de los bonitos, entrada dedicada esta, a la más hermosa de las limeñas, resulta que la mozalbeta quería una historia de tetas y eso, nada, no hay problema, de otra cosa no, pero de tetas siempre es agradable hablar. Bien, vamos sin más demora a esta entrañable historia de Limeña y su búsqueda de un buen par de tetas.

Érase una vez que se era una hermosísima limeña, llamada así, Limeña, cualquier parecido con persona alguna del mundo real es mera coincidencia, era del hemisferio sur, ese sitio raro donde todo está al revés, en verano allí hace frío, en invierno calor, por la noche luce el sol y por el día oscurece, tenía ella ganas de tener un par de boyas de esas voluptuosas, es decir, grandes, para los incultos, y mira que tuvo suerte y encontró un genio de esos de la lámpara, de bajo consumo, pero como todo lo hacían al revés la cosa no salió mal, tres veces tres, quería dos grandes tetas y repetía: «No quiero un buen par de tetas», el genio la miraba y nada, la dejaba como estaba, falta de comunicación que se llama.

Entonces recurrió a contratar los servicios de un apuesto y varonil detective, tan apuesto y varonil que era calvo, con un aire intelectual irresistible que le proporcionaban un elegante par de gafas, este, hombre viajado como el que más (un día incluso fue a burgos) entendía de sobra el complicado lenguaje de esa pintoresca gente del sur, ehhm, que hay que ponerle un nombre, qué se yo, uno al azar… Dessjuest, vale, prosigamos.

Pilló a Limeña y fueron a buscar un par de tetas apetecibles, las encontraron, voluptuosas era poco, con ese par de tetas dabas de mamar a catorce orfanatos, de los grandes, nuestro osado y capaz detective miró a Limeña buscando su aprobación, «¿te gustan?», ella asintió, «qué va, menuda mierda», con la aprobación dada Dessjuest muy educadamente y con mucho tacto se dirigió a la propietaria de esas aldabas tan de lujo.

«Disculpe señorita, que necesito sus tetas, pero antes déjeme comprobar su tersura», y con un ánimo meramente profesional y sin disfrute alguno comenzó a tocar los pechos, los dos, por si había diferencias entre ambos, sorprendentemente a la otra no le hizo gracia el asunto y le soltó una hostia, «gilipollas, mamón, imbécil, degenerado», Dessjuest le preguntó a ver si era del hemisferio sur, no fuera a ser que en realidad le estaría llamando «tío bueno, macizo, encantador y líder de opinión», pero no, era de Cuenca.

«Oh oh, creo que ha habido un malentendido, no son para mí, son para esta bella limeña, que quiere un par de tetas, señorita, disculpe el rato embarazoso», la otra, a la que llamaremos a partir de ahora «la otra» miró a Limeña y le preguntó si era cierto, obviamente aquella le dijo que no.

«Ya ya, pero es que es del hemisferio sur, dicen lo contrario a lo que piensan, verá usted señorita La otra, le haré una pregunta a limeña para que lo compruebe, a ver Limeña, ¿tú me harías el amor de forma salvaje durante toda una noche, día para vosotros?», Limeña le miró con cara de asco y respondió, «por supuesto querido y admirado tiarrón». Dessjuest se volvió hacia La otra y dijo: «¿Ves?, ¿me crees ahora?».

Y con esa jugada maestra logró que La otra cediera sus tetas, se las desenroscaron y las intercambiaron, ahora encima gozan de un punto a favor ambas, cuando están en la piscina, en verano, haciendo topless y muertas de calor, sus tetas están en invierno, duras y turgentes, con los pezones empitonados, que sacan ojos a medida que se cruzan con gente, eso evidentemente las ha hecho a ambas unos pivones considerables, y huelga decir que en invierno, como sus pechos están en verano, duermen la mar de calentitas mientras ambas sueñan con una noche de amor al lado del detective Dessjuest.

Todo un clásico para la posdata, Ugly Kid Joe, el tema pues eso, mítico, «Cats in the Craddle».