Cuéntame un cuento.

Nada, entrada de esas con dedicatoria, para Emy, «Emy Tecuento» más concretamente, ¿qué hacer?, piensa, concéntrate, ¿no te sugiere nada lo de «tecuento»?, exacto, la cría y engorde del salmonete, pero de eso no entiendo, o sea, en su lugar te contaré un cuento, no es la primera vez, pero ahora será un cuento clásico, ojo, si has llegado aquí buscando en google «cuentos infantiles» chapa esto, pero ya, porque mi mente es enferma, aviso.

Vamos pues con el bonito cuento de Caperucita Roja:

Érase una vez una dulce y adorable niña que vivía con su madre en pleno bosque, pero a esta se la comieron yendo a arar el prado, así que hablaremos de su hermanita, poco, porque esta se metió de voluntaria en una ONG para salvar a los pingüinos saharianos, por lo tanto no queda otra que hablar de una que realmente ni las conocía, vivía en el mismo barrio, pero sus madres no se hablaban y malmetían y malmetían para que ni se relacionaran, era una chavalota llamada Antonia.

Y tú te preguntarás, ¿por qué dices el cuento de Caperucita si la prota es Antonia?, porque me sale de los huevos. Ahora una pausa para aplaudir esta genial ocurrencia, no te cortes, es lo que tiene ser líder de opinión, que te salen las coñas así por las buenas, vale, una vez loada mi persona como Dios manda proseguimos.

Pues a Antonia le manda su madre a llevarle la cena a la abuelita que vive a tomar por culo, al otro lado del bosque, le dice que pille el autobús pero la chica, como es rebelde (escucha a Justin Bieber, que es lo más en música reivindicativa) decide ir por medio del citado bosque (podría buscar un sinónimo y evitar la repetición, pero me da pereza).

En mitad del camino le sale una zorra, pero no una zorra en plan animal no, un putón, «¿dónde vas chavalita?, ¿a casa de la abuelita?», Antonia la mira, la remira, «y un huevo, que le den, si la última vez cuando llegué se estaba zumbando al cazador». Entonces la zorra le convence para visitar a sus amigas, las tres cerditas, chicas fáciles las tres, bueno, dos, porque para eso una tenía la casa de las pajas.

Eh, por si no lo has captado, «la casa de las pajas», o sea, que como no había quien la llevara al huerto se mataba la peña a pajas,,, Venga, no me digas que no es gracioso e ingenioso.

Pero por el camino pasaron a pillar droga, a la casa de Blancanieves, que evidentemente tenía eso, la nieve más blanca y pura que se conocía, pero al llegar se cortaron, porque estaba la policía deteniéndola (pusieron hasta «la sirenita» del coche 😀 , los siete enanitos que tenía trabajando en la mina eran en realidad inocentes niños a los que había pegado barbas para poder explotarles vilmente, se los cargó a todos por chivatos años más tarde, menos a Mudito claro.

Siguieron su camino, se toparon con un control antidoping que le estaban haciendo a la tortuga, «es algo que he comido» decía esta, «algún solomillo de mosca adulterado». También vieron un montón de ranas besando a un pitufo (es por lo del príncipe azul, es que me descojono ) a ver si se convertía en sapo y a Hansel y Gretel buscando a Susanita, ya que les habían dicho que esta tenía un ratón que era la leche para conseguir chocolate y bolitas de hachis.

En estas vieron a Dora la exploradora, se miraron, ni hizo falta hablar, la pillaron y la molieron a hostias, «ven aquí estúpida, que estás haciendo una generación de niños gilipollas, dí ahora «Swelpe no robes» si tienes ovarios», lamentaron no pillar a los Teletubbies, «no sabes las ganas que les tengo, sobre todo al tinkiwinki ese de las pelotas» dijo Antonia.

Pero se les hizo tan tarde que pillaron un hotel de mala reputación, tan cutre que hasta las cucarachas las cobraban como extra, en estas Antonia se le quedó mirando a la zorra y le preguntó, «eh, ¿no debería tener este cuento un final, una moraleja, un mensaje?», la otra la miró señaló al que escribe estas líneas y respondió: «¿De verdad tú crees que ese va a sacar algo en claro algún día de nada que escriba?».

Pues no, pero tengo unas posdatas cojonudas, como la de hoy, Helloween, «Midnight Sun»