Buenas acciones incomprendidas.

Sí, hay veces que los seres humanos no nos entendemos, te voy a decir una cosa, para leer esta entrada debes estar libre de prejuicios, porque claro, lo fácil es juzgar por juzgar, sin analizar siquiera, somos expertos en ello. ¿Qué es lo que causa eso?, pues lo dicho, que no nos entendemos, hace poco, le digo a la parienta, «eh, hace mucho que no echamos un casquete», ¿claro no?, breve, conciso, directo, claro, igual de directa fue su respuesta, «es que eres tonto hijo», ¿qué tiene que ver?, yo quiero echar un cohete, no que me llamen tonto, «a ver, idiota, ayer, ¿no te dije que estaba toda caliente y que me apetecía un buen plátano?, ¿qué hiciste tú?, me pusiste el ventilador y bajaste a la frutería».

Claro, analizándolo pues sí, no digo yo que eso pudiera ser una sugerencia sexual, pero coño, es que así, tan sutil, es complicado pillar la indirecta, que además tiene razón, uno es gilipollas, cortito, eso me ha dado que pensar, quizá muchas de las buenas acciones que hice en mi vida hayan sido incomprendidas.

Porque sí, uno no es que sea un santo, pero coño, que tiene su lado bueno, lo que pasa es que se malinterpreta todo, todo se toma como nos interesa, de pequeño, coge mi hermano mayor y tiene un crío (tenerlo lo tuvo su mujer, mi cuñada), lo traen a casa, como sólo le sacaba ocho años el nene se me pega, tendría el chaval apenas dos años, esa edad tan ideal, no sé qué pasó que algo toqué en el horno y se derritió todo lo que estaba dentro.

Lo fácil hubiera sido coger, decir que había sido yo y santas pascuas, pero no, porque ya de pequeño uno se sentía líder de opinión, un líder de opinión no se conforma con lo fácil, es de cobardes, lo valiente es echar las culpas al chaval, menuda hostia le dieron. Vale, tú ahora dirás, «qué cabrón», espera, déjame explicarme.

No es que dijera que había sido él para evitarme la hostia yo, qué va, lo hice por el bien del pequeño, para que aprendiera cuanto antes las consecuencias de un mal acto, ¿que no había sido él?, ya, pero ¿qué mejor que espabilar en ojo ajeno?, era un niño tan bueno que probablemente si no es por mi ayuda no hubiera visto lo que pasa cuando te portas mal, años después, cuando le conté esa preciosa y entrañable anécdota, ¿tu crees que me lo agradeció siquiera?, para nada, encima me llama cabrón, cuánta ingratitud joder.

Una vez, ya más mayor, me encontré 5.000 pesetas, volvemos a lo mismo, ¿qué es lo sencillo?, ir donde tus padres, explicárselo, darles el dinero. O intentar localizar al dueño, eso es lo que haría un egoísta, pero a mí nunca me ha movido el egoísmo, yo siempre he intentado ejercer como líder de opinión, buscar el camino justo por intrincado que sea.

Así que decidí invertir el dinero, en una buena causa, la operación «conciencia a los chavales», estaba yo muy preocupado por el exceso de bebercio y droguercio de la chavalería, qué mejor que usar ese dinero en mostrarles las consecuencias de tanto alcohol y tanta droga, llamé un colega y le propuse acabar con tal lacra, como era igual de bonachón que yo accedió al sacrificio, coño, para cuando quisimos llegar a destino otros tres solidarios colegas habían hecho el esfuerzo de presentarse.

Pillamos un talego de costo, que ya daba entonces 1.000 pelas para chocolate, y el resto en calimocho, dando también un pequeño empujón al pequeño comercio, que falta le hacía (di que este acto tan honorable sí que fue involuntario), fue tal la cogorza que pillamos que en cuanto salimos a la calle todos los chavales, personas mayores y ancianos tuvieron bien claras las terribles consecuencias, los estragos, que el hachis y el alcohol causaban en los adolescentes.

Pero nuevamente nada, ni gota de agradecimiento, nada de el paisano diciendo «ole estos chavales, deberían leer el pregón de fiestas», sé que suena increíble, pero lo que sucedió fue lo contrario, «borrachos, desgraciados, vaya ejemplo que dais», nos salvó que no nos enterábamos de mucho, pero esas cosas duelen coño, no digo que me pongas una medalla por tan generoso acto (y desinteresado), pero al menos un poco de respeto, que lo fácil es juzgar por juzgar.

Acabo con otra preciosa anécdota incomprendida, no te equivoques con lo que voy a contar, es verdad sí, pero fue hace años, hace años uno era guapete, ahora soy feo de cojones, pero con pelo ganaba bastante, como era guapete pues no me faltaban chavalas, casi sin buscarlas, de flor en flor que iba uno, acto ya de por sí tremendamente generoso claro, no hay cosa peor que monopolizar, bien, pues tenía yo una novia, era mi cumple, el día antes conocí a otra chavala, que prometía más, así que me dije, «tienes que dejarla».

Allá vamos, viene la chavala con su regalito, toda ilusionada, la primera fecha señalada en común, me dice, «ha dicho mi hermana que para qué te compraba nada, que me dejarás en breve, pero le he dicho que no, que te quiero y te lo mereces».

Qué hijaputa la hermana, ahí malmetiendo, claro, volvemos a lo mismo, ¿qué es lo fácil?, callarme, seguir con ella, agradecer el presente, pero no, uno no debe irse a lo fácil, debe educar, ¿qué es lo que somos los hombres?, unos cerdos, eso le digo a diario a mis hijas, que mejor se hagan lesbianas, esa chica me caía bien, así que mi obligación era que aprendiera lo duro de la vida.

«Eh, que te dejo», aquí entra ahora eso de «la culpa no es tuya bla bla bla». Qué carita, «qué razón tenía mi hermana», claro coño, pero es lo que pasa cuando suspendes el primer examen, que llega septiembre y repites, haber espabilado antes, chica, que es por tu bien, así aprendes cómo son de verdad los hombres.

¿Tú te crees que agradeció el gesto echando un polvo de despedida?, qué va, es más, una amiga suya se casó con un colega mío y no fue ni a la boda, cuánto rencor.

Paradise Lost para la posdata, «The Enemy»