19-s, mis vacaciones.

Pues ya es 19-S, llegó el momento, el tema: «Las vacaciones», la cosa es que yo este año, como estos años atrás, no he salido de vacaciones, así que si hago la entrada sobre mis vacaciones de este verano vamos listos, bueno, me quedé de Rodríguez en agosto, pero volver a hablar del tema pues como que no motiva. Asi que mira, te voy a contar mi última gran juerga con la cuadrilla.

Qué sería, 1993, 1994, da igual, por ahí, de entonces tenía yo una novieta de esas que no tienen precio, una bendita, aun no sé por qué coño la dejé, supongo que porque soy idiota, no te ponía pegas a nada, ni a que la dejara tirada para irme de acampada con los colegas. No era la primera vez que nos íbamos de acampada así todos juntos, de hecho era algo habitual, pero ese año era especial, había coches, había pasta, unas vacaciones de lujo, todo un fin de semana en un camping, como las personas normales.

Qué emoción, ahí todos en los coches, un Renault 11 y un Ford Escort, encima el Renault tenía las pegatinas de turbo, que siempre mola, aunque fueran robadas, acabamos el curro y en marcha, da igual que fuera de noche, y con alegría, esperanza, «vamos a tener que darnos nivea en el nabo de tanto follar», cómo, que un colega vio unas luces en la carretera y dijo «eh eh, un putetxe,(casa de putas, para que nos entendamos) parad que vamos entrenando», «¿putetxe, venga, si son luciérnagas», «es igual», dijo el cabrón, «nos las follamos igual».

Y llegamos al camping, pasta había, pero si pagabas todo se te quedaba cara gilipollas, tantos años colándonos en sitios deja huella, algo había que colar, pagamos dos tiendas y cuatro personas y nos colamos el resto con coches incluidos, vistazo rápido, bajón, uno espera de un camping pues eso, cuadrillas de chavalas de buen ver deseosas de entablar relaciones con unos apuestos jovenzuelos, los cojones, todo lleno de familias, niños, suegras, menudo plan. Encima claro, nosotros novatos, «al lado del río, al lado del río, para bañarnos», al lado del río….. menuda idea, al lado de los putos mosquitos mejor dicho.

Luego encima estaba ese al que llamaremos «aromas», un colega, bueno, eso no es olor de pies, es hedor nauseabundo, qué cabrón, es quitarse las zapatillas y vació medio camping, es que estaba dentro de la tienda y desde fuera apestaba, te lo juro, no he visto cosa igual, olido mejor dicho, y mira que lo que es ducharse pues no es que corriéramos todos a ello nada más llegar, pero es que era algo fuera de lo común, hasta con las zapatillas puestas cantaba, menos mal que «hierbas» dio con la solución, marijuana, ese olor camufla cualquier otro olor, incluso los pimbreles de «aromas».

Asi que nada, al pueblo, ya que el camping era soso pues de fiesta al pueblo, éramos siete, ¿cómo me acuerdo?, vaya que sí, cubata tras cubata (había pasta recuerda) a medida que rulaban los tragos nos tornábamos más simpáticos para la gente, sobre todo para las chicas, que vaya, ahí sí que había mozalbetas, pero ya metidos en harina hasta sobraban, ¿a qué estábamos?, a beber, una cogorza elegante había que pillar.

Entramos en un pub de esos, coño, oferta, no recuerdo como era, pero más o menos era que «un tequila 101 pesetas, tres tequilas 302», un ahorro considerable vamos, no vas a hacerle un feo, claro, éramos siete, no cuadraba, dos rondas daba para seis nada más, en estas que sale el colega contable, «eh, ¿y si sacamos tres tequilas para cada uno por ronda?», coño, cuadraba, siete rondas, tres tequilas por ronda.

Vaya, qué te voy a contar, no te diré que la mayor cogorza de mi vida, porque recuerdo una curiosa en fiestas de Barakaldo a cerveza con ginebra que en fin, tuvo su miga, pero sí de las más gordas, sin duda, dos kilómetros y pico arrastras, algo nos sentaría mal de la cena, el cambio climático quizá, a saber, porque encima el estómago se rebelaba, no sé cómo describirte la escena, las vomitonas digo, en fin, que para que te hagas una idea, como alguna cayó dentro de la tienda nos peleábamos por dormir al lado de «aromas», incluso descalzo, es más el tipo vendió sus calcetines para que el afortunado los pusiera debajo del saco, próximo a la cabeza. Qué peste,

Fue la cosa tal que desde entonces puedo contar con los dedos de una mano las cogorzas que me he vuelto a pillar, porque claro, la resaca fue cojonuda también, ya no es el dolor de cabeza, la sequedad, es el olor, que ya percibías con todos sus matices, ni fumando porros se iba, esa mezcla de olor a sobacos, pies, algún que otro pedo del gracioso, vomitonas y restos de boñigas de vaca (cosas de los pueblos). Sí, la última gran juerga.

De hecho quedamos para el año que viene, porque pasar lo pasamos de cojones, pero ya fue imposible, ya no volvimos a pillar novietas tan comprensivas, incluso aunque fueran las misma novietas ya no tenían predisposición para, lo cierto es que cuando nos juntamos y recordamos aquella acampada rejuvenecemos esos casi 20 años.

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