«Downton Abbey», inglesa hasta las cachas.

Vaya, anda que si me llegan a decir que llegaría a ver una serie como «Downton Abbey» hace años me hubiera partido la caja, pero no sólo la he visto, sino que encima me ha gustado, bastante.
Dos temporadas emitidas y una tercera confirmada para esta serie emitida originalmente por el canal de pago británico ITV, Julian Fellowes es el principal responsable de la serie, Hugh Bonneville, un veterano animal de la tele, es el que encabeza el reparto, amplísimo, entre otros la preciosa Jessica Brown Findlay, la menos agraciada Laura Carmichael, Jim Carter, Brendan Coyle, Michelle Dockery, Siobhan Finneran, Joanne Froggatt y entre otros, por no eternizarnos, Rose Leslie (que sale en la segunda temporada de «Game of Thrones»), Sophie McShera, que salía brevemente en «Survivors» y la acojonante Maggie Smith, otra veterana y verdadera alma de la serie.

Pues nada, con «Downton Abbey» viajamos a la Inglaterra de primeros del siglo XX (siglo amarrategui para las quinielas donde los haya), pero viajamos de verdad, porque el gran acierto de la serie es lo fabulosa de su ambientación, decorados, vestuarios, todo, impecable, como lo son los diálogos, hablan como se supone que hablaban entonces y piensan como se supone que pensaban entonces, algo que en España, cuando hacemos series históricas, deberíamos aprender, también tiene una seña de identidad muy de las islas, hacer las series de pocos episodios, no llegando a los 10 por entrega.

Como esta es de las series digamos «conocidas» pues poco habré de contar del argumento, se inicia la historia justo cuando se hunde el Titanic, con el heredero de la fortuna y haciendas familiares incluido, y se trata de conocer al nuevo heredero, familiar lejano, y del cómo se integra este en la familia, un culebrón de los gordos, nada de asesinatos, nada de artificios, el costumbrismo de la alta sociedad inglesa al detalle, pero, a pesar de eso, de tener a priori escasa chicha, logra engancharte, enamorarte incluso, está tan bien hecha que no te queda otra que quitarte el sombrero y dejar la calva al viento.

El rollo ese de la dificultad de casar adecuadamente a las hijas, el día a día de los dueños de la casa y sus sirvientes, con sus pequeñas historias de celos, intrigas, traiciones e hijoputismos la verdad es que se van presentando y desarrollando a la perfección, se apoya evidentemente en un gran trabajo de los guionistas y en una más que aceptable actuación general de los actores y actrices, entonces, cuando acaba la primera temporada te quedas con ganas de ver la segunda, donde además de seguir con lo que ya te ofrecían entra en escena eso de lo que tantas veces te he hablado, la I Guerra Mundial.

Tenía yo cierta curiosidad por ver el cómo rodaban esas escenas bélicas, pues bien, cumplen de sobra, es evidente que en una serie de este tipo no van a cargar las tintas con vísceras, sangre y violencia extrema, pero como digo sigue el tema dando la sensación de credibilidad, evitando muy mucho el olor a cutrez, pero siendo importante lo que sucede en las trincheras es más que evidente que lo importante aquí no es eso, sino la casa de Downton Abbey y sus moradores.

Alguna peguilla tiene, como por ejemplo la escasez casi absoluta de grises, los personajes o son buenos, santurrones casi, o unos cabrones de los de intentar meterte en la pantalla para lincharles, pero quizá es que la historia requiera eso, a mí esa sensación me dio. También el hecho de que mientras que la trama transcurre en seis o siete años apenas se nota esa circunstancia en los actores, claro, eso es poco tiempo para que se note en los más adultos, pero sí debería reflejarse en las chavalas, en las hijas por ejemplo, que tienen la misma presencia que cuando ves el primer episodio de la serie.

A veces uno piensa en qué momento histórico le gustaría haber vivido, yo tras ver esta serie lo tengo claro, en esa, pero claro, siendo conde de algo, o duque, de ahí para arriba, qué vidorra, es que ni vestirte solo te dejan, te ponen la chaqueta y cepillado, «¿a gusto de milord?».

Me gustó, sin duda alguna, muchas pequeñas historias, mucho encanto en rodar cada escena, un casting realmente brillante, no sé, técnicamente una maravilla y argumentalmente bastante bien resuelta, además se te pasan los capítulos casi sin enterarte, no hay episodios de relleno, ni sufre bajones de intensidad apreciables, vaya, recomendable, y mucho. Ahm, que se me olvidaba, pedazo de banda sonora, de las que ocupan sitio en tu memoria.

Tema especial para la posdata, Mago de Oz, «El Príncipe de la Dulce Pena (Parte IV)», especial por ser de las canciones que uno le pone a sus crías en los momentos del baño, hasta el punto de saberse la letra de memoria, no es esta una banda que uno siga demasiado, pero lo cierto es que esta canción pues sí, me gusta, además me recuerda a mis joyas, para qué más.